Madrugar a veces tiene su recompensa, aunque ésta sea en forma de una única ola. Y es que vencer al frío de la mañana, y entrar al agua cuando las condiciones son tan pobres, requiere no sólo voluntad, sino también haber asumido el riesgo de que tal vez vuelvas a casa, además de congelado, sin haber cogido una ola decente.
Esperas sentado. En el agua nada parece venir. Hasta que de pronto algo levanta al fondo, y la única ola de toda la mañana que podría no sólo llevarte, sino darte una buena pared que correr, se levanta justo ante ti, ofreciéndote una limpia salida.
Tras aquella ola solitaria, el baño parecía que no daría para más. Esperar una segunda ola sería tentar demasiado a la suerte. Además aún era pronto. Por delante quedada todo el domingo, que aunque sin olas, se presentaba como un día excepcional. Un regalo en este mes de marzo que ahora comienza.
Que tal Jesus!
ResponderEliminarEsto de los baños solitarios tiene su punto. No cabe duda que una buena sesión rodeado de buena gente es sinonimo de felicidad, pero cuando estas solo en el agua consigues reordenar ideas, reflexionar contigo mismo y hasta si me apuras una especie de conexión con tu entorno que quizas cuando estas con gente no logres o te pase desapercibida. Un gusto las fotos.
Saludos!