Es imposible contar la historia de los hermanos
Montenegro, Víctor y Nacho, sin contar la de Nicolás Pita y Ángeles Vega. Es
por ello, y tras darle muchas vueltas, que he decidido reunir a los cuatro en
esta entrevista. Y no sólo porque los cuatro hayan compartido muchas vivencias
y posiblemente algunos de los mejores momentos de sus vidas, sino también
porque la conjunción de sus personalidades diferentes, pero perfectamente
complementarias, explican el cómo de los inicios del surf en el Sur de Galicia,
y concretamente en la playa de Patos.
Pero si normalmente ya es complicado entrevistar a una persona a la que apenas conoces, y sobre la cuál casi no dispones de información antes de tu primer encuentro, hacerlo con cuatro a la vez lo hace todo aún más difícil. Sin embargo, y en este caso, la situación cambia cuando además de a ellos cuatro, reunes a otros cinco animosos hermanos, los Irisarri, grandes conocedores de la historia del surf, que hacen que la conversación se convierta en un verdadero torrente de historias, datos, anécdotas, discusiones, bromas y carcajadas, muy entretenido de escuchar, aunque también difícil de reproducir después en un papel. Y más cuando son muchos los acontecimientos y fechas que se discuten, lo que obliga a volver atrás durante la conversación en varias ocasiones, con objeto de que todos los puntos de la historia queden perfectamente ordenados y aclarados. La animosa conversación que se estableció durante los dos días que me reuní con ellos, me permitió, más que con otros entrevistados, el poder acercarme en pocas horas, y de un modo muy próximo, a las personas que protagonizaron estas historias. Definirlos en pocas palabras resulta de todos modos complicado. En medio de la conversación, y referido en términos surfísticos, Balbi Irisarri destacaba de Víctor su constancia permanente, de Nacho su habilidad sobre la tabla y de Nicolás su estilo, a lo que yo añadiría después de lo escuchado y de haberlos conocido un poco, la voluntad, el idealismo y la ilusión de Víctor, la practicidad y el análisis objetivo de Nacho, el inquietud y la efusividad de Nicolás, y la perseverancia y el gusto por el detalle de Ángeles. Todo ello les llevó a crear casi un mundo propio en el que muchas de las cosas giraban entorno al surf, mundo que sale a relucir durante la conversación en varias ocasiones a través de sus experiencias y los comentarios de sus amigos:
Pero si normalmente ya es complicado entrevistar a una persona a la que apenas conoces, y sobre la cuál casi no dispones de información antes de tu primer encuentro, hacerlo con cuatro a la vez lo hace todo aún más difícil. Sin embargo, y en este caso, la situación cambia cuando además de a ellos cuatro, reunes a otros cinco animosos hermanos, los Irisarri, grandes conocedores de la historia del surf, que hacen que la conversación se convierta en un verdadero torrente de historias, datos, anécdotas, discusiones, bromas y carcajadas, muy entretenido de escuchar, aunque también difícil de reproducir después en un papel. Y más cuando son muchos los acontecimientos y fechas que se discuten, lo que obliga a volver atrás durante la conversación en varias ocasiones, con objeto de que todos los puntos de la historia queden perfectamente ordenados y aclarados. La animosa conversación que se estableció durante los dos días que me reuní con ellos, me permitió, más que con otros entrevistados, el poder acercarme en pocas horas, y de un modo muy próximo, a las personas que protagonizaron estas historias. Definirlos en pocas palabras resulta de todos modos complicado. En medio de la conversación, y referido en términos surfísticos, Balbi Irisarri destacaba de Víctor su constancia permanente, de Nacho su habilidad sobre la tabla y de Nicolás su estilo, a lo que yo añadiría después de lo escuchado y de haberlos conocido un poco, la voluntad, el idealismo y la ilusión de Víctor, la practicidad y el análisis objetivo de Nacho, el inquietud y la efusividad de Nicolás, y la perseverancia y el gusto por el detalle de Ángeles. Todo ello les llevó a crear casi un mundo propio en el que muchas de las cosas giraban entorno al surf, mundo que sale a relucir durante la conversación en varias ocasiones a través de sus experiencias y los comentarios de sus amigos:
Ángeles.- Entre
nosotros nos llamábamos los “Neiros”, que era en realidad una abreviatura a
“Surfineiros”. Como yo era la única chica era la “neira”, y ellos eran neiro
Nicolás, neiro Víctor y neiro Nacho.
Nicolás.- He de reconocer que éramos un poco bohemios para el estandar normal de
la época. Nos encantaba la naturaleza, los caballos, y todo lo que tuviese que
ver con el mar, en donde el surf ocupaba un lugar muy importante.
Pero si sus historias
ya son de por sí solas interesantes, creo que esta entrevista tiene especial
valor porque difunde un capítulo de la historia del surf en Galicia no tan
conocido y al que no se le ha dado tanta relevancia. Mientras que en La Coruña
se formaba un núcleo de surfistas que con los años fue creciendo en número, y
por tanto en repercusión y reconocimiento, el núcleo que se creó en Patos quedó
reducido durante años al pequeño círculo primigenio que formaban los cuatro,
hasta que a mediados de la década de los setenta se produce la llegada de los
hermanos Irisarri. Ese aislamiento, ha llevado a que, y a pesar de la
relevancia de hechos como el de posiblemente haber sido los primeros surfistas
gallegos, su historia no haya sido suficientemente reconocida.
Nicolás.- Existen
versiones muy distintas sobre los orígenes del surf aquí en Vigo, por lo que es
muy importante que la historia quede recogida. Recuerdo por ejemplo una vez en
el que navegando en un catamarán, cogimos muy malas condiciones de mar, con
olas en altamar de 5 metros. En una de las olas que cogimos, el catamarán se
giró a la derecha, y recuerdo que una de las personas con las que iba le
exclamé: ”¡¡parece que vamos surfeando en una ola!!”. Ante mi exclamación esa
persona me contestó y me dijo: “¡¡Coño!!, ¿y qué sabes tú de surf?”. Le conté
que lo había comenzado a practicar hacía unos años, y que había sido uno de los
primeros en la playa de Patos, tras lo que me preguntó “¡Ah!, entonces, ¿te
enseñaron los Irisarri?”.
He intentado ser lo más fiel posible a las
expresiones de cada uno de los entrevistados, y aunque evidentemente resulta
imposible reflejar el intenso debate en el que se desarrollaron las más de 7
horas de charla, el resultado es éste. Con vosotros los primeros “surfineiros”
de la playa de Patos.
Víctor.- La primera vez que vimos una tabla de
surf, y por tanto el momento en el que se puede decir que nos entró ese gusanillo,
por llamarlo de alguna manera, fue con una de las películas de super 8 que
alquilaba nuestro padre en la Agrupación Fotográfica de Vigo. A finales de los
años cincuenta, me imagino que al igual que en otras ciudades de España, se
abrió en Vigo el primer fotoclub, en donde se podían alquilar películas y
documentales que veíamos en casa con un proyector. Normalmente la selección de
mi padre estaba compuesta por cinco títulos, de los cuales cuatro eran fijos:
una película de dibujos animados, una de vaqueros, un documental y una de
color. Entre los documentales, había películas de casi todos los países, y
entre ellas una con imágenes de Hawaii. Como no podía ser de otra manera,
tratándose de una película sobre Hawaii, en medio del filme salían unas escenas
de surf, grabadas en la playa de Waikiki, con aquellos tablones primitivos de
la época del Duque. El ver a aquellas personas deslizándose ligeramente sobre
las olas fue lo hizo que me picase el gusanillo del surf. Estamos hablando de
finales de los años 50, o tal vez principios de los 60. Sin embargo tras
aquella película, la cosa quedó olvidada por un tiempo, hasta que un día, aquí
en Patos, que era la playa a la que veníamos la familia, y precisamente en la
zona del pico, me encontré con un oleaje impresionante. Había unas olas que yo
les calculo de una altura de dos metros para arriba. Entonces el gusanillo
continuó. Recuerdo que pensé: “entonces, esto se puede hacer también aquí en
Patos”. Aquella visión me llevó a plantearme el siguiente paso: ¿y por qué no
hacemos nosotros una tabla? Pensé, la podríamos probar aquí en Patos y ver que
pasa. A mí me había entusiasmado ver aquel deporte en aquella película. No me
digas por qué. Y ver aquellas olas, aquel día, era la confirmación que
necesitaba para saber que el surf se podía también hacer aquí.
Nacho.- Seguramente nos llegaron también otras
influencias, aunque no las recordamos de un modo tan consciente como aquella
película. También en los sesenta se publicaron muchos de los discos de los
Beach Boys, en varias de cuyas portadas aparecían imágenes de surfistas o de
tablas de surf. Y todo ello en una época en la que no sé por qué, existía un
especial interés por Hawaii, su cultura, su estética, …
Es también en esta época cuando la gente
comienza a acercarse a las playas. Nuestra preferida era Patos. ¿Por qué? La
elección de Patos era bien sencilla. De todas las playas de los alrededores de
Vigo era la más próxima a la ciudad que mantenía a finales de los sesenta un
aspecto más natural. De modo que a aquella playa íbamos los que preferíamos una
playa más salvaje y natural, frente a otras más cercanas o con mejores accesos.
También era una de las más abiertas, y tal vez por ello no había casi bañistas.
Es decir, nos juntábamos allí los que apreciábamos lo natural y lo salvaje. Era
también una playa con un ambiente muy hippy, y que era muy frecuentada por
extranjeros, sobre todo alemanes, que pasaban temporadas en el camping que
existía entonces.
Víctor.- Unos cuantos años
después de haber visto la película, y haber experimentado aquel día de temporal
en Patos, también aquí, vi al fondo la figura de una persona, un “humaniode”
como le llamé entonces, cogiendo una ola sobre una tabla de surf. No pude
identificar de quién se trataba, aunque posiblemente se tratase de algún
extranjero de los que estaban acampados en el camping, un surfista,
posiblemente australiano, de viaje por el sur de Europa en busca de olas, y que
tras cruzar la costa cantábrica, se había detenido en Patos antes de dirigirse
rumbo a Portugal.
Pero aquella visión me verificó que
efectivamente aquí se podía hacer surf. Aunque no pude hablar con aquella
persona, este encuentro visual supuso el impulso definitivo para que nos
decidiésemos a intentar construir nuestras primeras tablas con la idea firme de
hacer surf.
Hablé con un amigo que era portugués, y que
trabajaba el foam en una empresa que se dedicaba a fabricar aislamientos para
congeladores y otras aplicaciones. Hicimos una tabla de foam, sin nada de
resina ni fibra, ya que pensamos que con la espuma sería suficiente. La tabla
resultó ser una verdadera chapuza, muy rudimentaria, sin quilla ni nada. Para
mejorar el acabado pensamos en darle algo de color, ya que toda blanca no se
separaba mucho de un vulgar recubrimiento de una máquina de helados como los
que hacía mi amigo. Pero cuando lo pintamos, la pintura reaccionó con la
espuma, y el acabado ya fue nefasto. Tras aquel primero intento hubo una
segunda prueba.
Nacho.- La idea de fabricar
esa primera tabla seguramente surgiese de Nicolás, ya que siempre ha sido muy
inventor. Muchas veces su reacción, cuando ha visto algo que no había manera de
conseguir aquí, ha sido: ¡¡eso lo puedo fabricar yo!!. Y posiblemente eso fue
lo que pasó con la tabla y lo que pasó más tarde con el skate.
En la segunda prueba, en
realidad construimos dos tablas. Una muy grande y otra como de un metro veinte
de longitud pero de un grosor considerable. De hecho parecía casi un submarino.
El espesor era de unos 25 centímetros, de nuevo totalmente de foam, aunque ya
bastante denso. Pero aquello fue también un fracaso absoluto. Cuando la fuimos
a probar, y en la primera ola, Víctor ya dejó la rodilla clavada en el
poliespán. Desgraciadamente, aquella tabla la acabamos perdiendo en el mar.
Víctor.- Los acabados eran muy malos. Todo el
proceso lo hacíamos nosotros, ayudados sólo por las pequeñas nociones que nos
había dado mi amigo: el corte del foam, el lijado, …, y como no teníamos ni
idea, el resultado final era un absoluto desastre.
Sin embargo aquellos intentos fallidos nos
hicieron ver que la construcción por nuestra cuenta no iba a ser la solución
para resolver el problema de no tener acceso a una tabla. Fue entonces, ese
mismo verano, cuando llegó a nuestra manos una revista de surf, posiblemente
francesa. En ella había un anuncio en blanco y negro en la que se hablaba de la
Barland, una fábrica de tablas de surf que se encontraba en Bayona. Así que sin
pensárnoslo dos veces, cargamos el coche de conservas y nos fuimos rumbo a
Francia a por un artefacto de los de verdad. Llegar al país galo fue toda una
proeza. En aquel primer viaje fuimos Ángeles, Nicolás y yo. El viaje lo hicimos
en mi 600. Ahora lo pienso y había que tener vocación para emprender aquel
viaje. Tardamos dos días en llegar.
Todos estos acontecimientos, es decir, la visión
del “humanoide”, los intentos de fabricación de las primeras tablas, el
descubrimiento de la revista de surf, y el viaje a Francia, se produjeron en
muy pocos meses, concretamente durante el verano de 1969. Tras aquello creo que
los cuatro éramos conscientes que ya no había vuelta atrás posible.
Ángeles.- La tabla finalmente no se compró en el
taller de Barland, sino en la tienda de Jo Moraiz en Biarritz.
Víctor.- No lo recuerdo bien, aunque sí que sé
que estuvimos tanto en la fábrica de Bayona como en la tienda. Como no teníamos
ni idea del asunto, de todas las tablas que vimos nos compramos aquella que nos
pareció más bonita. Equivocadamente pensamos que una tabla pequeña sería más
fácil de manejar y por tanto más sencilla para aprender, así que compramos casi
la más pequeña que había en la tienda, y claro, cuando la estrenamos en Patos,
no había quien se pusiera de pie, lo que supuso una desmolarización total. La
tabla mediría aproximadamente 1,78 metros, era un poco más alta que nosotros.
Además de la tabla compramos también una baca para poder traer la tabla de
vuelta a Vigo. No me acuerdo del precio de la tabla, aunque sí de que supuso un
desembolso importante, lo que sería el equivalente a un sueldo mensual de hoy. La
tabla la guardamos en el hotel todas las noches, pero no la llegamos a probar
en aguas francesas.
Lo que no recuerdo es como supimos de la
necesidad de emplear parafina, aunque nosotros empleábamos cera de vela y tacos
de parafina que comprábamos en una droguería que había en la Alameda de Bouzas.
Sin embargo el tener aquella primera tabla, no nos facilitó muchas las cosas.
De hecho los inicios fueron muy desmolarizantes.
Nacho.- A pesar de ello no nos rendimos, y eso
que en alguna ocasión cundió el desánimo. Imagínate, haber viajado hasta
Francia, y aunque no fuimos conscientes de ello hasta años más tarde, haber
traído una tabla que no era la adecuada para aprender. Tardamos casi un año en
ser capaces de ponernos de pie y disfrutar realmente del surf. Por cierto, y
llegados a este punto, habrá que decir, que yo fui el primero el ponerme de pie
en la tabla. ¡¡¡Je, je, je!!!
Nicolás.- Con la de Víctor,
como única tabla para los cuatro, pasamos casi dos años, turnándonosla para
usarla, hasta que en 1972 Ángeles me regaló mi primera tabla. Era de color rojo
y amarillo, y de hecho le pusimos de nombre “la rojita”. No me preguntes si la
tabla era buena, pues entonces no tenía criterio para poder evaluarla. Yo sólo
sé que cogía olas con ella, a pesar de que era muy estrecha y tenía muy poco
rocker.
Ángeles.- El proceso de compra
de esta tabla fue muy curioso. Por aquel entonces yo trabajaba de secretaria en
un despacho de abogados. Había días en los que la actividad era muy poca, así
que un día cogí una guía de teléfonos, y me puse a buscar tiendas de deportes
por toda la costa cantábrica en busca de alguna en la que vendiesen tablas de
surf. Sabía que en Galicia no había ninguna, así que mi recorrido comenzó en
Asturias. En aquellos años las guías eran de toda España, y no estaban como hoy
organizadas por provincias, así que el trabajo fue minucioso. Sin embargo, y
gracias a que no había tantos teléfonos como hoy, la búsqueda no resultó
inabarcable. La tienda más cercana a Vigo en la que localicé una tabla fue en
“Deportes As” de Gijón. Bueno en realidad más que una, tenían dos tablas a la
venta. Aún guardamos la factura y la carta de confirmación de que había una
tabla que nos podían vender. El dueño de la tienda, ante mi interés, se ofreció
a llevarme las tablas hasta la playa de Espasante, a donde iba a ir a pescar.
Nicolás.- Un día, recuerdo que
era primavera, Ángeles me dijo que teníamos que ir a un sitio que se llamaba
Espasante, en la costa de Lugo, ya que había quedado allí con unas personas. El
motivo del viaje era que me tenía una sorpresa preparada. ¡¡Válgame Dios!!,
pensé yo. ¿Dónde está eso?. Recuerdo que aún no estábamos casados, porque le
pedimos permiso a su padre. En total fueron seis horas de viaje desde Vigo.
Cuando llegamos y nos encontramos con los señores, y vi la tabla, …, bueno
aquello fue la pera. Cuando tenía la tabla en mis manos he de reconocer que me
emocioné. Me quedé alucinado. ¡Qué tabla!. Recuerdo que leí “Roger Foam from
California”, por lo que pensé que esa sería la marca de la tabla. A pesar de
que no había olas, y de que estaba lloviendo, la tenía que probar allí mismo,
así que cuando la tabla ya era nuestra me fui directo al agua en bañador,
aunque sólo fuese para remar con ella en las aguas tranquilas del puerto de Espasante.
Cuando me senté sobre ella en el agua, no veía tabla por ningún lado. Tenía tan
poco volumen que estaba totalmente hundida. Al salir, cuando Ángeles me
preguntó qué tal, le dije, “¡¡Bárbara, bárbara!!”, aunque en realidad salí
decepcionado y pensaba, “me pongo encima y la tabla se hunde”. ¡No veía la
punta ni la cola!. No flotaba porque era muy delgada. Esto hizo que la tabla
tuviese un segundo nombre, además de cómo “la rojita”, la apodamos también como
“el submarino”.
Ángeles.- La tabla costo ocho mil
trescientas pesetas, mi sueldo mensual.
Nicolás.- Durante todos
aquellos años surfeamos los cuatro prácticamente en solitario, ya que salvo
Nacho, Víctor, Ángeles y yo, los demás que lo probaron lo dejaron enseguida,
sin continuidad alguna. El salto cuantitativo se produjo en 1975 con la
aparición de los Irisarri.
Pero antes de los Irisarri, hubo un hecho que
cambio nuestra evolución y nuestra perspectiva como surfistas. Este hecho fue
la llegada de un grupo de tres australianos a Patos. La llegada de los
“Australian people”, como los llamábamos, fue para nosotros un verdadero antes
y un después.
(Continuará ...).
(Continuará ...).
Que tal Jesus!
ResponderEliminarAnte todo mi agradecimiento hacia Angeles, Nicolas, Victor y Nacho por haber compartido esas imagenes, vivencias y maravillosos recuerdos contigo, y como no darte las gracias a ti tambien por esta labor que llevas a cabo, he leido con muchisima atención e interes el texto y no sabes como se agradece.
Un saludo para tod@s!
Simplemente ENHORABUENA Jesús -una vez más- por un relato magníficamente construido, y una labor de investigación y registro histórico que aúna rigor y amenidad a la vez, algo ciertamente difícil de encontrar ... Recordando el ambiente y el "ruído" de las reuniones origen de este relato, es impresionante ver tu capacidad de entresacar la historia de forma coherente, con más o menos leyenda de los relatores, que en nada disminuye la calidad y calidez del relato. Magnífico, sin más adjetivos.
ResponderEliminarSi quiero hacerte notar un detalle menor: una de las fotos no es del grupo de los primigenios (los 4 magníficos "neiros"). La foto nº 4 en realidad es una foto mía, posiblemente del año 76 o 77. En todo caso viene a cuento porque la tabla en la que "intento" surfear es la mencionada "Rojita" de Nicolás, que ya entonces nos había vendido (o encasquetado, no sé , ...jeje), Era realmente una tabla de muy poquito volumen por su mínimo grosor, pero lo peor era que no tenía rocker alguno, lo que hacía los takeoff casi imposibles.Naturalmente singlefin, claro. Sale en otra entrada de tu blog (http://desdelacroa.blogspot.com.es/2014/01/historias-las-tablas-de-patos.html), en la que se aprecia su "planitud".
Espero que a los primigenios, con esta pertinente aclaración, no les moleste la inclusión de esa foto mía en esta entrada sobre su historia. Y nuevamente, mis más cordiales felicitaciones para ti por tu desinteresada -y trabajosa- labor.
Muchas gracias Alberto. Ya he corregido el tema de la foto, así ellos tienen todo el protagonismo de la historia. A ver si termino pronto con la segunda parte. Un abrazo, y muchas gracias por seguir el blog!!!
EliminarHola de nuevo Jesus!
ResponderEliminarComo queria recomendar esta estupenda entrada he utilizado la imagen de la cabezera de tu blog, espero que no te importe...jeje
Saludos!
Hola Fran,
EliminarYa sabes que tienes a tu disposición todo el material del blog. Sé que harás un muy buen uso de él. Un saludo.
Si lo prefieres, utiliza alguna de las antiguas, tal vez quede mejor.
EliminarImpresionante trabajo. Muy pero que muy interesante y ameno. Mis felicitaciones desde el Pais .
ResponderEliminarReleyendo el reportaje de las entrevistas y viendo el vídeo, seguro que Juan Chedas y el resto de la "Golden Wave" se ratificarán en el merecido homenaje que les hicimos a los 4 el pasado septiembre, como pioneros en Galicia sur y -tal vez- en Galicia entera... o al menos co-pioneros! Y, desde luego, en chicas es evidente que Angeles lo es.
ResponderEliminarBuen trabajo, Jesús!
Un abrazo a todos,
Vicente Irisarri