27.10.17

Biarritz. La Côte (parte 14).



























Comenzamos en donde lo dejamos hace 2 años, en La Côte. En aquella entrada, la 13, hablábamos sobre el que tal vez era el símbolo más reconocido de Biarritz, villa Belza. Pero si enfocásemos la mirada a la ciudad desde el punto de vista de un surfista, el gran icono sería La Côte des Basques. Y no por sus "excelentes" olas, sino porque allí se puede decir que surgió el surf en Europa tal y como lo conocemos. Fue en 1956. En ese año, y con ocasión del rodaje de la película “The Sun Also Rises”, basada en el libro “Fiesta” de Ernest Hemingway, los californianos Peter Viertel, marido de Deborah Kerr, y Dick Zanuck, hijo del célebre productor Darryl Zanuck, viajan a Biarritz. Dick, que era surfista, hizo traer a instancias de Viertel dos tablas de surf, que fueron importadas desde California con las cajas que transportaban las cámaras. Una de las tablas se rompió durante el viaje. Cuando las tablas llegaron a Europa, Zanuck que era el surfista del grupo, había regresado a California. La aduana francesa reclamaba un 170% del valor de las tablas en concepto de impuestos, por lo que Viertel decidió pasarlas de contrabando a través de la frontera española. A los pocos días, y en presencia del mismísimo Hemingway, entró al agua. El primer baño fue un desastre, y la tabla acabó contra las rocas. Viertel confió al local Georges Hennebutte su reparación. Al día siguiente, Hennebutte y Viertel surfearon sus primeras olas en Côte des Basques. 


Este hecho, y el que haya sido considerada en varias ocasiones como "la playa más bella de Francia", ha acaparado toda la atención sobre la historia de La Côte, hasta el punto de que el antiguo nombre del lugar, la "Côte de Pernauton", y el uso para el que los lugareños la visitaban, ha quedado casi en el olvido. Interesado por estas historias, el escritor y geógrafo Pierre Laborde descubrió que era muy poco lo que se había escrito sobre este tramo de costa de gran valor geológico y cultural. En el libro "La Côte des Basques. Plage Sublime", Laborde no sólo la describe en detalle, sino que recoge también muchas de sus anécdotas, y lanza una mirada al futuro. 

De todas las playas de Biarritz, "La Côte" parece encontrarse escondida de la ciudad, como si no formase parte de ella, separada por los más de 100 escalones que forman las distintas rampas por las que se accede. La relación de los lugareños con ella es sin embargo anterior a mediados del siglo XIX, cuando se vuelven populares los "baños de mar". A la Côte de Pernauton se accedía desde la zona en donde hoy se encuentra villa Belza, siguiendo senderos empinados desde los cuales se llegaba al océano, y en donde se practicaba un ritual que después se haría muy popular, y que sería clave en el desarrollo de la villa. Una crónica de la época lo describía así:


"Bajaron de las montañas, vascos del interior, en grupos, con trajes festivos y coronados con flores y cintas, hasta lo que era todavía un pueblo, que se convertirá en grande con la residencia de Napoleón III y Eugenia ...

La celebración se llevaba a cabo una vez al año, el domingo siguiente a la Asunción. Después de interpretar varias canciones y bailes, corrían ladera abajo, por caminos especialmente empinados, marcados por tamariscos y hortensias, y en los que había algunos bancos para admirar el paisaje ...

Y una vez que se llegaba a la playa, los bailarines se desnudaban: hombres, mujeres y niños. Luego se cogían de la mano y formaban una sola línea. Ante una señal, se apresuraban a encontrarse con las olas, lanzando gritos salvajes. Finalmente, después de cinco o seis salpicaduras de este tipo, se acostaban sobre la arena y se secaban al sol. Esta curiosa tradición continuó durante todo el siglo XIX".






En 1845, las gentes del lugar comenzaron a construir las denominadas "cabañas de baño", en las que se cambiaban antes de tomar los populares baños de mar, que alcanzaron gran fama terapéutica en esa época. Aquellas eran construcciones en madera, muy frágiles, elevadas sobre pilares hincados en el acantilado, y equipadas con escaleras para bajar hasta la playa. En 1858, después de que la mayoría de las casetas fuesen destruidas por un temporal, se construyó el primer edificio sólido, cuyo frente contra el mar fue protegido por un muro. 





Pero el edificio fue destruido por un maremoto el 9 de enero de 1924, en una época, los años veinte, en la que la Côte se había convertido en el lugar de moda para una juventud que había abandonado la Grande Plage. Pronto se levantó un nuevo edificio Art-Decó, inaugurado en 1925, que incluía 104 estancias y un bar, pero su vida fue muy corta, ya que se destruyó en un incendio el 28 de enero de 1928. A este le siguió el "Silver Bar" que se inauguró el 31 de julio de 1930.

La crisis del 29, y los años entre Guerras, supusieron un declive total para La Côte, que pasó a ser frecuentada sólo por los lugareños, hasta que a mediados de la década de los 50 llegó el surf. "En ese momento, la Côte des Basques tenía mala reputación", cuenta Pierre Laborde. "La "época hippy", y las furgonetas de los surfistas, no eran del gusto de la alta sociedad de Biarritz". El Silver Bar sería la sede del Waikiki Surf Club, el primer club de surf creado en Francia en octubre de 1959, hasta que un derrumbe del acantilado en 1971, obligó al cierre al público del edificio, que no fue recuperado hasta el año 2009.

El libro de Pierre Laborde no solo describe el pasado de La Côte, sino que hecha también una mirada al futuro y al gran reto que al que se ha de enfrentar en los próximos años: la erosión continua de sus acantilados. Una lucha que se inició en 1880, y en la parece que aún queda mucho trabajo por delante. "No sabemos cuáles serán los usos y las prácticas del mañana. No sabemos cómo puede evolucionar La Côte des Basques para adaptarse a ellos. Pero lo cierto es que su historia no ha terminado", concluye Pierre Laborde.

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