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4.10.24

La tabla de Darryl


El sudafricano Darryl llegó en un velero a Coruña en 1972, en la primera etapa de un periplo que esperaba lo llevase a los océanos Índico y Pacífico vía Marruecos, las Islas Canarias y el Canal de Panamá. Tanto Darryl, como el compañero que le acompañaba en el viaje, conocían bien el Índico, ya que el año anterior habían explorado, también en barco, las Islas Mauricio, las Reunión y otros grupos de islas del Índico. Aquel viaje, y las experiencias vividas, les habían llevado a tomar una decisión vital: abandonar su vida en el continente y sumergirse en la aventura de recorrer los tres grandes océanos del planeta a la búsqueda de olas.

Su aparición en A Coruña fue toda una revolución entre los surfistas gallegos, no solo en cuanto a su nivel de surf, sino también por su filosofía de vida. Les empujó a surfear en olas en las que hasta entonces no se habían atrevido a entrar por la violencia de su rotura, enseñó a Rufino algunos de los secretos de la fabricación de tablas de surf y, además de un gran recuerdo, dejó una tabla, shapeada por él en Islas Mauricio, con unas líneas y formas hasta entonces nunca vistas en Galicia. Un gun, 7’2” con cola pin-tail, con un shape orientado a las olas rápidas y potentes que Darryl espera descubrir en el Pacífico.


Tras una avería en el timón del barco de difícil reparación, Darryl y su amigo decidieron abandonar, por un tiempo, el proyecto de navegar por los Mares del Sur. Antes de regresar a su país, Darryl vendió su tabla a Carlos Bremón. La de Darryl fue la tabla de Carlos durante varios años hasta que, a principios de los 80, se la vendió a alguien que no recuerda.

Esa persona posiblemente fuese Lozano, un amigo del instituto de Gonzalo Casal “Super”, ya que este recuerda que en sus inicios en el surf, en 1985, entró varias veces al agua con esa tabla en la playa de Santa Comba. Pero desde entonces, se le perdió la pista.

El verano pasado, al poco de editar Otro mar, me encontré con Pablo en Pantín. En medio de nuestra conversación me dijo: “tengo una de las tablas que aparece en el libro”. A principios de los 90, Pablo se hizo con una tabla a cambio de unas pesas. Nunca llegó a utilizar esa tabla, ya que enseguida se hizo con otras de menor volumen y más manejables, así que, en una especie de cápsula del tiempo, la tabla estuvo sin uso durante más de 30 años guardada en el taller de carpintería de su padre.


Meses después, Pablo me trajo a casa esa tabla. No había lugar a dudas, era la de Darryl. En videollamada con Carlos Bremón lo confirmamos al 100%. Ahora le espera una merecida restauración.

Podéis disfrutar de la historia completa de Darryl en Otro Mar, y de sus contenidos extra pulsando AQUÍ.

25.3.20

Océano Surf Museo - el documental.

Hace aproximadamente tres años participé en la puesta en marcha del Océano Surf Museo en Valdoviño junto con otras muchas personas. De todas las iniciativas que se lanzaron, una de las que me pareció mas interesante fue la del audiovisual que diese la bienvenida a los visitantes del museo (otra su web, que os recomiendo que visitéis pulsando AQUÍ; también el archivo fotográfico que es accesible desde la web). Los organizadores confiaron la producción de un pequeño documento al estudio STGO, con Pablo Fernández a la cabeza. Quien conozca a Pablo sabrá de su buen hacer, técnica y gusto. De las aportaciones de los muchos que aparecemos en el vídeo, y de sur arte, surgió el audiovisual que el lunes pasado el Océano Surf Museo estrenó en internet y que ahora podéis ver también en desdelacroa.

19.3.20

La historia comienza … (en el Norte), por Miguel Camarero.


“Antes de iniciarnos con el surf, ya teníamos una gran pasión por el mar y habíamos vivido la “sensación”. Nos habíamos deslizado en las olas con botes de remos, colchonetas, nadando… También con un cayuco traído de Guinea. O con un extraño artilugio de vela latina precursor del windsurf. ¡Hasta lo experimentamos con una pesada “anduriña” que tenía Gonzalo! 

Gracias a un ejemplar de la revista Mecánica Popular, supimos que las tablas de surf se construían con madera de balsa. Pero aquel material, el único con el que pensábamos que se podía fabricar una tabla, era algo exótico e inaccesible para nosotros, lo que nos alejaba de cualquier posibilidad de acceder al deseado artilugio. 

En esos años, cayó en nuestras manos un LP del grupo de música surf The Astronauts. Música con muchísimo ritmo que describía en sus letras el surf. También otros de los Beach Boys, y alguna película con escenas sueltas o segundos planos en los que se veían surfistas. Entre las películas recuerdo “La Playa”, pues pudimos verla diez veces. En ella, un actor secundario se ponía ciego de correr olas en una playa que resultó ser Malibú. Otra de la época con surf de fondo, al menos durante un par de intensos minutos, fue “500 millas”, protagonizada por Paul Newman. Era muy poco, pero suficiente para que creciese nuestra ansia por practicar aquel deporte. Pero no había tablas, y no nos imaginábamos cómo conseguirlas.

Con esta frustración transcurrió el tiempo, hasta que un día, en la primavera de 1969, vimos a un tipo con una tabla naranja que corría las olas de la playa del Orzán con la misma elegancia que el “artista” de “La Playa”. Es curioso que en mi memoria no queda más que el impacto de la visión del surfista, que era Félix Cueto, y ni rastro de la forma en cómo se inició una estupenda amistad. 

De entre los lugares de nuestros comienzos guardo especial recuerdo de Malpica. Malpica ofrecía una excelente playa, un pueblo acogedor y una gran ventaja: la “facilidad“ para el transporte de personas y tablas, ya que los chóferes de la empresa de autobuses Finisterre, que era la que explotaba la línea que iba a Malpica desde A Coruña, nos permitían transportar las tablas “en cabina”. En Malpica comenzó nuestro duro aprendizaje, aderezado por las broncas continuas que Gonzalo y yo recibíamos de Félix ante nuestro nulos y torpes avances. La impaciencia de Félix era lógica, pues mientras nosotros nos iniciábamos con su tabla, él sólo podía disfrutar de un “paipu”, que era como llamábamos a una especie de bodyboard que tenía Félix.

Aquel septiembre acampamos durante varios días entre la playa de Sealla y la de Area Maior. Recuerdo la inmensa hospitalidad “malpicana” personalizada en Carmen Amigo, y los maravillosos caldos y caldeiradas que nos preparaba y con los que vencíamos el descomunal apetito con el que salíamos del agua. 

Poco a poco, comenzamos a soltarnos encima de la Bilbo de Félix y a escaparnos de la espuma cogiendo “carne de ola”, que así era como llamábamos a las paredes. Son pocos los testimonios gráficos que quedan de aquellos primeros baños ya que no teníamos cámara de fotos, ni nos planteábamos siquiera su necesidad. 

Los naufragios del Isla y el Erkowit, en otoño de 1970, nos sorprendieron a los tres surfeando en el Orzán. La tragedia del Isla causó una gran conmoción en la ciudad y provocó la reactivación de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos, que se transformó poco después en una sección de la Cruz Roja. Para entrenar a los que nos habíamos presentado como voluntarios, los británicos de la RNLI enviaron dos lanchas que permanecieron, con su tripulación, más de un año en nuestro puerto. En esas prácticas tuve la suerte de conocer a Carlos Bremón. Un día de mal tiempo, mientras estábamos embarcados en el veloz prototipo, corrimos con la embarcación una rompiente y salió el tema del surf. Carlos me contó que tenía en “usufructo” una tabla más grande que la Bilbo de Félix. Su tabla era una “Ten Toes” de casi tres metros y un peso considerable. Carlos tenía además un Seat 850 con el que podía llevarnos a la playa. 

Aquel invierno disfrutamos del surf con Carlos Bremón, Alejandro Mesías y Manuel (no recuerdo su apellido), a los que se sumaban algunos irregulares como Carlos Coira y Pipo Vázquez, además de otros compañeros de Náutica que, atraídos por la novedad, venían de vez en cuando a probar. Como el número de surfistas era mayor que el de tablas, entrábamos al agua por turnos. Las esperas en verano se solventaban sin problema, pero en invierno teníamos que acudir a una protección térmica adicional a base de jerséis de lana o camisetas que creíamos nos aguantaban un poco más el calor corporal. En realidad, la mayor protección nos la proporcionaba, además del ansia de surfear, la “vergüenza” que nos provocaba la madre de Carlos Bremón, casi octogenaria, y que compartía el baño con nosotros sin quejarse del frío. Solía acompañarnos a la playa cuando íbamos a hacer surf, ya que era una persona a la que le encantaba el mar. Para ella había dos tipos de personas: los que eran como nosotros, amantes de las olas y el océano, y el resto, a los cuales no tenía en la misma consideración. Las tiritonas en el viaje de vuelta, con el coche atiborrado de gente húmeda y agotada, duraban el interminable tiempo que la calefacción tardaba en caldear el interior del vehículo.

En muchas de nuestras excursiones en busca de olas recurríamos al autostop, que en la España de los setenta era un procedimiento habitual para viajar. Llegar a las playas era un gran problema, y como los tablones eran pesados y voluminosos, su transporte suponía una dificultad añadida. Era normal, a falta de baca, llevar las tablas “abrazadas” por fuera de las ventanillas. Muchos conductores no se daban cuenta del berenjenal en que se metían cuando, amables, paraban a unos individuos cargados con unos extraños artilugios. Haber dado con buena gente, y la curiosidad que despertábamos, nos fue de importante ayuda y una gran aliada. 

Uno de esos viajes fue a Salinas, en donde Félix pasaba los veranos. Además del equipaje, Gonzalo y yo nos llevamos dos tablas. De camino estuvimos varios días en Tapia, todavía en sus comienzos, pero ya con fama de playa y personajes curiosos. En Salinas nos recibió la familia Cueto, que eran tantos hermanos como un equipo de rugby con suplentes incluidos, entre ellos varios surfistas. A excepción de Carlos García “el escayolista”, que usaba una tabla enorme, en aquellos pagos ya disfrutaban de modernidades ligeras y se comenzaba a ver el invento. Nos alojamos en un chalé abandonado. La estrella de nuestra dieta fueron los bocadillos de morcilla asturiana que comprábamos a treinta céntimos de peseta, y que se adecuaban a nuestro pequeño presupuesto.

En aquellos viajes en autostop se daban escenas curiosas: por ejemplo, viajamos en un carro del país desde Los Molinos a Berdoias. Los tractores eran también sensibles a nuestros esfuerzos y, si tenían espacio, era raro que no parasen. De esa forma exploramos desde Sisargas a Finisterre. Planificábamos nuestra exploración sobre una vieja carta de navegación titulada “De Cabo Finisterre a Cabo Ortegal”. Las “remotas” Arou, Trece, Traba, Nemiña, Arnao, Beo, Sieira…, formaban una relación interminable, y aunque ya habíamos pateado aquella costa desde adolescentes, ahora el filtro era la posibilidad de surfear en ellas: estudiábamos orientación, entorno, fondos, vientos… Todas, sin excepción, nos ofrecieron una belleza salvaje y, algunas, buenas olas.

En el verano de 1971 apareció por Bastiagueiro Juan García Conde, que aportó, además de su simpatía, una Barland-Rott tan grande que permitía incorporarse a ella desde otra tabla e ir dos personas sobre la ola. También, gracias a él, pudimos disfrutar de un Seat 600 con un aforo increíble y “preparado” para llevar tablones encima. Más tarde, durante unos meses, “disfrutamos” de un desahuciado Fiat de 1940 que nos prestó un piloto que estaba navegando. Su dueño no lo pudo recuperar: el coche falleció un día en Baldaio agotado.

Tras terminar Náutica, comenzamos a navegar y viajar por el mundo. Gonzalo lo dejó enseguida. Mis primeros viajes fueron a la costa Este americana, en un crudísimo invierno. Recibí la llamada de la naviera estando de acampada en Malpica con Gonzalo, Félix, la Bilbo y el “paipu". Embarqué en Gijón, y desde allí navegamos a Filadelfia, en donde estuvimos cuarenta y cinco días. Conocí también Nueva York y parte de la costa de Nueva Jersey como pasajero en los "Grey Hound”. Repetimos viaje a la costa Este en febrero de 1972, esta vez a la Bahía de Cheseapeak, Norfolk, el río Potomak y la costa próxima al cabo Hatteras. En esos viajes tuve contacto con el mundo ”global” del surf y con revistas como Surfer, que en España sólo conocíamos tan manoseadas como un Playboy de entonces, y que allí se vendían frescas en los quioscos.

Esos viajes, y los contenidos de la revista Surfer, fueron el fin de la Bilbo de Félix. Contagiado de las nuevas formas y dimensiones de las tablas que se anunciaban en las revistas, a mi vuelta a Coruña decidí cortar la Bilbo por lo sano para conseguir una tabla moderna de 1,80 metros. Pero tras la operación, y tal y como decía Carlos Bremón, la tabla parecía más un portaaviones japonés que un artilugio para deslizarse en las olas. 

Las circunstancias hacían de aquel momento el idóneo para iniciarse en la construcción “naval”. Pero no era fácil conseguir los materiales. Los “expertos”, principalmente Félix, nos aconsejaban una resina epoxi, de la casa Ciba-Geigy, que no encontrábamos. Nos hicimos con ella en una zona industrial de Madrid, tras un viaje en la moto “Gucci” de Gonzalo. Regresamos a casa con la resina y un “mat” que prometía un estupendo acabado. Confiados en la consistencia de la “super” resina, que teñimos de rojo para lograr un mejor “acabado”, comenzamos la construcción. Pero más que un acabado, a la tabla le dimos un “terminado”: el ansia por probar la primera tabla fabricada por nosotros nos hizo descuidar el secado.

Gonzalo tuvo el honor de botarla en el Orzán. La tabla funcionó, pero los hilos de fibra endurecidos por la resina eran como cuchillas, y lo que pensábamos que era el desteñido de la tintura, resultó ser abundante sangre producida por los cientos de cortes que Gonzalo se había producido. Salió del agua como un Nazareno, lo que no fue obstáculo para que los que estábamos allí, esta vez protegidos con una camiseta, probásemos el invento. Esta primera tabla duró poco: su espuma, aficionada al agua del Orzán, no se secaba entre baño y baño. La que de “diseño” era una tabla de cinco kilos, triplicó su peso desde el primer día. La segunda tabla que fabricamos ni se botó.

Al poco tiempo aparecieron Rufino y Tito, a quienes, y en base a nuestra frustrada experiencia como constructores de tablas, pudimos valorar con justicia. Pronto empezaron a fabricar unas excelentes tablas, que eran además baratas y asequibles a nuestras economías.

~

Por mi profesión viajé por todo el mundo y tuve ocasión de surfear en California, Brasil, Sudáfrica, Namibia… Recuerdo un amanecer en Durban con cientos de surfistas en una playa protegida de los tiburones por redes. También unas olas cristalinas que rompían como en los sueños en la esquina Norte de Ipanema. Y de disfrutar de la compañía amigable de los que teníamos la pasión de deslizarnos en las olas.

Acabo de regresar de la playa de Ripibelo. Un grupo de surfistas disfrutaba de tres metros de ola sin una brisa; el paisaje, con las Sisargas cerrándolo, estaba iluminado por un sol corto en altura y largo en sombras. Un observador objetivo vería nuestro disfrute en la observación de la mar como una obsesión enfermiza. La atracción que la mar ejerce en cualquier persona, y que se agudiza en los ribereños, se convierte en obsesión en los surfistas. Hasta un badén en la carretera te despierta el gusanillo. Como leí de Carlos Bremón, desde que te deslizas en tu primera ola estás tocado. Desde ese momento, no puedes evitar, cada vez que ves una ola, calcular su inclinación, el punto suficiente de pendiente, la salida a izquierdas o derechas, cómo volver a entrar, las corrientes, las mareas… Has entrado en un mundo sin dimensiones, o, mejor dicho, en un mundo en el que las dimensiones dependen de tu imaginación. Dicho con pompa científica: has caído en el universo del movimiento ondulatorio. Surfeas olas en los rápidos de los ríos en Canadá. Coges las que rompen en la bancada de hielo de los Grandes Bancos de Terranova. Remas las inmensas olas de la mar de leva en un tifón al Sudeste de Japón. Acompañas a los delfines en la ola de proa durante un luminoso temporal en Sudáfrica. Te sumerges en los perfectos tubos que una pedrada provoca en la orilla de un charco… Cuando te inicias en esto del surf, más que tocado, diría que has sido bendecido con la suerte de ser partícipe de un juego maravilloso”.

16.3.20

Miguel Camarero.


Conocí a Miguel Camarero en el año 2010 gracias a Gonzalo Cueto. Meses antes le había contado a Gonzalo mi proyecto de editar un libro sobre los orígenes del surf en Galicia, y Miguel, por su trayectoria, era uno de los protagonistas que según Gonzalo indiscutiblemente tenían que estar en el libro. Me lo presentó en "La Naval", la cafetería que Gonzalo regentaba cerca de la Escuela de Náutica, en la que Miguel se formó como capitán de la marina mercante y que, a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, fue tal vez el principal vivero de surfistas durante los primeros años del surf en Galicia. Pronto descubrí que Miguel no sólo era una figura importante en aquella historia, sino que fue el primer surfista local de A Coruña, junto con Gonzalo Viana, en probar el surf.

Apenas guardo en la memoria recuerdos de esa primera conversación, pero sí de las siguientes veces que nos vimos en Doniños. También de las últimas veces que hablamos por teléfono o correo electrónico. Normalmente yo le preguntaba cosas sobre aquellos años, y él me contestaba siempre con una explicación muy bien redactada y llena de detalles que inmediatamente incorporaba al texto del libro. En una de nuestras últimas conversaciones me pedía mi dirección de correo postal para enviarme un ejemplar de una libro que había editado, y que me describió como un "librito" basado en "las acuarelas pintadas en un viaje en barco el pasado Febrero al Estrecho de Magallanes, que se me ocurrió editar para mis amigos". Desgraciadamente nunca me llegó. No me atreví entonces a proponerle editarlo en Libros del Océano. Hubiese estado encantado de hacerlo.

Con Gonzalo tenía planeado volver a verlo en primavera, en una de sus visitas a Coruña. No podrá ser. Ayer, Gonzalo me comunicaba la triste noticia.

No soy de despedidas. Pero de hacerlo, aprovecho uno de sus últimos correos:

"Acabo de regresar de la playa de Ripibelo: un grupo de surfistas cogían olas de tres metros sin una brisa; el paisaje, con las Sisargas cerrándolo, estaba iluminado por un sol corto en altura y largo en sombras. Yo de espectador, disfrutaba como los perros viejos de caza viendo pasar las liebres".

Estoy seguro que allí donde estés, continuarás disfrutando del mar.

16.2.20

UHANE. Boletín de estudios hawaianos.


Guardo en casa dos ejemplares del número 3 del mítico fanzine Sifón (uno de ellos saldrá dentro de unos días rumbo a Tenerife para Tato de Tato Surfboards (si no conocéis su colección, recomiendo la visita)). Tras el fanzine estaba Joserra de la Mar, al que conocía de nombre por sus "Narraciones orillares de Eddy Marmar" en la Surf Rule, y por una entrevista que había realizado a Amador Rodriguez para esa misma revista. Desde aquellas primeras referencias su nombre volvió a aparecer en otros artículos y textos que trataban sobre historia del surf o cultura hawaiana. Después Vicente Irisarri me habló de su nuevo proyecto, el Boletín de Estudios Hawaianos Uhane, y de lo interesante de sus artículos, que lo llevaron a protagonizar un programa en Música, surf y medioambiente.

Y si hoy hablamos de él es porque Joserra se acaba de publicar el tercer número de Uhane con el que se completa la trilogía de los Boletines de Estudios Hawaianos. Juntos resultan toda una enciclopedia sobre Hawaii, su historia, su música..., por lo que su contenido es muy interesante para todos aquellos que tenemos interés por el surf y ese algo más que le rodea. La relación de artículos, que sospecho que Joserra ha escrito bajo diferentes seudónimos, es extensísima. Estamos hablando de 150 páginas de maquetación muy fanzinera, que reúne joyas como sus tres portadas, el poster que se regala con el número 3 obra del ilustrador Javier Aramburu (autor de muchas de las mejores portadas de discos de los grupos más relevantes de la música nacional y uno de los miembros de Family), la entrevista a Jupa Soler, los artículos dedicados a Duke Kahanamoku, la Hokulea, Ben Finney, la astronomía o el arte de navegar guiado por las estrellas.

Así que se os interesa la cultura hawaiana, y queréis acercaros a ella desde un punto de vista nada convencional, podéis haceros con todos los ejemplares de Uhane pulsando AQUÍ.





20.1.20

Los orígenes del surf a través de la prensa gallega (parte 4). Enrique López Ramos.


De acuerdo con las crónicas de La Voz de Galicia, el número de surfistas en Galicia en 1975 rondaba la veintena. El grupo de A Coruña lo formaban alrededor de quince personas. De entre estos quince, algunos de ellos habían llegado al surf a través de Carlos Bremón y su labor como entrenador en el Club Natación de A Coruña. Un origen lógico en aquella época, dada la visión que la prensa daba sobre el surf en los escasos artículos que se publicaban: “hay que ser un excelente nadador para hacer surf” se destacaba en los periódicos. Es lógico pensar, por tanto, que pocos grupos había más apropiados para cumplir tal condición que el de los alumnos y compañeros de piscina de Carlos, y que de ellos saliesen efectivamente algunos de los primeros surfistas. Uno de estos nadadores/surfistas fue Alejandro Mesías. Otro, más joven, Enrique López Ramos. “Quique era una nadador mediocre del Club Natación Coruña. Pero pronto - siguiendo esa tradición que parece que yo comencé - se pasó de la natación al surf en el que, en cambio, progresó notablemente hasta conseguir una reputación como buen surfista y especialista en olas de tamaño considerable, en las que no todos nos atrevíamos a meternos. Era un muchacho callado e introvertido, aunque muy tratable y buen rapaz”. 

Su progresión fue muy rápida, y en pocos meses se convirtió en el referente del surf en A Coruña, con excelentes resultados deportivos. El 15 de enero de 1976, La Voz de Galicia publicaba: “López Ramos, ganó el “Trofeo Reyes””. “En la playa del Orzán tuvo lugar el “Trofeo Reyes” de surf, registrándose una fuerte lucha en la manga final para la que se habían clasificado Enrique López Ramos, David Vecino, Carlos Bremón y Francisco Tizón. Aun cuando en la primera eliminatoria el oleaje era muy favorable, en la segunda, en cambio perdió un poco de su calidad, siendo deficiente en la final, pese a que estaban entrando olas de mayor tamaño.

El triunfo correspondió a Enrique López Ramos, un muchacho de dieciséis años que apunta prometedoras cualidades. Tiene buen estilo. Aun cuando hubo de correr las olas a contrapié, esto es, de espaldas a la cresta de aquéllas, lo que encierra mayor dificultad, supo, sin embargo, superarse, realizando una espléndida actuación.

Carlos Bremón, segundo clasificado, no estuvo a la altura del ganador de la prueba, si bien no pudo hacer todo lo que es capaz con una tabla. Francisco Tizón, tercero, estuvo discreto, sin encontrar el punto exacto de la rompiente. A David Vecino, cuarto en la clasificación, se le notó falto de entrenamiento”.


En junio de 1976, Enrique repetía victoria, esta vez en el campeonato gallego. “Enrique Ramos López, campeón de Galicia”. “Más de veinte surfistas de La Coruña, Vigo y Ferrol participaron en los campeonatos gallegos de surf celebrados en dos sesiones, comprendidas de cuatro eliminatorias. La primera ronda tuvo lugar en la playa de Barrañán y la segunda en la del Orzán. En las mangas semifinales, se registraron los triunfos de Carlos Bremón y Francisco Tizón.

Prácticamente todos los favoritos pasaron a la final, que se disputó en la playa del Orzán. Aunque aparentemente las olas eran magníficas, sin embargo, su forma de romper dejaba mucho que desear, resultado imposible a los finalistas dar el máximo rendimiento. El vencedor absoluto ha sido Enrique López Ramos, hoy por hoy el mejor surfista de Galicia. Detrás de él, Fernando Adarraga, que aunque no domina la tabla dada su poca experiencia, derrocha valor en cada ola que coge.

Uno de los fallos registrados que debe servir de lección para el futuro, es el no haber designado previamente unos jueces fijos, que conozcan perfectamente la técnica del surf.

Los primeros clasificados representarán a Galicia en los campeonatos de España, que se disputarán en Santander durante la primera semana de septiembre”.


La racha victoriosa de Enrique continuó en el Trofeo de Navidad de 1976. El 22 diciembre, La Voz publicaba: “Enrique López Ramos, con 33 puntos, ha ganado el “Trofeo de Navidad” de surf. La prueba se desarrolló en tres mangas con participación de quince surfistas. 

López Ramos demostró su superioridad, derrochando valor en algunas bajadas por paredes verticales de dos o tres metros. Por el segundo puesto lucharon Willy Reynolds, un neozelandés afincado en España, y Carlos Bremón, ganando el primero por escaso margen, al realizar un bellísimo “pull-out”, maniobra que consiste en remontar verticalmente la ola, saltando la tabla por encima de ella”.

Años después se trasladó con su familia a Estados Unidos, en donde vivió varios años en Nueva York. Antes de irse, regaló a sus amigos su tabla de surf, una Jerónimo de color verde, para que ellos la pudiesen utilizar durante su ausencia. Años después regresó. “Un día - me cuenta Carlos Bremón - nos lo reencontramos en Doniños. Solía surfear en picos aislados como el fantasma, en el que lo solíamos ver a él solo cogiendo unas buenas y potentes olas.

Luego, ya su vida se fue por otros derroteros y le perdí la pista. Ahora tendrá unos sesenta años”.

No hemos sido capaces de contactar con Quique, y ninguno de sus amigos surfistas saben de él desde hace muchos años. Si alguien que lea esta entrada tiene información sobre Quique, sería muy interesante contactar con él.

25.12.19

Los orígenes del surf a través de la prensa gallega (parte 2: 1970-1975).


1969 fue el año en el que Miguel Camarero y Gonzalo Viana en A Coruña, y los hermanos Montenegro (Víctor y Nacho), Nicolás Pita y Ángeles Vega, en Patos, se iniciaron en el surf. 1975 fue el año en el que se celebró el primer campeonato considerado como “Campeonato gallego”. Sin duda, un periodo fundamental en los orígenes del surf en Galicia. De este periodo hemos encontrado un total de 28 artículos.

Con la llegada de la nueva década, lo que en los sesenta era un deporte que no se podía practicar en España, pasa a ser asumido en los setenta como una realidad. “El ‘surf’ nace en España como deporte de verano”, publicado en La Voz de Galicia el 28 de julio de 1971, se puede decir que fue la partida de nacimiento del surf en la prensa gallega, aunque ya se venía practicando desde hacia dos años en nuestras costas.

“Hasta ahora se creía que el "surf" era un deporte reducido a las fuertes corrientes de Oceanía o de las Islas Hawái (…). Sabíamos que el "surf", deporte con nombre de ritmo moderno, se practica en Biarritz. Y finalmente nos enteramos de que Guipúzcoa y Vizcaya son las dos provincias españolas con más clubs de “surf”. Tienen cuatro cada una. Asturias y Santander siguen con tres. Hay cerca de 200 “surfistas” con licencia para “surfear”. Este deporte veraniego tiene ya carta de naturaleza dentro de la federación española de esquí acuático, como una sección más (…). El presidente de la sección de “surf” es don Pedro Martínez de Albornoz, y el secretario, don José Luis Encinas.

Hay clubes federados en el Norte, informa el señor Encinas, ya que es la única parte de las costas españolas donde puede practicarse el “surf” con cierta regularidad. Ahora estamos intentando llevar el control a Canarias. La sección hace tan sólo año y medio que se fundó.

Hay una serie de factores que nos llevan a creer que el “surf” será dentro de poco el deporte de moda en las playas vascas, junto con el esquí acuático, y por supuesto, la natación.

Pero, ¿que tiene que ver el “surf” con el esquí acuático? El señor Encinas opina que “en esencia uno y otro consisten en deslizarse sobre el agua”, pero esa similitud no existe porque el esquí acuático necesita de tracción, y el “surf” se desarrolla por propio impulso (…). 

Puede haber choques y por ello hace falta una habilidad especial para esquivar el obstáculo o el golpe de la propia tabla. Las tablas son ligeras, de fibra de vidrio recubiertas de una materia plástica. Pero el material poco importa si falta la materia prima: las olas. Sin olas no hay salida al mar. Es como si al velero le faltara el viento.

El “Cantábrico bravío” es pródigo en oleajes. Quizás esto explique que el surf empieza a surgir con fuerza en Asturias, Santander, Guipúzcoa y Vizcaya.

El señor Encinas explica que antes de celebrar una competición se solicita información de las autoridades navales sobre el estado de la mar (…). El “surfista”, por otra parte, tiene un uniforme específico, es de goma, parecido al de los hombres rana, pero más elástico. También llevan una camiseta o peto de colores muy vivos.

Apenas acaba de nacer en España como deporte, cuando nos disponemos a tomar parte en pruebas internacionales. Estos días se celebrará en las costas vascos-francesas, en Hossegor, el encuentro entre Francia y España de “surf”. La selección española está compuesta de 4 surfistas santanderinos, de los clubes Sardinero y España; R. Bourdil y C. Garay, del Club Kiroleta de Vizcaya; E. Escauriaza del Club Sopelana, también vizcaíno, y por el club guipuzcoano “Zarautz”, I. Letamendia, J. Arteche y J. Lezcano”.


El titular que acompañaba a la primera foto publicada en la prensa gallega de un surfista en España, el 4 de septiembre de 1971, también era revelador: “El ‘surf’ también se practica en España”. “Más de cincuenta participantes han tomado parte en los campeonatos nacionales de “surf”. Ese deporte que tiene gran auge en las Islas Hawái, también se practica en España. En el grabado, Jesús Fiochi, actual campeón”.

El 24 de octubre de 1971 se publicaba un extenso artículo como el título “‘Surf’: deporte nuevo en España”, en el que si bien se afirmaba que “las costas y playas europeas no son adecuadas para el “surf” ya que las que tienen fuertes y grandes olas, no son en realidad playas muy veraniegas", calificaba al mar Cantábrico, aunque sólo en su parte española, como “apropiado para este deporte, pues hay un estío bastante bueno y las olas son fuertes y largas. Según algunos aficionados españoles, las playas de Santander, Laredo, Gijón, e incluso algunas de la costa coruñesa - Cayón, Lage, Malpica, entre otras, son apropiadas los días que el mar se mueve”. En Europa, el periodista situaba la práctica del surf como común en "en algunos puntos del litoral británico, y asimismo en el belga y holandés”.



Por eso, cuando los periodistas de La Voz de Galicia descubrieron que en A Coruña también se practicaba surf, lo anunciaron como una gran novedad: “‘Surf’ en las olas de Santa Cristina”, aparecía publicado el 14 de enero de 1972, con una fotografía con Carlos Bremón, Alejandro Mesías y Miguel Camarero, la primera del surf gallego aparecida en la prensa: “El "surf" ese deporte que hace furor en las Islas Hawái, ha llegado también a España. Y ya no sólo aficionados de la costa de Asturias y Santander se dedican a la práctica de esta espectacular actividad. El “surf “ también ha merecido la atención de un grupo de jóvenes coruñeses que, estos días, sobre las olas de la playa de Santa Cristina, hacen sus “pinitos” sobre la ligera plancha de plástico. Como pioneros del “surf” en La Coruña pasarán a la historia de este deporte Carlos Bremón, Alejandro Mesías y Miguel Camarero, que aparecen en el grabado”. Con titular similar, “Haciendo “surf” sobre las olas del Orzán”, el 17 de octubre de 1972 se decía: “Ayer, sobre las olas de la playa del Orzán, no excesivamente fuertes - todo hay que decirlo - un joven hizo sus exhibiciones de “surf”, mientras un grupo de chicos y chicas lo presenciaron desde las rocas”. 



Especialmente curioso es un artículo del 22 de agosto de 1971 escrito por el ex-jugador de futbol y entrenador argentino Helenio Herrera, que en un capítulo de su serie de viajes “Con H.H. a través del mundo”, hace parada en Hawái con el titular “Allí apenas interesa el futbol”. Tras relatar la presencia del fútbol en las islas, dedica una parte importante de su reportaje al surf, incluyendo una foto del propio Herrera con una tabla de surf, y otra rodeado de surfistas locales. Su relato parece sacado de otro tiempo muy anterior a 1971:

“El surf es el deporte nacional de Hawái, y son los hawaianos quienes lo han inventado (…). Los jóvenes indígenas practican el “surf” con deslizadores hechos por sus padres, en madera especial muy resistente al agua. En los clubs privados los jóvenes americanos lo hacen sobre “surfs” de fibra de vidrio, resplandecientes (…). Los precios de estos varían de 100 a 150 dólares, y un modelo de lujo llamado “Vitamina C” cuesta todavía más. 

Contrariamente a los “surfs” de Australia y de las otras islas del Pacífico y de África del Sur, los “surfs” aquí tienen un timón fijo, por debajo, que parece la espina de un tiburón. 

Un “surf” es, por tanto, un pequeño capital que uno debe cuidar. Se ve a menudo a jóvenes trabajando en ellos para hacerlos resbalar mejor sobre el agua. Le pasan una cera especial, y cuando una ola le ha estropeado un poco, lo arreglan con una cola especial (…)”.

El 24 de marzo de 1972, el surf llegaba a la página de sucesos de La Voz de Galicia, recogiendo una historia contada por Carlos Bremón en su blog Cazador de Mejillones, que La Voz de Galicia de hace 47 años titulaba “Creyeron que se ahogaba y estaba practicando el "surf"”:

“Ayer a las seis de la tarde, hubo alarma en la Comandancia de Marina. Bueno, antes la hubo en la zona del Orzán; pero, por fortuna, todo sin consecuencias.

No obstante es justo resaltar la prontitud con que un celador de la Marina se movilizó, acompañado de dos marineros, en demanda del auxilio que se solicitaba.

Resultó que en la Comandancia se recibió un aviso telefónico, indicando que una persona, al parecer, se estaba ahogando en la playa del Orzán, o, por lo menos, que se hallaba en serio aprieto.

Allí se acercó, rápidamente, el representante de la Comandancia de Marina y cuando llegó al Orzán se encontró con… un joven que, vestido con traje de hombre-rana, practicaba el “surf”.

“¿Es que ya no se puede hacer deporte tranquilo? - parece que preguntó el joven -.

Naturalmente el celador, satisfecho porque nada había ocurrido, le dijo que nadie se lo impedía. Claro que el susto nadie se lo quitó ni a los que avisaron ni a los que fueron en auxilio de la posible víctima. Pero más valió así”.


En septiembre de 1972, por primera vez La Voz de Galicia cubría la celebración de los campeonatos de España de surf. Y el 24 de junio de 1973, con el título “El “surf”, un deporte cada vez más popular”, el periodista Guillermo Rances escribía uno de los mejores artículos sobre surf de la época, incluyendo referencias históricas y técnicas, por lo que recomendamos su lectura íntegra. Reproducimos las partes más interesantes.

“Disfrutar de la belleza de las olas, aprovechándose de su fuerza, y dominarlas una y otra vez es la finalidad del deporte náutico llamado “surf”. Su implantación en España es reciente; su origen, antiquísimo. La palabra “surf” significa en inglés rompiente, porque es ahí, en la rompiente de la ola, donde los aficionados disfrutan de su deporte favorito.

¿Quienes fueron los primeros que practicaron el “surf”? Unos dicen que nació en la costa peruana; otros que en Tahití, pero lo cierto es que desde hace varios siglos Hawái lo adoptó como su deporte; un deporte ritual en el que se mezclaban supersticiones, costumbres, y competición. Reyes y jefes eran admirados por su forma de cabalgar sobre las olas. 

(…)

El “surf” más que un deporte de fuerza es de habilidad. Es un arte deslizarse al compás de la ola, oyéndola rugir bajo tus pies. Es un placer maravilloso y único que ha prendido en la juventud de forma espectacular porque tiene su misma esencia: la vitalidad”.

(…)

La ola es el motor de esta actividad. Existen olas de muchos tamaños. Los entendidos opinan que las más apropiadas son las que alcanzan tres metros de altura, pero indudablemente las más emocionantes deben ser las que se producen en Hawái y Australia, que llegan a alcanzar los ocho metros y medio, cinco veces la altura de un hombre corriente. En las costas españolas llegan a producirse de cinco metros en la zona atlántica, y ya es suficiente.

(…)

La costa cantábrica española es idónea para la práctica del surf, lo que mismo que la atlántica en el noroeste de la península y las Islas Canarias. Los deportistas españoles federados son más de 100 y pertenecen a la sección Surf de la Federación Española de Esquí Acuático.

(…) 

La frase de que todo el mundo puede hacer surf, y que únicamente es necesario saber nadar, está solamente dictada por el justificado entusiasmo de los aficionados. 

(…)

Ir y venir con las olas, sentir el burbujeo de la espuma bajo nosotros, con el sol cayendo sobre la espalda, sintiendo el vértigo de la velocidad, es algo que nos hace sentirnos dueños de la Naturaleza, pues enfrentamos nuestras aptitudes con las fuerzas de la mar.

(…)

Todos los años se celebran diversos campeonatos durante el verano. La dificultad estriba en fijar su fecha. Si no hay olas ese día, no puede haber campeonato. Creo sinceramente que el “surf” no debería ser un deporte de competición, sino una actividad deportiva incitante y maravillosa que ocupa hoy un lugar importante entre los deportes de la mar”.

Especialmente poético fue el texto del 1 de julio de 1973, escrito por José María Areilza.

“¡Qué novedad sensacional trajo consigo el primer navegador! El medio hostil se volvía camino. La barrera misteriosa, sendero de esperanza (…). Viendo a los adolescentes de nuestros días practicar el “surf”, que viene probablemente como el “boomerang” y otras cosas, de las civilizaciones primitivas polinesias, me parecía contemplar ensayos antiquísimos, casi prehistóricos, de dominar la mar, de caminar sobre las olas. También debo decir que el surf tiene otras sugestivas comparaciones posibles. El que lo practica, echado de bruces sobre el patín de plástico con su aleta de tiburón sirviendo de timonel submarino, nada un rato a contracorriente para ir al encuentro de las rompientes. Llega la ola. Cambia el rumbo para acomodarse a su velocidad. Con las dos manos se aferra a la cresta de la rompiente para no perderla (…). Un par de pasos sobre la tabla y ¡ya está!. Se yergue sobre la minúscula plancha que marcha vertiginosa entre espumas. En pie, tiene ahora que mantener el equilibrio y velocidad. Las manos, (…) sirven de contrapesos sutiles al tablón que se desliza. Levanta una mano, la extiende (…). El recorrido es breve, atrevido, dinámico, a veces hilarante. A unos antes, a otros más tarde, los recoge la mar en su final chapuzón, mientas las olas siguen fluyendo acompasadas, empujadas por el viento de la historia”.

A partir del 14 de septiembre de 1974, y hasta el 31 de diciembre de 1975, todas las publicaciones de la Voz de Galicia, pasan a tener un carácter local, que dada su importancia histórica, serán parte de una entrada aparte.

11.12.19

Los orígenes del surf a través de la prensa gallega (parte 1: 1960-1969).



En el año 2013, el historiador Daniel Esparza publicaba el artículo “Historia y deporte: los orígenes del surf a través de la prensa española”. En el artículo exploraba la historia del surf en España a través de referencias publicadas en la prensa escrita, principalmente en los diarios La Vanguardia, ABC, El Mundo Deportivo, Marca y As. Siguiendo su metodología, pensamos en realizar el mismo tipo de investigación para el caso gallego. Desgraciadamente en Galicia, sólo un medio, La Voz de Galicia, tiene su hemeroteca digitalizada y disponible su consulta a través de internet. Acudimos a alguna biblioteca con un archivo periodístico extenso, pero la imposibilidad de realizar búsquedas digitales, nos llevó a descartar esta vía. Para la búsqueda, hemos empleado una serie de palabras clave. Entre ellas estaba evidentemente, “surf”, y otras como “surfing”, “Hawái”, “Waikiki” o “Kahanamotu”. También los nombres de algunos de los protagonistas de los orígenes del surf en Galicia, aunque en este caso, el resultado no fue muy exitoso. Este es el resultado de parte de la búsqueda, que cubre el periodo 1900-1969.

De antes de la fecha en la que los primeros gallegos se iniciaron en el surf, verano de 1969, se han identificado un total de 13 artículos, algunos de los cuales pudieron ser claves para inocular el deseo de iniciarse en el surf a los primero surfistas gallegos.

El primer artículo encontrado data del 31 de agosto de 1962. Su título “El ‘Surfing', deporte nacional australiano”, incluía la siguiente descripción: “El deporte nacional australiano es en cierto modo el “surfing”, la apasionante lucha del hombre contra las olas desencadenadas. Se ha intentado aclimatarlo en Europa, pero la disposición del litoral no se presta a este deporte como en Australia y otros puntos de Oceanía. El “surf” australiano choca contra la costa con una potencia impresionante que los sólo los deportistas más consumados pueden dominar.

La gran ola australiana que, en la costa del Este puede alcanzar hasta diez metros de altura, comienza a romperse a unos 450 metros de la playa. Los “surfers” van a buscarla hasta a unos 200 metros de la orilla, hacia la que vuelven a velocidades que pueden llegar hasta 65 kilómetros por hora, cabalgando sobre la ola en su plancha especial, en una fiesta de espuma, de velocidad y sol deslumbrador”.

El artículo, que ensalzaba la relación entre el surf y la labor del socorrismo en las playas australianas, continuaba así: “Hasta 1900 las playas australianas eran del dominio exclusivo de los pescadores. El entusiasmo de los primeros aficionados al “surfing”, por cierto en oposición contra las leyes en vigor, las transformó en lugares de recreo. En 1902, Tommy Tanna, un oriundo de las islas de los mares del Sur, enseño a un “surfer” local como por su posición sobre la ola y por la selección de ésta, podía dejarse llevar y lanzarse sobre la orilla. Otros aficionados siguieron su ejemplo. Aprendieron la diferencia entre la ola “dumper”, que se rompe demasiado pronto lanzando al deportista contra un bajo fondo, y el “surf” alta ola que se rompe lentamente hacia la orilla. En 1912, los primeros “surf-boards” (la plancha que utiliza el “surfer” para flotar sobre la ola) conquistaron tal popularidad que el Gobierno de Nueva Gales del Surf constituyó un comité encargado de estudiar esta nueva forma de distracción. Así nació el “Surf Life Saving Association of Australia”, una de las más importantes organizaciones mundiales de socorrrismo”.


El siguiente artículo que hemos encontrado, se publicó el 2 de agosto de 1964. Escrito por Robert Hobson, autor también del artículo encontrado de 1962, el texto se publicó en varios periódicos, ya que además de en La Voz de Galicia, lo hemos encontrado (no recuerdo cómo), en el Diario La Noche. Con el títular “El ‘surfing’ conquista las playas de los cinco continentes”, se contaba lo siguiente:

"El ‘surfing’, que fue en otros tiempos el deporte favorito de los reyes de Hawái, ha conquistado en pocos años las grandes playas de los cinco continentes. Hoy, nadadores excepcionales han introducido el ‘surfing’ en todas partes donde pueda practicarse, sobre todo en las grandes playas de África del Sur, Estados Unidad y Brasil. En Europa comienzan a verse ‘surfers’ en la larga costa bordeada de dunas que va hasta Biarritz, y en donde potentes olas van a romperse sobre la arena.

Llevando una plancha ligera de vidrio estratificado, el ‘surfer’ va a buscar la ola a veces a más de 200 metros de la orilla. Hace falta mucha audacia y un sentido innato del equilibrio para levantarse sobre la plancha y dejarse llevar a una velocidad que puede sobrepasar los setenta kilómetros por hora (…).

El ‘surfing’ no es un deporte carente de peligros: hay que ser excelente nadador para remontar la corriente sin perder la plancha. Incluso la verdadera sensación de ser absorbidos vivos bajo varios metros de agua de una resaca hirviente. Las bolsas de aire y arena desorientan frecuentemente hasta tal punto que el nadador ya no sabe dónde está la superficie del agua. Cuando logra salir a la superficie, con los ojos, los oídos y la nariz llenos de arena, necesita todavía evitar ser cogido de nuevos por los torbellinos de la ola siguiente. 

Los que han evitado los peligros de las olas rompedoras y han sabido guardar el equilibro, conocen la sensación excepcional de recorrer el Océano a toda velocidad. En pie, con los brazos completamente abiertos, se sitúan en la cresta de una ola y se deslizan sobre el agua suavemente. Una ligera inclinación del cuerpo o un brazo levantado bastan para imprimir nueva dirección al ligero esquife. 

Se deriva de este encuentro que opone al hombre a los elementos desencadenados una maravillosa excitación que atrae cada vez más a la juventud hacia este deporte excepcional”.


Del 24 de diciembre de 1964 es un artículo que trata sobre el nuevo género de películas que triunfaba a mediados de los sesenta en Hollywood, el denominado genero “Beach”: “Bikini Beach”, “Party Beach”, “Muscle Party Beach” o “Pijama Beach”, en el que se destacaba como el director de "Bikini Beach", William Asher, antes de alcanzar fama con esta película, “había ligado su propia fama personal a las exhibiciones de 'surfing' en la playa de Malibú”. El cine tiene otra representación con el anuncio en prensa, del 2 de julio de 1967, de la película “Escándalo en la playa”: “Disfrute usted de las delicias del surf, viendo resbalar sobre olas de nácar y cristal a las más bellas sirenas californianas”, animaba a los posibles espectadores a acudir a los cines Riazor de A Coruña.

Otro artículo de Robert Hobson, publicado en el Diario La Noche, del 26 de julio de 1967, vuelve a realizar el surf con la actividad de socorrismo, aunque con un texto diferente al publicado en 1964, pero cuyo contenido parece basarse en las mismas fuentes, por lo que no reproducimos ninguna parte del texto.

Hay otra serie de artículos que mencionan el surf como parte de complementos de moda, o la relación con el surf de personajes famosos, como es el caso del jugador de baloncesto Clifork Luick: “sólo me he dedicado a la práctica del 'surf' y del sky acuático”; o de Clay Shaw, procesado por el supuesto complot que finalizó con el asesinado de J.F. Kennedy, del que se dice, “ha salido a pasar un prolongado fin de semana en la playa, tostándose al sol invernal del golfo, y practicando su deporte favorito, el 'surf'”.

De entre los curiosos, uno del 30 de diciembre de 1965, que bajo el título de “La locura del surf”, relata los disturbios acaecidos en Buenos Aires durante una concentración de skaters en la Plaza Francia, en la zona de Palermo Chico, con párrafos como el siguiente:

“Sesenta y cinco personas detenidas, de los cuales son treinta son menores de edad, fue el resultado de un espectacular procedimiento policial que desbarató una intensa sesión de “surf” (…). La Policía fue avisada, por vecinos, que no podían descansar por la batahola producida, y por los médicos del cercano Hospital Fernández, quienes cansados de entablillar piernas y brazos decidieron poner fin a la intensa labor que les venía significando esta clase de competiciones”.


La primer imagen sobre surf que apareció en un medio gallego, se publicó el 27 de julio de 1967 en un artículo que no trataba sobre surf, sino sobre tectónica de placas, y en el que se anunciaba “Australia se desplaza hacia las costas de los EE.UU. El continente ha recorrido 3.400 millas… en cien millones de años”. La imagen en la que se ve a un surfista cogiendo una derecha en una playa que no soy capaz de identificar decía: “unos jóvenes australianos practican el “surf” en la costa oriental de Australia que desde hace millones de años se está desplazando en dirección a Estados Unidos”.

17.11.19

Mai Kinohi Mai: Surfing en Hawaii



El próximo 14 de diciembre se inaugurará en el Museo Bishop de Honolulu la exposición Mai Kinohi Mai: Surfing en Hawai

Haciendo honor a su título, "Mai Kinohi Mai" significa en hawaiano "desde el principio", la exposición mostrará la mayor selección, hasta ahora nunca reunida, de tablas de surf, procedentes tanto de la colección del Museo, como de préstamos de otros museos y particulares, abarcando desde la historia temprana del surf hasta nuestros días. A través de las tablas expuestas, los organizadores buscan mostrar la conexión del surf con el pasado y la cultura hawaiana, y también sus continuos avances técnicos y culturales. En palabras de DeSoto Brown, historiador del Museo Bishop, "Mai Kinohi Mai reunirá posiblemente la mayor colección de tablas de surf históricas jamás mostrada en una exposición. En ella estarán representadas todo tipo de tablas, tamaños, formas y materiales. Si bien todo el mundo sabe que las tablas antiguas eran sólidas y enormes, creemos que será especialmente revelador para el público estar de pie junto a uno de estos objetos inmensos y pensar, por ejemplo, en cómo sería tratar de transportarlos. O coger una ola. Saber que estas tablas no son réplicas, sino que son los objetos originales, creo que hace de la exposición algo sorprendente e impresionante".

Entre las tablas que compondrán la exposición se incluyen algunas pertenecientes a la realeza hawaiana. Las tablas estarán acompañadas por fotos y manuscritos que ayudan a narrar su historia. De la mayoría de las tablas más antiguas se desconoce quién fue su propietario o su año de construcción. Pero de entre las que se tiene información, se encuentra una que fue propiedad de Abner Paki, que llegó a ser un dirigente importante durante el reinado de Kamehameha III, y padre de Bernice Pauahi Bishop, fundadora de la red de escuelas Kamehameha, y a quien el Museo Bishop debe su nombre. La tabla se utilizó probablemente en la década de 1830.
También se mostrará una tabla de surf propiedad de la princesa Victoria Ka'iulani. Si bien esta tabla no es tan antigua como otras de la exposición, ya que data probablemente de la década de 1890, es, sin embargo, muy relevante por quién lo poseyó. Ka'iulani tuvo una vida corta pero muy intensa en defensa del pueblo hawaiano, lo que la convierte en una figura icónica. En el momento del derrocamiento del reino de Hawaii en 1893, ella era la heredera al trono, y con sólo 18 años, encabezó una campaña que buscaba restaurar la monarquía y devolver al pueblo hawaiano su autonomía. Durante cuatro años recorrió Europa y Estados Unidos dando ruedas de prensa y conferencias. Fue recibida por el presidente Grover Cleveland en la Casa Blanca. Sus palabras son hoy todo un símbolo para los movimientos que reclaman la independencia de Hawaii: "Hoy, yo, una  joven débil, sin nadie de los míos a mi lado, y con el poder de Hawaii en mí contra, tengo la determinación de permanecer en pie en defensa de los derechos de mi pueblo. Incluso ahora puedo escuchar sus voces en mi corazón, y soy fuerte porque sé que tenemos la razón; soy fuerte porque sé que setenta millones de personas de este país libre escucharán este grito y rechazarán que su bandera cubra con deshonor la nuestra". Su vida alcanzó proporciones legendarias debido a lo prematuro de su muerte. Pero además de su vida pública, su figura es también interesante porque en su día a día practicaba actividades y asumía roles, poco comunes para las mujeres de la época, dentro de una sociedad que ya se regía por la estricta y conservadora moral calvinista instaurada en las Islas desde principios del siglo XIX. Ka'iulani amaba el océano, y era fácil encontrarla en Waikiki haciendo surf o sobre una canoa.



Estarán también presentes tablas de surf más conocidas, surfeadas por leyendas del surf como Duke Kahanamoku y Rell Sunn, la "Reina de Mākaha”. Y también tablas de surfistas y shapers contemporáneos, como John John Florence y Carissa Moore. En palabras de los organizadores "tiene todo el sentido que se incluyan tablas modernas en la exposición, porque el surf sigue en evolución, no es algo estático. Las tablas continúan cambiando; surgen maniobras nuevas; se abordan olas y rompientes que hace años parecían insurfeables... La tecnología ha permitido que lo practiquen personas de cualquier edad y forma física, incluso en condiciones frías o heladas. La tradición y la cultura surf, tal y como la crearon los hawaianos, es cada vez es más reconocida y popular".

La exposición, aunque nos queda un poco lejos, estará abierta hasta el 3 de mayo de 2020.

14.11.19

Uno de esos días en Rincón.



A través Ryan Lovelace me he enterado de una petición en change.org que, aunque centrada en la ola de Rincón, merece una reflexión para nuestro entorno más próximo. La petición dice así:

"La web Surfline ha instalado recientemente una cámara en Rincón, en el pueblo de La Conchita. Los surfistas de la comunidad local nos hemos organizando para pedir su retirada, e invitamos a otros a que también apoyen nuestra petición. 

La comunidad local entiende que Rincón, la "Reina de la Costa", es un lugar público, abierto a que cualquiera lo disfrute. Nuestra intención no es que Rincón sea sólo para los "locales", ya que somos conscientes de que esta joya de la costa de California es ampliamente conocida y querida por muchos, y que surfistas de otro lugares vienen a disfrutar de sus olas durante el invierno. Pero la instalación de una cámara web supone una presión adicional sobre una ola ya saturada de surfistas.

Surfline gestiona su red de cámaras web desde hace mucho tiempo. Muchos de nosotros la usamos, así como sus herramientas de previsión. Pero con respecto a Rincón, ¿no se puede dejar sin tocar? ¿Se deben instalar cámaras en todas partes hasta que podamos visualizar toda la costa en vivo?

Todo surfista ha experimentado la satisfacción de disfrutar de buenas olas, con poca gente en el agua, los días en los que, de modo repentino e inesperado, el viento cambia de dirección o intensidad; o cuando la marejada pronosticada llega un día antes o unas horas más tarde. Si bien la proximidad de Rincón a la autopista puede hacer que parezca un lugar fácil de chequear, la realidad es que conocer todos sus secretos exige de un cierto esfuerzo, tiempo y conocimiento para poder "predecir" esos días. Es por ello que solicitamos se desinstale la cámara de La Conchita para que siga siendo posible disfrutar de esos momentos mágicos de surf con poca gente en el agua.

Dejemos que la próxima generación tenga también la oportunidad de experimentar un swell imprevisto, o una sesión con poca gente en el agua. ¿Recuerdas cómo eran esos días?



Creemos que hay algo antidemocrático en que una empresa tome decisiones que van en contra de los deseos de la comunidad afectada. El hecho de que un individuo o entidad pueda hacer algo, no significa que deba hacerlo. Pensando en el futuro, por ejemplo dentro de una década, ¿te sentirás orgulloso por haber renunciado a un lugar único para la práctica del surf sólo para que una empresa llene sus bolsillos?, o ¿estarás contento de poder disfrutar de una ola de clase mundial que aún conserva una cierta integridad y capacidad de sorpresa (cualidad, por otro lado, cada vez es más rara en el mundo del surf)?

Por respeto a los que viven aquí, y a los que sueñan con surfearla, ayúdanos a mantener vivo el misterio y la mística de Rincón. Y para aquellos que no llamen "hogar" a esta costa, les invitamos a que vengan y disfruten de Rincón con nosotros en un espíritu "aloha", como a Duke Kahanamoku hubiera querido que lo hiciéramos.

Larga vida a la "Reina de la Costa"".

Extendiendo la reflexión más allá de la proliferación de cámaras web en la costa, ¿tienen en cuenta los proyectos vinculados con el surf que se desarrollan en nuestro entorno las inquietudes de la comunidad local y aportan valor a ésta?; ¿buscan realmente ser compatibles, ya no digamos potenciar, la conservación del medioambiente, el respeto por la cultura local, y la propia del surf, y el desarrollo económico y social de la población local?; ¿son nuestros actos individuales realmente coherentes con aquello que tantas satisfacciones nos aporta?

27.10.19

La Lightning Bolt de Jöel Roux.

"Una tabla de surf es el medio a través del cual el shaper transmite al surfista su pensamiento y la intención con la que la construyó. Me pregunto si los shapers de hoy dedican a las tablas que construyen toda la atención que merecen. ¿Realmente hay un mensaje que buscan transmitir al surfista que la usa? Es un poco como en una relación de pareja: todo está hecho de sentimientos, deseos, esfuerzos y, a veces, pánico antes del éxtasis; ese éxtasis es la explosión de sensaciones que sientes cuando estás dentro de un tubo con "tu" tabla... Ese es el tipo de amor que le tienes que poner a tus tablas si quieres que quienes las usan puedan sentir estas vibraciones".

-Jöel Roux


He escrito unas cuentas veces sobre ello: sobre lo efímero que resulta todo lo que se publica en internet; sobre si el esfuerzo y tiempo dedicado a una entrada realmente vale la pena, cuando sabes que, en unas pocas horas, lo escrito quedará sepultado por las miles de noticias y entradas que llenan la red. El pesimismo normalmente es compensado por los comentarios, de alguna gente, que me cuentan que muchas de las historias del blog nunca pierden su actualidad, y que pasado un tiempo, vuelven sobre ellas para releerlas o redescubrirlas. Otras veces, algo de lo publicado en el blog, da pie a una nueva historia, que sólo es posible gracias a la intervención de algún lector. Esto es lo que pasó hace unas semanas con la entrevista que en 2012 publiqué a Chicho Torreiro. Un comentario llegaba al blog siete años después de la publicación de la entrada: 

"Rebuscando por fin encuentro a alguien que habla de mi tabla. La de Jöel Roux. La compré en Patos a una familia de hermanos surferos que no me acuerdo de sus nombres. Todavía la conservo como mi primera tabla con su historia (mi historia). La compré junto con mi hermano con un dinero ahorrado y prestado por un amigo, después de ver a Carlos Bremón surfear en Navia (yo y mi hermano fuimos a nadar a la travesía, no a surfear); cuando le vimos coger olas nos dijimos que queríamos hacer eso. Del año, ni me acuerdo. Pero en Patos no había nadie que nos explicara como se hacía eso de surfear. Con decir que tuve que ir a Ferrol a comprar el invento, porque en Vigo no había tiendas. Hace un par de años, y después de estar la tabla de aquí para allá conmigo más de 25 años (incluso 3 años en China estuvo), la he llevado a un restaurador profesional y me la ha dejado como una bella reliquia para seguir cogiendo olas en las "playas" de Málaga. No es una historia del surf, pero es MI historia y de MI tabla. Ojalá haya más tablas e historias como ésta por ahí".

En paralelo, la misma persona, en la primera de las entradas dedicada a la familia Irisarri, dejaba días después la siguiente pregunta:

"¿Cuál es la historia de la Lightning Bolt que aparece en la foto? Me refiero a la primera tabla por la izquierda, shapeada por Jöel Roux. Me gustaría saber cómo fue la historia de esa tabla en vuestra familia, ya que ahora está en la mía. Yo fui quien os la compró en vuestro casa de Patos".

Ya que la pregunta no iba dirigida a mí, le envíe el comentario y la pregunta a Alberto y a Vicente Irisarri. A las pocas horas, y en otro comentario en el blog, Alberto respondía: "Sería interesante que enviaras una foto de tu tabla para poder confirmar que es la Bolt original. Si así fuese, mi consejo es que surfees con ella lo menos posible, reservándola para eventos y circunstancias en las que realmente merezca la pena. Esa Bolt es una tabla que forma parte de la historia del surf en Galicia, y me atrevería a decir que casi de España, y no desmerecería en nada en una colección permanente -o temporal- en un museo como el Museo del Surf de Valdoviño. Yo soy de la opinión de que las tablas de surf son para el mar y las olas, pero igual que nos pasa a los que ya nos vamos haciendo mayores, al llegar a cierta edad, lo principal es cuidarse, reservando el ajetreo y las locuras para la juventud, y permitiendo que nuestra vida pasada y recuerdos sirvan para que la gente joven viva lo que no pudieron vivir, y aprendan y disfruten con ese relato de lo que nosotros disfrutamos en primera persona. Y esa tabla tuya puede contar muchas historias.

Consérvala con todo cuidado y cariño. Y si ves que su destino fuera a desmerecer su valor (obviamente no hablo de dinero), no dudes en contactar con nosotros para darnos la opción de recuperarla. Que la hayas conservado todos estos años, y restaurado y cuidado como dices, significa que está en buenas manos, de alguien que entiende que el surf es algo más que mero deporte. Eso es ciertamente una satisfacción para mí y para nosotros. ¡Qué puedas coger aún muchas olas sobre ella, con ella!. Y recuerda que, aunque se fabricó en Biarritz, las primeras olas que cabalgó esa tabla fueron olas del profundo océano Atlántico, en la Playa de Patos, hace ya 40 años. Si alguna vez quieres o debes deshacerte de ella, no olvides su origen, y avísanos. Estaríamos encantados de recibirla de nuevo".

A los pocos días, el autor de la pregunta original, Octavio Corral, me escribía desde Málaga:

"Hola Jesús,

Te envío las fotos de la tabla. La he utilizado durante unos cuantos años al principio de los comienzos. Ha tenido unos cuantos toques, algunos con la arena, roca, paredes y otras conmigo (pierna, cabeza, nariz)...

La verdad es que no recuerdo siquiera echarle parafina en ningún momento, no se, quizás por eso me costó tanto aprender y no lo conseguí hasta que me compré un minimalibu.

Lo que si recuerdo es que el mismo día de comprarla en Patos nos fuimos a Doniños a probarla, no por nada, sino que fuimos primero a la calle María de Ferrol a buscar la única tienda de surf de Galicia. La tienda de Carlos Bremón.

Después de muchos años y de repararla como pude, la lleve a un profesional para que me la dejase "como nueva".




Aunque la tabla de las fotos que me enviaba Octavio se parecía a la de la foto de los hermanos Irisarri, se las envié a Alberto para que me lo confirmase:

"Efectivamente es la tabla, sin duda alguna. Vieja y machacada, como debe ser, pero aún un tesoro en lo histórico. La verdad es que no recuerdo lo de su venta. Ciertamente entonces no había ninguna tienda de surf en Vigo, y creo recordar que solo la de Carlos en toda Galicia, aunque los inventos había que confeccionarlos a mano con gomas, aguja e hilo, y no sé si ya entonces Carlos los vendería o se limitaba a trajes y ropa de surf. Curioso ver reaparecer fantasmas del pasado, y saber que siguen vivos, aunque sea una tabla de surf. No recuerdo pena alguna al venderla, era una tabla de una sola quilla, y entonces vivíamos otros tiempos con el dominio de las twinfin de Mark Richards, de las que yo mismo había comprado una en Biarritz, y quizás incluso ya Simon Anderson había aparecido con las trifin, lo que coincidió con mi hermano Jose viajando a Sudáfrica con asiduidad (cosas de Pescanova) y trayendo varias de allí. Osea, que ocupaba sitio en el garaje y ya estaba “obsoleta”. Quien nos iba a decir entonces...".



Lo que cuenta Alberto Irisarri relata muy bien la transición en cuanto a formas y diseños que se vivió en el mundo del surf en los años 60 y 70, y cómo esa transición fue asimilada aquí en Galicia.

"La copia hecha por Rufino de la Lightning Bolt de la que habla Chicho en su entrevista, y que compró a Fernando Adarraga, es muy posiblemente una de las dos copias que Rufino hizo la Lightning Bolt shapeada por Joël Roux, uno de los mejores shapers de la historia de Francia. Esa tabla vino a Patos comprada en Biarritz en el verano de 1979, y se llevó a Coruña para copiar, haciendo Rufo dos tablas, una para mi hermano Balbi, y la otra para Fernando Adarraga, ambos entonces grandes promesas del surf gallego. Cosas de la magia del shapeado, la de Balbi salió una tabla excepcional, y le sirvió varios años, llevándosela incluso al campeonato nacional de Canarias del año 1981, campeonato al que también fue Adarraga como representante de Galicia. Sin embargo, creo recordar, que a Adarraga no le había gustado nada su copia, y se “deshizo” de ella en manos de los hermanos Torreiro, por lo que se ve.


La original fue también una gran tabla. Era de una sola quilla, con cola de golondrina (swallow), y dos wings en la parte de atrás. Creo recordar que Rufo solo les hizo un wing en las copias, porque era más habitual y más sencillo de hacer, pero quizás estoy equivocado en eso (los años no perdonan). La llegada de las twin fin relegó su uso, y cuándo llegaron las tri-fin fue vendida, así como la copia de Balbi. La verdad es que una Lightning Bolt entonces era el Rolls-Royce de las tablas. Gerry Lopez y la película “El gran miércoles” estaban en boca y ojos de todo el mundo, y la llegada de esta tabla causó expectación en Patos. Expectación que también llegó hasta Coruña y, como no, a Rufino y Cía".

Muchas gracias Octavio y Alberto por habernos regalado esta gran historia.


Joël Roux fue el único shaper europeo que fue reconocido en Hawai en la década de 1970. Allí  aprendió el oficio de los mejores shapers de la época, trabajando en varios talleres de la North Shore, como Lightning Bolt o Tropical Blend.