Creo saber apreciar el valor de una fotografía, y más cuando ésta fue tomada ya hace algunos años. Con ello evidentemente no me refiero a un valor material, ni tampoco a su calidad técnica. Si esas imágenes me resultan tan valiosas es porque considero que son de los pocos objetos capaces de capturar, en un formato físico, los momentos que han sido importantes en la vida de una persona. Y en la mayoría de las ocasiones, dichos objetos son únicos e irreproducibles. Por ello, cuando alguien a quién apenas conozco, me confía las suyas, siento que ha tenido hacia mí un gran gesto de generosidad y confianza, por el que sólo puedo sentir agradecimiento.
Y esa sensación de generosidad y confianza fue con la que me quedé tras mi primer encuentro con Chicho Torreiro. Semanas más tarde quedábamos en Coruña para tomar un café, devolverle las fotos y charlar un rato.
Los hermanos Torreiro, Fernando y Chicho, fueron junto con Fernando Adarraga, los principales representantes de la generación siguiente a la de los primeros pioneros en A Coruña. Ellos fueron también de los primeros en iniciarse en el surf desde su juventud, y en incorporar maniobras que hasta aquel momento nunca habían sido ejecutadas en Galicia. Chicho continúa surfeando. Fernando falleció en el año 2009.
Los primeros y mejores recuerdos
de la juventud de Fernando y Chicho Torreiro tuvieron lugar en la playa del
Orzán, en A Coruña, cerca de donde su padre tenía una tienda dedicada al
trabajo en piel, y en dónde fabricaba cinturones, arreglaba bolsos, y cosía
todo tipo de prendas y objetos en piel. El establecimiento, situado en la calle
Orzán, ocupaba un bajo frente al bar O’Patacón, centro neurálgico del surf en
la ciudad herculina a finales de los setenta y principios de los ochenta.
Durante la primavera y el verano, cuando los días se hacían más largos y
mejoraba la temperatura, la playa, gracias a su proximidad a la tienda, se
convertía en el lugar en el que los hermanos pasaban prácticamente todo el día,
y en el parque perfecto para sus juegos y aventuras.
Tal vez por ello, por las muchas
horas vividas en el Orzán, los Torreiro siempre sintieron una especial
atracción por el agua y el mar. “Guardamos, desde que éramos pequeños,
muchos recuerdos de la playa y el mar. Y también de
las olas. Tan pronto como aprendimos a nadar ya estábamos en el
agua. Recuerdo que intentábamos coger las olas con el cuerpo o subidos a unas
colchonetas hinchables que comprábamos en la tienda de deportes Gudi. La verdad
es que no recuerdo qué nos impulsó a ello, pero me imagino que tuvo mucho que
ver el observar a Tito, Rufino, Jose, Luis Bericua, y a todos los demás, coger
olas con sus tablas. Nosotros los queríamos imitar, así que con las colchonetas
nos metíamos remando hasta donde estaban ellos, y cuando venía una ola también
intentábamos cogerla. Estuvimos así al menos un año, y recuerdo que rompimos
unas cuantas colchonetas en nuestras “cabalgadas”. Aquello nos tenía totalmente
enganchados, y recuerdo comentar con Fernando que si con nuestros artefactos
hinchables ya alucinábamos con la velocidad que cogíamos aprovechando la fuerza
de la ola, con las tablas, que iban aún más rápido que nosotros, debía de ser
increíble.
Por nuestra edad, Fernando tenía 17 años y yo 15, nos daba bastante vergüenza hablar con los mayores. La verdad es que nos imponían un poco. Su imagen era totalmente distinta a la convencional. Y más en aquella época. Tito era quién nos llamaba más la atención por su imagen fuerte y un característico y llamativo collar que llevaba colgado al cuello con varios dientes de tiburón. Hasta que afortunadamente un día, mi padre dio el paso por nosotros y nos los presentó. Desde entonces pasamos a ser, en cierto modo, unos más del grupo.
A través de Tito nos enteramos
que Fernando Adarraga, que más o menos era de nuestra edad y que se había iniciado
en el surf antes que nosotros, vendía dos tablas Rufo’s: la primera era una
copia de una Lightning Bolt, y la otra había sido shapeada por Rufino a partir
de un foam Barland Rott. Tito nos consiguió también dos trajes de neopreno de
buceo para soportar el frío del invierno. Era noviembre del año 1980. Surfeamos
con esas tablas unos 3 años.
Evidentemente por nuestra edad, y por el trabajo de mi padre en la tienda que le exigía muchas horas, no teníamos a nadie que nos llevase a otras playas cuando no había olas en el Orzán, o cuando el mar estaba demasiado grande allí. Por eso todos los sábados y domingos, y prácticamente todos los días durante las vacaciones, Fernando y yo nos levantábamos temprano, y acompañábamos a nuestro padre a abrir la tienda con el objetivo de estar, a las 9 de la mañana, frente a la entrada de O’Patacón a la espera de que llegase alguien que nos llevase a la playa. Pero no éramos los únicos que esperábamos por el transporte. De ahí los madrugones intentando ser siempre los primeros, ya que había una regla siempre respetada por todos: los primeros en llegar serían los primeros en conseguir plaza. Y normalmente nosotros éramos los más madrugadores. De hecho nos llamaban los “buitrones” por eso. A quien más agradecimos estamos por aquellos viajes es a Luis Bericua y su mujer Majo, quienes con su dos caballos nos llevaban a todas partes, sobre todo a Doniños. Gracias a ellos descubrimos la mayoría de las playas que hoy conocemos y conseguimos mejorar nuestro nivel de surf en poco tiempo.
Desde el primer momento el
surf pasó a ser uno de los motores fundamentales de nuestras vidas, y muchas
cosas comenzaron a girar entorno a él, convertiéndose en un pensamiento
frecuente y en tema recurrente de nuestras conversaciones. Para que te hagas
idea de ello te mostraré un ejemplo. En esos años nos trasladamos a vivir a una
casa cerca de la Estación de Tren. Aunque aquello podía suponer el alejarnos un
poco del mar, al vivir algo más lejos, en nuestra imaginación el cambio supuso
que se abriesen nuevas posibilidades surfísticas. Desde la ventana de nuestra
habitación veíamos la salida de la estación, y entre Fernando y yo establecimos
un plan de turnos para controlar si, entre los pasajeros que llegaban a la
ciudad, había algún extranjero que trajese entre su equipaje tablas de surf. Un
día nuestra “vigilancia” dio sus frutos, y Fernando se hizo con una tabla,
comprada casi a pie de andén, de la marca Kaluama, adquirida a un brasileño
recién llegado a la ciudad.
Durante el invierno, y más que
nada por proximidad, el lugar al que más acudíamos más asiduamente era el
Orzán. También, y en coche, nos llevaban a Malpica o Sabón. Ir más allá, en
aquellos años, era toda una aventura, y exigía programar la excursión.
En verano Doniños, gracias a los viajes con Luis, se convirtió en nuestra referencia. Allí, todos los meses de Junio, bajo el pinar desde el que se ve el pico de Outeiro, la gente de O’Patacón, Vari, Luis, Jose y Tito montaban lo que nosotros llamábamos la “tienda chalet” y una pequeña tienda de camuflaje propiedad de Tito. A su lado montábamos nosotros la nuestra, que se convertía en nuestra casa durante los fines de semana del verano. Si por cualquier motivo Luis no nos podía llevar, y no conseguíamos a otro transportista, el viernes cogíamos el IASA con dirección a Ferrol, y nos plantábamos en Doniños. Cuando llegaba el domingo volvíamos a casa dejándolo todo allí: tienda, tablas y demás utensilios que quedaban guardados dentro de la tienda toda la semana. Nunca desapareció nada, cosa que hoy sería impensable.
Hay grandes diferencias entre
el ambiente que se respiraba antes en la playa y el de ahora. Sobre todo echo
de menos el “colegueo” que había entre todos. Fueses a la playa que fueses,
siempre se nos recibía con los brazos abiertos y con buen rollo. Ahora es
distinto, y al desconocido se le suele recibir con cierto aire de desprecio y
desconfianza. Para nosotros el surf no era un deporte, una actividad
competitiva en la que entrenases para ser el mejor, cosa que veo que les pasa
hoy a muchos chavales. El surf era un entretenimiento, una afición. Algo que te
llena. Aunque participé en varios campeonatos, y no se me daba mal, nunca me
llegaron a gustar. Antes de las mangas me ponía muy nervioso y esa era una
sensación que no me gustaba asociar con el surf. También es cierto que una vez
en el agua se me pasaba, y la manga se convertía en un baño normal.
De aquella época recuerdo a un montón de gente, además de los ya nombrados, aunque pocos han sido los que han seguido. Recuerdo a Miguel Cuende, Arturo Kress, Ramón Corredoria, Carlos Tuis, y los “cuatro hermanos”: Nacho, Federico, Carlos y Richard. Después de nosotros llegaría ya toda la chavalería de principios de los noventa.
Una de las mayores
dificultades con las que nos encontramos fue hacernos con cualquier tipo de
material. Lo único que relativamente era fácil de conseguir eran las tablas
gracias al taller de Rufino. Las Rufo’s, a principios de los ochenta, eran la
referencia en cuanto a tablas, y la labor de Rufino nos facilitó a muchos el
acceso al material básico. Pero cuando se cerró el taller en 1983, el
inabastecimiento fue total. Así que en los viajes intentábamos hacernos con el
material que no conseguíamos en casa. A Fernando Adarraga le solíamos comprar
las tablas, ya que era el que más viajaba y se podía hacer por ello con más
tablas. También los “guiris” eran otra fuente de suministro. Después de las
Rufo’s nos hicimos con una Mike Tabeling que le compramos a Juan Chedas.
También con una Roger Cooper que le compramos a Fernando Adarraga. Después
recuerdo empezar con las Slash Stiks, que se fabricaban en Mundaka. Tras éstas, y
desde 1988 hasta hoy, he surfeado con las Wat Say de Gilito.
Con la apertura de Okena en
1991, se produjo un cambio muy importante para el surf en la ciudad. La
accesibilidad al material que la tienda ofrecía, hizo que se incrementase de
golpe el número de gente en el agua, que más o menos había estado estancado
desde principios de los ochenta. Para nosotros se facilitaron también mucho las
cosas. Cuando comenzamos, y visto ahora desde la distancia, parecía que todos
los elementos estaban en contra, El transporte, el material, todo eran
dificultades. Los que seguimos, y superamos aquellos años, hemos seguido
surfeando. Si aquellas dificultades no consiguieron desanimarnos, como les
ocurrió a muchos que lo probaron, sirvió para que nos hayamos mantenido
enganchados hasta hoy.
Anécdotas de la época recuerdo
muchísimas. Una vez a Vari Caramés le robaron la ropa durante un baño en el
Orzán, y recuerdo cómo tuvo que ir hasta la comisaria de policía vestido con
traje de neopreno y con la tabla bajo el brazo a poner la denuncia.
La playa del Matadero recibe
ese nombre por su ubicación frente a las instalaciones del que era el antiguo
matadero de ganado de la ciudad. Cuando estaba en funcionamiento, en ocasiones
abrían las compuertas que desembocaban al mar y liberaban vísceras, sangre y
otros restos animales, desperdicio de la matanza. En más de una ocasión nos
coincidió en el agua, que se volvía de repente de un intenso color rojo y
tomaba un hedor repugnante. A pesar de ello, y antes de la construcción del
paseo marítimo, se podía disfrutar allí de unas olas realmente increíbles y
perfectas. Largas derechas que ofrecían secciones con tubo y todo. Sin embargo,
y tras la construcción del paseo y la posterior regeneración de la playa, con
arena que se bombeó, la ola ya no volvió a funcionar como antes.
Otra de las olas que pudimos disfrutar fue la de Santa Cristina antes de la construcción del dique de Oza. Allí lo que rompía era una perfecta izquierda que se podía coger de hasta metro y medio. Los días de temporal las grandes series entraban en la bahía casi directamente, y recuerdo ver romper olas que cerraban toda la playa. Años atrás, en 1967, y antes de la construcción del dique de Oza, ya se había construido el de Barrié de la Maza. No quiero no imaginarme como habría roto la playa entonces, el arenal directamente enfrentado al mar. Aquello bien podría parecer Mundaka. Pero aquello fue antes de que comenzase el surf en A Coruña, por lo que nadie nos puede contar como era.
También en O’Camallón.
Recuerdo esta ola como uno de los lugares en los que más miedo he pasado. Un
día de temporal nos metimos Fernando Adarraga y yo. Había al menos 2,5 metros
pasados. En la primera ola que remé me caí desde lo más alto. El revolcón fue
de los más largos que he sufrido. De hecho al ver que tardaba tanto en salir,
Fernando creyó por un instante que me había ahogado, mientras veía asomar la
tabla por la superficie del agua mientras yo seguía sumergido.
Comenzamos a viajar tarde.
Nuestro primer viaje, fuera de España, fue a Marruecos en 1991. Más tarde en
1993, fui por primera vez a Indonesia, a donde volví en 1999. Fernando fue a
Nias en 1994. Y el último a Hawaii en 2006. Por nuestra afición al buceo hemos
estado también en Sudáfrica, donde increíblemente no surfeamos, Zanzíbar, el
Mar Rojo, ….
Ahora me sigo metiendo, aunque
la verdad es que me he vuelto más exigente con las condiciones del mar. Sobre
todo en invierno elijo mucho los días que voy al agua.
1.-Chicho Torreiro por Luis Bericua
2.-Chicho en el pinar de Doniños
3.-Fernando, playa del Orzán
4.-Pinar de Doniños
5.-Campeonato en Doniños. Chicho Torreiro, 2º por la izquierda.
6.-Fernando Torreiro por Luis Bericua.
No estoy totalmente seguro, pero creo que el de la primera foto no es Chicho "buitrón", sino Nacho.Creo que Luis Bericua nos dio copias en papel de las fotos de ese campeonato en Santa Cristina, y recuerdo verlas por casa muchas veces.
ResponderEliminarFederico Núñez
Muchas gracias por tu comentario Federico. Tal vez tengas razón, aunque Luis identificó al surfista de esta foto como Chicho. De hecho entre las fotos que me envió Luis, hay otra de Chicho, en la arena, con un traje muy parecido a este.
EliminarDe todos modos, un placer conocer a uno de los cuatro hermanos, aunque sea por internet. Un saludo,
Jesús
Como siempre un buen trabajo por tu parte, y muy buenos recuerdos de los hermanos Torreiro.
ResponderEliminarLo malo el palo de la muerte de Fernando, ya que no lo sabía.
Estos jovencitos que después te puteaban en las olas, no se como los llevábamos a las playas en nuestros coches, jajaja.
Pues ellos bien agradecidos que os están, tanto de los viajes como de las olas.
EliminarOro puro, tanto la historia como el material gráfico. Historia pura del surfing en la península. Gracias!
ResponderEliminarHola Jesús, mira tú por dónde se ligan las historias, y entre ellas ese proyecto tuyo de rememorar la vida de algunas tablas de surf. La copia Rufo´s de la Lightning Bolt de que habla Chicho, que les vendió Fernando Adarraga, es muy posiblemente una de las dos copias que Rufino hizo de mi primera tabla de surf, una Lightning Bolt shapeada por Joël Roux, uno de los mejores shapers de la historia de Francia. Esa tabla vino a Patos comprada en Biarritz en el verano de 1979, y se llevó a Coruña para copiar, haciendo Rufo dos tablas, una para mi hermano Balbi, y la otra para Fernando Adarraga, ambos entonces grandes promesas del surf gallego. Cosas de la magia del shapeado, la de Balbi salió una tabla excepcional, y le sirvió varios años, llevándosela incluso al campeonato nacional de Canarias del año 1981 (en octubre, creo), campeonato al que también fue Adarraga como representante de Galicia. Sin embargo creo recordar que a Adarraga no le había gustado nada su copia, y se “deshizo” de ella. En manos de los hermanos Torreiro, por lo que se ve.
ResponderEliminarLa original fue también una gran tabla. Era de una sola quilla, con cola de golondrina (swallow), y dos wings en la parte de atrás. Creo recordar que Rufo solo les hizo un wing en las copias, porque era más habitual y más sencillo de hacer, pero quizás estoy equivocado en eso (los años no perdonan). La llegada de las twin fin relegó su uso, y cuándo llegaron las tri-fin fue vendida, así como la copia de Balbi. Hoy ya nada se sabe de ella, o de sus restos. La verdad es que una Lightning Bolt entonces era el Rolls-Royce de las tablas. Gerry Lopez y la película “El gran miércoles” aún estaban en boca y ojos de todo el mundo, y la llegada de esta tabla causó expectación en Patos, expectación que llegó hasta Coruña y, como no, a Rufino y Cía.
En fin, una vez más, un magnífico trabajo. Ya tienes otro capítulo para tu proyecto de recopilar la historia del surf en La Tierra del Fin del Mundo.
Un abrazo, y buenas olas en lo que queda de año.
Alberto Irisarri
Hola Alberto,
EliminarEl tuyo si que es un comentario con contenido. Daría para una historia de las del blog. Muchas gracias por todos estos datos, que no sólo completan la historia de Chicho, sino que me dan ideas para futuros textos.
Un abrazo, y el mismo deseo para vosotros de buenas olas en lo que queda de año.
Jesús
Me ha encantado esta entrada! A seguir así!
EliminarRebuscando y rebuscando por fin encuentro que hablan de mi tabla. Si, yo he comprado en Patos (a una familia de hermanos surferos que no me acuerdo de sus nombres) la tabla de Joel Roux. Todavia la conservo como mi primera tabla con su historia (mi historia). La compre con mi hermano con un dinero ahorrado y prestado por un amigo, despues de ver a Carlos Bremon surfear en Navia (yo y mi hermano fuimos a nadar la travesia, no a surfear) y dijimos que queriamos hacer eso. El año, ni me acuerdo. Pero en Patos no habia nadie, ni siquiera alguien que me explicara como se hace eso de surfear. Con decir que tuve que ir a Ferrol a comprar el invento porque en Vigo no habia tiendas de eso. La tabla muy currada y con unos cuantos toques que fui reparando de forma chapucera como pude para seguir en esto. Hace un par de años y despues de estar la tabla de aqui para alla conmigo mas de 25 años (incluso 3 años en china estuvo) la he llevado a un restaurador profesional y me la ha dejado como una bella reliquia para seguir cogiendo olas en las "playas" de Malaga. No es una historia del surf, pero es MI historia y de MI tabla.
EliminarOjala haya mas como tablas e historias como esta por ahi.
Un saludo.
Sería interesante que enviaras una foto de tu tabla para poder confirmar que es la Bolt original de este hilo. Si así fuese, mi consejo es que surfees con ella lo menos posible, reservándola para eventos y circunstancias en las que realmente merezca la pena. Tienes hoy a tu alcance miles de tablas sin historia para surfear el día a día ordinario. Esa Bolt es una tabla que forma parte de la historia del surf en Galicia, y me atrevería a decir que casi de España, y no desmerecería en nada en una colección permanente -o temporal- en un museo como el Museo del Surf de Valdoviño, u otro similar. Yo soy de la opinión de que las tablas de surf son para el mar y las olas, pero igual que nos pasa a los que ya nos vamos haciendo mayores, al llegar a cierta edad lo principal es cuidarse, reservando el ajetreo y las locuras para la juventud, y permitiendo que nuestra vida pasada y recuerdos sirvan para que la gente joven viva lo que no pudieron vivir, y aprendan y disfruten con ese relato de lo que nosotros disfrutamos en primera persona. Y esa tabla tuya puede contar muchas historias, ya alguna arriba detallada.
EliminarSi esa tabla es la que dices, sería interesante que consideraras cederla para alguna exposición temporal en el museo de Valdoviño. Consérvala con todo cuidado y cariño. Y si ves que su destino fuera a desmerecer su valor (obviamente no hablo de dinero), no dudes en contactar con nosotros para darnos la opción de recuperarla. Que la hayas conservado todos estos años, y restaurado y cuidado como dices, significa que está en buenas manos, de alguien que entiende que el surf es algo más que mero deporte, postureo de verano, y maniobras en la ola. Eso es ciertamente una satisfacción para mi y para nosotros. ¡Que puedas coger aún muchas olas sobre ella, con ella!. Y recuerda que, aunque se fabricó en Biarritz, las primeras olas que cabalgó esa tabla fueron olas del profundo océano Atlántico, en la Playa de Patos, hace ya 40 años. Si alguna vez quieres o debes deshacerte de ella, no olvides su origen, y avísanos. Estaríamos encantados de recibirla de nuevo.
Alberto Irisarri
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe gustaria colocar una foto de mi tabla, pero la verdad no se como hacerlo. Esto de los blogs no es lo mio.
ResponderEliminarEnvíamela a la siguiente dirección: desdelacroa@gmail.com
EliminarMuchas gracias!!!!