Hoy es uno de esos días en los que las expectativas están muy altas.
Aún no ha amanecido, y desde casa se oye especialmente alto el ruido del mar. Tal vez sea porque casi no sopla el viento, y el sonido de las olas, al romper, retumba en el valle en forma de un eco continuo, en el que resulta imposible distinguir los silencios entre olas. Pero lo más seguro es que se hayan cumplido las previsiones, que ayer decían que iba a subir el mar. ¿Pero cuánto? ¿Subirá tanto como para superar esa línea que separa los baños en los que, en lugar de estar a coger olas, toda tu atención se centra en escapar de las series? Porque se diga lo que se diga, en esos días, son muy pocos los que están cómodos en el agua. Sólo hay que ver las expresiones de la gente cuando llega una serie que, con toda seguridad, te va atrapar, aunque remes con todas tus fuerzas y piques muy bien. O las exclamaciones cuando se sale a superficie después de haber superado un buen revolcón. Pero también son días para superar uno sus propios límites y miedos. O al menos para enfrentarse a ellos. De hecho, si lo piensas fríamente, ¿a qué se reduce todo? ¡¡Es sólo agua!!
Bonitas imagenes e interesante el texto. A mi personalmente el miedo me suele atenazar, me bloquea e impide que disfrute. Eso si, cuando te lo empiezas a sacudir de encima es cuando descubres el placer y las sensaciones se disparan.
ResponderEliminarSaludos Jesus!
Al final ni las expectativas se cumplieron, ni las olas fueron tan grandes. Salvo una serie que sobrepasó el estandar, el resto eran asequibles. Eso sí, remamos como locos contra la corriente.
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