Hace unos días publicamos en el blog la primera parte de la entrevista que hace meses hicimos a Nacho y Víctor Montenegro, Nicolás Pita y Ángeles Vega (si aún no has leído la primera parte de la entrevista, te recomendamos que pinches AQUÍ), pioneros del surf gallego, y en concreto de la playa de Patos. En esa primera parte nos contaban sus inicios, y todo el camino que hubieron de recorrer para hacerse con sus primeras tablas. Un camino emprendido prácticamente en solitario, y al que años más tarde se sumarían nuevos compañeros, tanto locales, como venimos de otros países:
Nicolás.- Los “Australian people” aparecieron por Patos en el año 1974. Recordamos la fecha perfectamente porque Ángeles y yo ya estábamos casados y aún no teníamos hijos. Era una maravilla verles surfear. Su nivel era altísimo, sobre todo comparado con el nuestro. Nos parecía que hacían verdaderas virguerías sobre las olas. El suyo era un surf de olas pequeñas y tablón, en cierto modo el surf al que nosotros aspirábamos entonces. Pero verlos en el agua llevaba las cosas a otro nivel. Ellos fueron los que nos enseñaron las nociones básicas de este deporte.
Víctor.- Tan pronto como los
vimos los asaltamos. Para mí su llegada fue fundamental, ya que tras la visión
que años atrás había tenido de aquel día de olas grandes en Patos y del
“humanoide”, nuestro encuentro con ellos fue lo que me confirmó, y de un modo
definitivo, que Patos era un lugar en el que podíamos practicar surf en
condiciones.
Nicolás.- Tras ellos, hubo
otros australianos que también resultaron fundamentales para el desarrollo del
surf en Patos. Nosotros no comenzamos a surfear en el Pico, sino en la playa.
La verdad es que ni nos lo habíamos planteado antes, y no porque no viésemos
allí mejores olas que las que cogíamos en Prado. Pero las rocas imponían mucho.
Un año vimos entrar allí a
unos neozelandeses. Más tarde, unos dos años después, otro grupo de
australianos también eligió el Pico para meterse al agua. Fue entonces cuando
nos animamos nosotros y descubrimos las bondades del Pico. Este grupo de australianos se quedó más tiempo en Patos,
unos tres meses, lo que nos permitió entablar con ellos una relación más
cercana.
Víctor.- Eran tres, y cuando
llegaron a Patos llevaban varios meses de viaje por Europa.
Nicolás.- Al parecer una de
las causas de su larga estancia con nosotros fue que cuando llegaron a Patos
estaban casi sin dinero. Una vez a la semana les dejábamos que viniesen
hasta casa para ducharse, lavar la ropa, e incluso dormir. Así que entre su
simpatía, y nuestra admiración, se puede decir que de algún modo los
proahijamos.
José Irisarri.- La verdad es
que Ángeles y Nicolás los tenían a cuerpo de rey, por lo que fue normal que se
quedasen tanto tiempo.
Ángeles.- Sus nombres eran
Paul, Peter, y del tercero no me acuerdo. Uno de ellos se puso enfermo, y
como no tenían dinero, conseguimos que lo repatriasen de vuelta a Australia
gratis en un barco de mercancías que partió desde Vigo. Pasados unos meses,
recuerdo que la madre nos envió una emotiva carta para agradecernos nuestras
gestiones y atenciones.
Nicolás.- Tras el
descubrimiento del Pico, aún pasarían unos cuantos años hasta empezamos a
entrar en la izquierda de Monteferro. La descubrimos un día en el que el Pico
estaba grande, con unos olones de impresión. Una cosa ...
Pero el descubrimiento del Pico
de Patos, una de las olas más conocidas y concurridas en Galicia en la
actualidad, fue compartido con los que unos meses antes habían sido los nuevos
compañeros en el agua de Víctor, Nacho, Ángeles y Nicolás.
Nicolás.- Nuestros primeros
cinco años como surfistas transcurrieron prácticamente en soledad, hasta que un
día, en el verano de 1975, aparecieron apoyados en la barandilla de la playa un
montón de chavalitos: los Irisarri.
Nacho, Víctor y yo habíamos
estudiado con Vicente, que era el más cercano a nosotros en edad, en los
jesuitas, por lo que ya nos conocíamos antes del encuentro. Fueron los estudios
universitarios los que hicieron que se perdiese el contacto durante algunos
años. Su aparición en la playa fue todo un revulsivo para nosotros. Hasta que
no se hicieron con sus propias tablas los recuerdo perfectamente apoyados en la
barandilla esperando a que alguno de nosotros saliese del agua para que les
dejásemos probar. Después, y ya con sus propias tablas, el verlos llegar a la
playa era como ver una película de dibujos animados de temática surfística, con
siete personajes alborotados, cada uno de una edad y altura distintas, con una
tabla bajo el brazo, entrando a la vez, y de modo apresurado, al agua.
Nacho.- De golpe el número de
surfistas en Patos se había triplicado. Sin embargo tras su llegada, no hubo en
años nuevas incorporaciones al grupo, aunque sí mucha gente, al igual que
durante los primeros años, que lo probó esporádicamente, pero que no siguió.
Alberto Irisarri.- De principios de los ochenta, destacaría a Chonchi Montenegro, sobrino de Víctor y Nacho, que debió empezar a surfear en 1982. De él se puede decir que fue el primer surfista que realmente llegó a dominar el Pico de Patos. Vivía el surf de un modo más extremo que nosotros. De hecho se puede decir que su figura encarnaba a quien hoy llamaríamos un “soul surfer”. Fue a la primera persona a que vimos anteponer el surf sobre lo demás aspectos de la vida.
Nicolás.- Muchas de las tablas
que tuvieron los Irisarri pasaron primero por mí. Se puede decir que yo se las
pasaba rodadas: la Dick Brewer, la Bilbo, la primera Rufo’s, “la rojita”, y
muchas otras que tuve después. Y como ellos eran muchos, tenía en la familia
unos clientes excepcionales.
José Irisarri.- En nuestra
defensa, hemos de decir que Nicolás era especialmente hábil para hacerse con
tablas malas. En un viaje a Santander se hizo con una de los Fiochi con la que
era realmente muy difícil coger olas o realizar cualquier giro. Eso sí, era una
preciosa tabla de color azul y amarillo. Y como ésta, pasaron por él otras
malísimas que a los pocos meses de comprarla, y tras ver su mal resultado,
intentaba deshacerse de ellas. Como nuestros conocimientos eran nulos, nos
dejábamos guiar, al igual que Nicolás en sus compras, por la estética de la
tabla, y la más bonita, o la que más nos gustaba por su color o dibujos, era la
que nos llevábamos.
Nicolás.- Viéndolo ahora, nos
resulta evidente que nuestros inicios estuvieron marcados por los nulos
conocimientos que teníamos sobre surf. Aunque disponer de aquella primera
tabla, la Barland, una tabla que era casi de profesional, era todo un
privilegio, la verdad es que resultaba poco útil para unos iniciados como
nosotros. Y como con ésa nos pasó con otras tablas. Hoy los chavales aprenden
fácilmente con las tablas de escuela, grandes, voluminosas y relativamente
ligeras. Incluso hasta seguras. Las nuestras eran de todo menos propicias para
aprender. Cuando ya supimos de la importancia del volumen, aunque las tablas
eran grandes, resultaban especialmente pesadas. Nuestro aprendizaje fue en base
a un proceso de experiencia acumulativa: prueba / error, prueba / error, hasta
que dimos con lo que realmente nos funcionaba. Así que se puede decir que por
mí pasaron unas cuantas tablas que no me acabaron de convencer.
También es de destacar que al contrario que la gente de La Coruña, que enseguida comenzó a fabricarse sus propias tablas, nosotros encontramos en los viajes nuestra principal fuente de suministro de material. Tras aquel primer viaje con Víctor a Biarritz en 1969, fue común que todos los veranos, sobre todo a partir del año en el que nos casamos, que fuésemos a pasar unos días a Francia. Esos viajes nos servían además para entrar en contacto con surfistas de otras zonas, como Carlos, el escayolista de Avilés, los Gandaria, … . En nuestra ruta por el cantábrico teníamos marcadas una serie de paradas obligatorias en donde intentábamos siempre hacernos con alguna tabla u otro tipo de material: esas paradas eran Santander, Zarautz, y como no, nuestro destino final, Biarritz.
Además de “la rojita”, que
como ya te contamos compró Ángeles en una tienda de Gijón, todos guardamos
especial recuerdo de la Dick Brewer, una tabla preciosa de color azul y
amarillo, de una sola quilla, y cola pin-tail, pero muy desgastada. Estaba
deslaminada, por lo que pesaba bastante. Fue la tabla con la que aprendieron
todos los Irisarri. De hecho fue su primera tabla. La Dick Brewer fue comprada
por Ángeles a Jesús Fiochi en un viaje a Santander que hizo con dos amigas en
el año 1974. La Cordingley la compramos en Zarautz en una tienda. La persona
que nos atendió nos contó que originariamente la tabla media 3 metros, pero la
habían cortado. El dueño de la tabla, que era también el copropietario de la
tienda, estaba de viaje. Nos atendió su novia. Aunque al principio nos dijo que
la tabla no estaba en venta, al final, y tras mucho insistir, le convencimos
para que nos la vendiese. Años más tarde supimos que el dueño de la tabla era
Iñigo Letamendia. La Cordingley fue una de las tablas de mi vida, junto con la
primera que le compré a Rufo. Se la vendí, y será de algo de lo que siempre me
arrepentiré, a un chaval que llamábamos “Musculitos”, que era carpintero. Tras
la venta le perdí la pista y nunca más supe de ella.
Nacho.- Mi primera tabla fue una Freedom, y
después tuve una Santa Marina de color azul.
Nicolás.- Aquellos viajes suponían toda una
experiencia, y rompían en cierto modo el aislamiento surfístico en el que
vivíamos. Cuando en medio del viaje nos cruzábamos con un coche que llevaba
tablas, pitábamos y parábamos para saludarnos, aunque fuésemos en direcciones
distintas. Para nosotros aquello era precioso. Existía, entre todos los que
compartíamos aquella pasión, una cierta complicidad de tribu. Se iba a ciegas a
los sitios, y si encontrabas a alguien que también surfease, era
extraordinario. Existía un gran compañerismo.
Ángeles.- Todos estos
acontecimientos los viví en primera persona ya que iba con ellos a todas
partes. He de reconocer sin embargo que fueron muy pocas las veces que logré
ponerme de pie. Cuando lo intentaba solía caerme. Lo que sí que hacía era coger
las olas tumbada, y ¡¡llegaba hasta la orilla!!!
Nicolás.- Otro de nuestros
destinos predilectos era Portugal. Curiosamente la costa portuguesa, desde la
perspectiva del surf, la descubrimos en uno de nuestros viajes a los almacenes
Somartis. A finales de los setenta comenzamos a viajar asiduamente a Portugal
por dos nuevas aficiones que teníamos: los peces y los caballos. En España casi
no había mercado de acuariofilia, así que teníamos que viajar hasta Viana do
Castelo para incorporar nuevos ejemplares a nuestro acuario. Además, y en la
trasera del almacén, había un picadero en el que montábamos a caballo. Y claro,
en esos viajes, sobre todo a partir del momento en que comenzamos a conocer las
virtudes del oleaje de la costa Norte de Portugal, nos acompañaban también las
tablas. De camino a Somartis pasábamos por Afife. Ancora era otro de los sitios
habituales al que solíamos ir. Moledo siempre lo vimos pero nos dio miedo por
las corrientes. Descubrir las playas de Portugal, que entonces eran unos
arenales solitarios, absolutamente libres de surfistas, nos resolvió nuestro
problema de falta de olas durante el verano. De todos modos en los setenta
cruzar la frontera era toda una aventura. Y no sólo por llevar aquellos grandes
tablones en las bacas del coche que solían despertar sospechas, o al menos
curiosidad. Pasar a otro país no era como ahora. Primero estaba la cola en el
puente sobre el Miño. Después te tenían que dar el folio de carta verde para
pasar. El viaje que te lleva hoy una hora se podía convertir fácilmente en tres
horas. Pero era difícil resistirse a las expectativas que aquella costa nos
creaba.
Víctor.- El contacto con el grupo de surfistas de La Coruña no se produjo hasta el año 1975. Nacho estaba estudiando allí aparejadores, así que nos imaginamos que fue a través de él que supimos de la celebración de un campeonato de surf en la playa del Orzán. Y allí nos fuimos. Cuando llegamos, y sacamos la Barland, que era muy pequeña con respecto a las tablas normales de la época, recuerdo que la gente de La Coruña pensaron que deberíamos ser muy buenos por ir con una tabla tan pequeña.
Nacho.- Recordamos bien la
fecha, porque aprovechando el campeonato nos sacamos el carnet de federados. A
la gente de La Coruña la conocí en mis años de estudiante en la ciudad
herculina. Cuando paseaba por el Orzán, o Riazor, era fácil verlos desde las
barandillas de la playa. Gracias a ellos, y a que en alguna ocasión me dejaron
sus tablas, pude también probar las olas coruñesas, aunque en mis años de
estudiante, al menos en La Coruña, no surfeé mucho. Me acuerdo por supuesto de
Rufino, de Tito y, como no, de Carlos Bremón. Y también de Jose, con su
inconfundible barba y albornoz.
Nicolás.- En aquel campeonato
del Orzán, tanto Ángeles, que compitió con otras dos chicas, como yo, nos
llevamos un buen susto. A Ángeles le cogió una serie de olas en la orilla que
no le dejaban salir; y a mi se me rompió el invento cuanto estábamos bastante
alejados, y me costó un montón regresar hasta la orilla.
Nicolás.- El tener acceso a
tan poca información sobre surf, hizo que cualquier cosa vinculada a él la
recibíamos como un gran acontecimiento. Por ejemplo el estreno en España de “El
gran miércoles”. Creo que la llegamos a ver 28 veces al menos. Fue en esa
película donde vimos hacer por primera vez, lo que nosotros llamaríamos un
“Donlurio”. Nos parecía especialmente divertido el compartir una ola con un
amigo e ir cruzándonos por la pared. De hecho era muy común también que en una
misma ola fuésemos todos a los que nos llevase. El “Donlurio” era algo así como
la gran maniobra de la época para nosotros, y viéndolo hoy, con la perspectiva
que da el tiempo, es sin duda una excelente muestra del espíritu que se vivía
en el agua, en el que el compartir era algo fundamental para nosotros.
Me he pasado un buen rato leyendo junto a Carmen estas deliciosas historias. Ella en los 70 ya frecuentaba esa playa, yo por aquel tiempo correteaba por las dunas de Samil...jeje Ese encuentro con los australianos daria para una peli, lo que son las cosas del destino. Lo dicho, muy interesante escuchar todo esto a sus protagonistas. Por cierto, me hubiera gustado asistir a esa mesa del video anterior con todas esas anecdotas
ResponderEliminarSaludos Jesus!
Hola de nuevo Jesús, unas puntualizaciones de orden cronológico, desde mis recuerdos (y perdón si me extiendo en demasía):
ResponderEliminarLos primeros australianos conocidos, Peter, Paul y el 3º, fueron los que se quedaron 3 meses por Patos y Vigo. Eso fue antes del año 1975, seguramente el verano del 74, del 73 o del 72; Nicolás seguro que lo sabe. Nosotros no llegamos a conocerles, pues comenzamos a probar con las tablas en el verano de 1975. Que sepamos, esos tres australianos, los tres con longboard, nunca se metieron en El Pico.
Los neozelandeses pasaron por Patos apenas un par de días, posiblemente en septiembre/octubre de 1976, y aparcaron la furgo y surfearon directamente El Pico. Debieron llegar con alguna marejada,y se fueron en cuanto bajó el mar. Mi hermano Jose es quien mejor los recuerda, especialmente a un kneerider que surfeaba de maravilla, si mal no recuerdo. Aunque entonces supimos que El Pico era surfeable, no nos atrevimos a meternos por miedo a las rocas, y por falta de nivel.
Fué a finales de septiembre, primeros de octubre del siguiente año 1977 cuándo llegaron los australianos, también en furgoneta, y directos al Pico, coincidiendo con una buena marejada. La marejada duró 3 o 4 días, y ellos estuvieron algo más de una semana, hasta que se cansaron de ver el mar plano. Fue entonces con las últimas olas de esa marejada y con estos australianos en el agua, que nos decidimos a entrar y pillar unas olas, las primeras surfeadas nunca en El Pico por surfistas "locales". Y desde ese días hasta el presente.
En la filmación de la entrevista oirás a Jose decir que esto último fue el año 1976, y que los neozelandeses vinieron en 1975. Yo sinceramente, a falta de otras evidencias y salvo que mi hermano tenga mejor memoria que yo, creo que octubre de 1977 puede ponerse como la fecha de descubrimiento o apertura del Pico de Patos al surf local.
saludos, e boas ondas,
Alberto Irisarri
Hola Alberto,
EliminarMuchas gracias por tus aclaraciones sobre los australianos. La verdad, y de la entrevista, es que el orden no me quedaba del todo claro, y tenía dudas sobre quiénes habían sido Peter, Paul y el 3º (¿los primeros? ¿los terceros?). En el orden lo que me despistó, es que de la conservación me había quedado con el detalle de que uno de esos australianos, y por eso pensé que serían los que vosotros habíais conocido, tenía especiales dotes con los animales, ya que una vez, cuando fue a vuestra casa, y Zapa le salió a la carrera, casi la dominó con la mente. Mañana corrijo este texto, y el del descubrimiento del Pico de Patos, para ajustarme a la realidad. Como siempre muchas gracias por tus comentarios y apuntes, que son el complemento perfecto para las entradas. Un abrazo, e boas ondas,
Jesús