14.7.12

HISTORIAS. El primer surfista de Doniños.


El encuentro con Juan Abeledo hijo era una de esas entrevistas que por accesible fui posponiendo. Había hablado con él además en anteriores ocasiones, por lo que muchas de sus anécdotas e historias de aquellos años ya las conocía. Me faltaba sin embargo completar datos, y recoger de él el relato que uniese todas esas historias. Hasta que ayer, de vuelta del trabajo, y al pasar por delante de su casa, por fin me decidí. Faltaban además casi dos horas hasta que bajase la marea, así que tras comer algo, cogí la libreta, el bolígrafo, y me fui a hacerle una visita.

Su casa queda a aproximadamente unos cinco minutos andando desde la nuestra. A pesar de que estamos en julio, la carretera está muy poco transitada. El verano no acaba de llegar. En lugar de estar disfrutando ya de días soleados y de calor, las nubes y una ligera brisa de mar hacen que el ambiente sea fresco. Seguramente por ello, casi todos los vecinos están trabajando en sus jardines, cortando la hierba, arreglando setos, …. La vegetación, y más en este lado del valle, ha dado un estirón considerable en los últimos días en esta primavera prolongada en la que parece que estamos inmersos.

El ruido de una radio encendida me indicó que efectivamente estaba en casa. Subí por las escaleras de piedra por las que se entra al terreno, y que a su vez sirven de cierre, y me encontré a Juan trabajando en el jardín, al igual que sus vecinos, vestido con un buzo azul manchado de pintura, y tal y como me dijo, de “reformas”. 

Juan, como antes sus padres, pasa los veranos en una bonita casa en una de las laderas del valle de Doniños. Dada su posición elevada, el terreno posee unas excelentes vistas al lago y a la playa. La casa, si destaca por algo, es por sencilla. Precisamente ése es su encanto especial. Un lugar en donde a mí tampoco me importaría pasar los veranos.

La casa fue levantada por sus padres en los setenta, aprovechando los fines de semana y las vacaciones, por lo que constructivamente no tiene grandes techos ni espaciosas habitaciones. Sin embargo las cuestiones importantes a la hora de ubicar una casa sí que se tuvieron en cuenta. El frente de la casa se encuentra orientado perfectamente al sur,   protegido de los vientos fríos del norte. El jardín tiene el tamaño justo para que su mantenimiento no precise de demasiado trabajo, con una hierba de una especie característica de los acantilados, que además de ser resistente al ambiente marino, se caracteriza por crecer casi sólo en horizontal. Este modo de crecer, que casi no exige mantenimiento, genera además una malla muy tupida, cómoda y agradable de pisar.

Los techos de la casa están formados por una especie de arcos, que junto el intenso color blanco de las paredes, dan a las habitaciones una sensación de amplitud, además de llenarlas de luz. Por fuera la casa es también blanca, con los únicos adornos de unas contras de madera de color azul.

Y al lado de la casa un garaje que es como adentrase en el “almacén” de los tesoros. A parte de “La Gaviota”, y entre las alacenas, te puedes encontrar con una Rufo´s, o una de la tablas construidas por Félix Cueto, también conocida como "La Guapa". Pero también trajes de buceo, objetos recogidos en la playa, un monopatín construido en Bazán, …, Juan tiene almacenadas miles de cosas curiosas, además de una colección completa de la revista Carteles, de la cual tomó el nombre para el bar que regenta desde hace años en Ferrol.

Pero antes de disponer de esta casa, Juan y sus padres ya habían pasado muchos veranos en Doniños. Antes de que él naciera, Juan y Matilde, ya acampaban en Outeiro, en una zona que como dicen ellos "se habían preparado", y a la que le habían puesto el nombre del “Castro”. Fue así como Juan pasó toda su infancia y juventud a pie de playa, entre las olas de Doniños y los acantilados y bajos que existen entre Outeiro y las Islas Gabeiras, en donde aprendió a pescar y descubrió los secretos del mar junto a su padre.

“Evidentemente, y antes del surf, mi relación con el mar era la playa, los acantilados y la pesca submarina, de la cual aprendí todo de mi padre. Con él y otros amigos, a parte de otras zonas, nos conocíamos al dedillo el tramo de costa que discurre entre Outeiro y las Islas Gaberiras, que eran las zonas, por proximidad, a las que con más frecuencia solíamos ir. Creo que cada roca, caverna y cueva que hay en este tramo de costa la recorrimos buceando en busca de nuestras presas. La pesca que nosotros practicábamos era una pesca de subsistencia, y buena parte de nuestra alimentación en verano se basaba en las robalizas, sargos … que cogíamos”.

Un día un compañero de su padre en el astillero, de regreso de un viaje a Estados Unidos, le trajo una revista de surf. “No recuerdo si fue un encargo de mi padre, pero el hecho es que aquella revista llegó a nuestra casa. Repasé y revisé las imágenes que contenía innumerables veces. Las olas que aparecían en las fotografías eran como las que nosotros veíamos romper en Doniños desde el Outeiro, con lo que estaba claro que aquello que hacían esas personas se podía hacer también en nuestra playa. Así que viendo aquellas imágenes, sentí las ganas, por no decir la necesidad, de coger yo también olas, imitando a aquellos surfistas desconocidos que aparecían en la revista. Sólo había que hacerse con una tabla.

Pero lo verdaderamente difícil, estamos hablando de 1971, era lograr una de ellas, así que mientras no llegaba la oportunidad me lancé a coger olas con lo que tenía más a mano, que eran mis aletas de bucear y mi cuerpo. En aquellos primeros intentos de deslizamiento creo que me ayudó mucho el conocer tan bien la playa y sus corrientes, que hacía que me resultase relativamente fácil entrar hasta las olas y ser arrastrado por ellas.

A las aletas le siguieron a los pocos meses una colchoneta hinchable que compró mi padre, con la que, impulsados además por las aletas, cogíamos las olas con muchísima más facilidad, además de lograr mayor velocidad. Aquello se parecía cada vez más a lo que suponíamos debía ser el surf".


"El último paso lo dí en 1972, el año en que estaba haciendo el servicio militar. Me imagino que fue en el cuartel, y a través de algún compañero originario de Cantabria, que supe que en Santander había gente haciendo surf. Aquella era la manera más fácil de hacerme con una tabla. Así que un día, y con el dinero ahorrado, empredí la ruta, viajando en auto-stop hasta Santander.

Aquella tabla se la acabé vendiendo con los años a los Antón. Después de ésta tuve una Rufo’s Surfboards que fabricaba nuestro amigo Rufino y que aún conservo.

Al año siguiente de comprar la tabla empecé a estudiar la carrera de náutica en Coruña, y totalmente enganchado al surf, me llevé conmigo la tabla. Allí entré en contacto con la gente de Coruña: Jose, Carlos, Tito, Rufino, Quique, …, a los que con el tiempo se nos uniría Luis Bericua y otros. Casi en paralelo debimos conocernos y descubrir ellos Doniños, ya que no lo conocieron a través de mí. Por edad no coincidí en la Escuela ni con Félix, aunque sí lo conocí después, ni con Miguel Camarero ni Gonzalo Viana".


"Con la gente de Coruña trabé rápidamente una profunda amistad, y me uní a su grupo. Juntos surfeábamos durante el invierno en el Orzán, Santa Cristina, Barrañán, Sabón, Nemiña, Malpica, …, y en verano nos encontrábamos en Doniños, a donde solían venir los fines se semana.

Al contrario de lo que pueda parecer por mi profesión, no surfeé en ninguno de los viajes en los que estuve embarcado. Lo intenté en el primero, en el que me llevé la tabla. La ruta recorría el Cantábrico y antes de partir tenía la esperanza de poder ir haciendo surf en nuestras paradas. Pero la realidad fue que la tabla no se bajó del barco, y se convirtió más que nada en un incordio durante toda la campaña por lo que ocupaba. El espacio en el camarote era muy limitado, y tampoco me permitían tenerla en cubierta. Así que tras aquella experiencia decidí no volver a llevarla nunca más. Aunque visité sitios en los que hoy sé que existen comunidades de surfistas, tampoco me encontré a mucha gente surfeando. De hecho sólo recuerdo ver surfistas en Japón.

Fuimos muy pocos los que en Ferrol nos iniciamos en el surf en la década de los setenta. Que yo conozca, creo que antes que yo, hubo unos hermanos en Covas, los Maneiros, que se las apañaron con un molde para fabricar dos tablas. Creo que iban a la playa de Ponzos, por lo que nunca coincidimos, de modo que todo lo que te cuento es de oídas. Tal vez nunca llegaron a surfear. Sé que al poco tiempo lo dejaron y se pasaron a la construcción de lanchas en fibra. Sabía de Maso, y el grupo de socorristas de Valdoviño. Con Maso coincidí en Náutica. En Doniños mi padre y los Antón fueron los primeros. Más tarde Juan Chedas, los Couto y los Montalvo. Recuerdo también a una chica, Elisa, que venía a pasar los veranos a Doniños, y a la que su padre le compró una tabla. Pero fue algo totalmente esporádico. Un capricho de verano".


"El día a día en Doniños en aquellos años era bien distinto al de hoy. A parte de que venía muchísima menos gente a la playa, la presencia del campo de tiro, y de los militares, marcaba de algún modo la vida en el pueblo. Los militares usaban a su antojo la playa, las dunas, el lago y los terrenos colindantes. Andaban a tiros en sus prácticas por los campos. Hasta que llegó un momento, ya con la democracia instaurada, que la gente comenzó a protestar. Fue así como los militares tuvieron que limitar sus actividades al interior del campo de tiro.

Para que te hagas una idea de cómo eran las cosas te contaré una anécdota que viví en primera persona. Una mañana de domingo, temprano, mientras me estaba dando un baño en el medio de Doniños junto con mi amigo Enrique, comenzamos a oír cómo algo agitaba el agua, como caído del cielo. De pronto un fuerte impacto me golpeó en la espalda y me tiró de la tabla. ¡¡Lo que caían eran balas!!. Dolorido, salimos del agua tan rápido como pudimos. Ya en tierra gateamos por la arena arrastrando las tablas y buscando la protección de las dunas. Subimos hasta casa, pero mis padres no estaban allí, así que bajamos hasta Outeiro. Cuando los encontré mi padre me examinó la espalda, y tenía lo que parecía la picadura de un gran insecto. De la playa nos dirigimos directos al médico de la Cabana, que asustado al ver la herida me mandó urgentemente al hospital. Allí nos dieron la noticia. Tenía alojada entre la 5ª y 6ª vertebra una bala, que no había ido más allá gracias a que en su trayectoria había sido frenada en parte por la cremallera del traje.

El asunto no transcendió ya que eran otros tiempos. Pasado el revuelo que causó el incidente, el Jefe del Destacamento, que era amigo de mi padre, nos reveló que la bala provenía de la pistola de un civil que, en aquella mañana estaba practicando, sin autorización oficial, el tiro en la galería de la instalación militar. Al parecer el individuo creía que estaba disparando a delfines.

A pesar de incidentes como éste, la relación con los militares en el día a día no era mala, y había una serie de servicios que si no fuese por ellos no tendríamos, como por ejemplo la enfermería. También tenían una balsa en el lago que nos dejaban utilizar, y que solíamos usar los días en los que no había olas.

En cuanto a las olas, y si me preguntas si creo que ha cambiado su manera de romper como algunos dicen, te diría que en base a mi opinión no. Doniños, en donde las olas rompen por la forma de los fondos de arena, siempre ha tenido mejores y peores momentos. Más bien me parece que ahora rompen las olas más grandes que antes, pero también puede que sea mi sensación al verlo desde fuera, y con el punto de vista de alguien que ya no entra en el mar a coger olas".

Era hora de irme. Tras contarme sus últimos proyectos para el jardín, quedamos en volver a vernos este verano.

Fotos:

1.-Saliendo del agua en Doniños con la tabla traída de Santander.
2.-A la derecha con uno de los cántabros.
3.-A la derecha atando las tablas en el coche de Luis Bericua, a la izquierda.
4.-Escena cotidiana en Doniños. Charlando con Jose y otros amigos con una coca-cola en mano.

Fotos 3 y 4 por Luis Bericua

2 comentarios:

  1. Me he pasado un muy buen rato disfrutando de la lectura, muy buenas las descripciones que haces Jesus. En cuanto a la historia pues que me ha encantado, junto con los enlaces la cosa va tomando cuerpo. Desde luego el eslogan en la pegata del Dyane 6 es aplicable a los protagonistas, como recuerdo esa palanca de cambios...jeje
    La anecdocta del tiroteo en el agua me ha dejado con la boca abierta...
    Resulta especialmente placentero y agradable leer estas cosas, es como una via de escape ante tanta noticia oscura.
    Lo dicho, enhorabuena por tu labor como documentalista Jesus, hasta la proxima!

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  2. Precioso relato!!! Gracias por compartirlo.

    Niegà

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