"Otro de los descubrimientos que hicimos en uno de aquellos primeros veranos como surfistas, fue el de la playa de Nemiña, posiblemente en el año 1974. Un domingo de mar en calma, y con el mapa Firestone que me había ayudado a descubrir Doniños, Luis Otero y yo nos lanzamos a la carretera a la búsqueda de olas en el área comprendida entre Finisterre y Carnota. Luis era un gran compañero para este tipo de aventuras, ya que lo consideraba un experto conocedor de la costa, con información detallada de gran cantidad de playas y acantilados por su afición a la pesca submarina.
Tras varias horas en la carretera, y después de explorar varias zonas, el caso es que no encontrábamos una playa que nos pareciese adecuada, en especial porque el nordeste que soplaba ese día les daba mal a todas. En otras ocasiones la presencia de rocas, muy cerca de las rompientes, nos llevaba a descartarlas.
Rebuscando posibilidades en el mapa Firestone, me llamó la atención una misteriosa playa alejada de la civilización que, con orientación totalmente sur, se escondía detrás de una punta, al abrigo de Cabo Touriñán. El nombre que figuraba en el mapa era Nemiña. Decidimos volver hacia el Norte y tratar de llegar hasta ella. Pasado Cee parecía que había que desviarse pronto y tomar, entre tantas y tantas pistas, la adecuada que nos llevase hasta la costa en dirección oeste. Tras probar por distintos caminos, supimos que estábamos cerca de nuestro destino gracias a un oxidado cartel que encontramos en el borde de la tortuosa carretera y que nos anunciaba la entrada a Nemiña. Antes de llegar a la playa, cruzamos el pueblo, una pequeña y típica aldea de la Costa da Morte con algas secando en los prados, nasas en las puertas de la casas y maíz colgando de los balcones. Preguntando, localizamos una estrecha carretera mal asfaltada que bajaba recta hacia la costa y desde la que pudimos vislumbrar un arenal que tenía ya a esa hora el sol a su derecha. Cuando llegamos lo que vimos nos extasió: unas magníficas olas de medio metro peinadas por una perfecta brisa terral se iban desplegando y rompiendo sobre una playa larga y algo abrigada, en aquel momento desierta, flanqueada por dunas que trepaban por una colina y que parecía estar impregnada de una serena tranquilidad. Tan sólo una vieja casa en su extremo oeste denotaba la presencia humana. Creo que cogimos olas, pero la verdad es que no lo recuerdo.
Estos descubrimientos, como los de otras playas, los dábamos a conocer en campeonatos que decidíamos precisamente organizar en esas olas. La verdad es que en dichos campeonatos la competición estaba en un segundo plano, y lo que primaba era la oportunidad de conocer y estar en contacto con otra gente con la que se compartía la pasión por el surf. En 1975, poco después del descubrimiento de Nemiña, se nos ocurrió organizar un campeonato allí. El único inconveniente del lugar era que estaba a 100 kilómetros de A Coruña. Había que alquilar un bus y se me ocurrió, como Delegado de la recién constituida Delegación Gallega de la Sección Nacional de Surf, el ir a pedirle al Delegado Provincial de Deportes, Enrique Tapia, buen amigo mío, una subvención. Nos dio 5.000 pesetas que, aunque parezca mentira, llegaron para alquilar un bus (seguro que aquella fue la primera subvención que recibió el surf gallego). Y allá nos fuimos un domingo. Sin embargo al llegar a la playa, apenas rompían 50 centímetros de ola, imposibles de surfear, por lo que el campeonato se acabó convirtiendo en una gran sardiñada.
El campeonato que no se llegó a celebrar en Nemiña tuvo lugar meses después, concretamente el 19 de octubre de 1975, en la playa de Barrañán. Aquel sería el primer Campeonato Gallego de Surf de la historia. Nicolás Pita, que actuaba como secretario de la Delegación Gallega, y representante de los surfistas del sur de Galicia, conserva las primeras actas de la Delegación, entre las que se encuentra la que contiene la crónica y resultados de aquel campeonato, que por cierto gané por delante de David Vecino, Luis Peña y Fernando Adarraga, en un día, tal y como se recogió, de cielo despejado, viento suave del noroeste, temperatura de 17 grados, y un ligero oleaje de fondo con olas rompiendo cerca de la orilla de entre 1 metro y metro y medio, con predominio de las izquierdas.
Meses más tarde, se organizó el I trofeo de Navidad, concretamente el 28 de diciembre de 1975. El campeonato organizado tanto por la Delegación como por la sección de surf de la Sociedad Deportiva Orzán, se celebró finalmente en el Orzán. Como recuerdo se concedió a todos los participantes una medalla conmemorativa".
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