Desde que comenzó diciembre llevamos algunos de los meses más lluviosos que recuerdo. No es que mi memoria vaya muy atrás, sobre todo porque antes no era tan consciente, o no me fijaba tanto, en las condiciones meteorológicas. Pero vivir en el campo hace que uno se vuelva más sensible a estas cosas, sobre todo porque tu día a día se ve muy influido por el clima. Y más que el viento o el frío, lo que más nos condiciona es la lluvia. Cuando llueve sin parar, día tras día, la humedad lo invade todo, hasta un punto en el que el agua parece querer salir de la tierra. En esos días muchas de las tareas habituales se han de dejar para otra ocasión. Estar fuera no tiene sentido, salvo que te quieras buscar un buen catarro.
Lo que sí que es inaplazable son los paseos. El convivir con dos perros te obliga en cierto modo a dárselos todos los días. De hecho ellos te lo reclaman. Así que aunque las condiciones fuera te inviten más bien a quedarte en casa, nos abrigamos y salimos. Hay días en que las condiciones son realmente desagradables: viento, granizo, lluvia en horizontal, ... Pero ver lo que se puede llegar a agitar la naturaleza, desde la tranquilidad que da el estar en tierra firme, resulta revelador y compensa un poco lo desagradable de este invierno, que de prolongarse algo más va camino de parecer un invierno sin fin.
Es lo mejor tener un perrito como disfruta con lo fría que tiene que estar el agua :O) que lindo!!!
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