Quizás algunos habréis notado que desde el mes de abril han bajado el número de actualizaciones del blog. Y no es porque no tenga cosas que contar. Lo que ocurre es que en estos dos últimos meses he estado muy atareado colaborando en varios proyectos que me han tenido ocupado buena parte de mi tiempo libre. Uno de ellos es el que os cuento hoy.
El pasado 26 de junio se celebró un año más el Festival de Fin de Curso de la escuela de danza que desde hace tres años dirige la bailarina Matilde Pedreira. Este ha sido el tercer año que colaboro con ella. En la primera edición del festival me ocupé de la grabación y edición de algunos de los ensayos y de la actuación. El año pasado, además de la grabación, Celia López me confió el montaje de las proyecciones que acompañaron la coreografía que presentó el grupo de danza contemporánea de la escuela. Y este año, en un paso más, la colaboración ya abarcó la edición de la música, algunos textos, nuevas proyecciones y, cómo no, la grabación de la actuación.
Para mí, como aficionado/aprendiz en la edición de video, que me permitan participar en un proyecto así es una gran oportunidad. Y cuando hablo de oportunidad me refiero a la posibilidad de colaborar, y poner mi cámara a grabar, en un proyecto real que además, por la calidad de su contenido, fija un nivel considerable en el acabado final que ha de tener el trabajo. Evidentemente tengo mis limitaciones, y cualquiera las notará.
Viéndolas trabajar me sorprende el proceso de creación de la coreografía, y cómo mentalmente, tanto Celia como Matilde, son capaces de montar algo que no sólo tenga un sentido, sino que sea capaz de llenar el espacio y que sea coordinado y estético a la vez.
Y este año, a parte de la motivación normal con la que afronto este tipo de proyectos, el tema en el cual Matilde basó la coreografía me animó aún más a participar en el trabajo: los océanos.
Ya he hablado en más de una ocasión sobre cuál creo que debe ser la línea a seguir para lograr cambios importantes en nuestra sociedad y en el devenir del planeta: la educación. Y que mejor manera que implantar estos valores que convertir la conservación de los océanos en la temática de la coreografía a representar, y además no por la vía de lo catastrófico, sino intentando mostrar su belleza y valor como medios para lograr su conservación.
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