Una de las cosas que más nos atrajo de Fuerteventura, sobre todo durante el primero de nuestros viajes, era la sensación continua que teníamos de que, en muchos lugares de la Isla, parecía que el tiempo se hubiese detenido. No sólo era la tranquilidad con la que la gente parecía afrontar el día a día, ajenos a las prisas de la vida moderna, sino también por muchos objetos que formaban parte del paisaje y que le llevaban a uno a tiempos pasados.
Uno de estos elementos del paisaje eran los coches. Allá donde fueses, y sin necesidad de buscar, era relativamente fácil encontrarse con vehículos que nunca antes había visto. Algunos mejor conservados que otros. La mayoría en desuso. Tal vez fuese sólo una cuestión derivada de la insularidad. El hecho de estar aislados, y que los recursos fuesen escasos, hace que a todo lo que se tenga se le saque el máximo provecho, utilizándose y conservándose, hasta que sea posible.
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