Fue lo más parecido a darse dos baños en uno. Y no por la cantidad y la calidad de las olas que cogimos, que fueron más bien pocas y malas.
Habíamos pasado antes por San Jorge y Santa Comba, pero ninguno de los dos sitios nos convenció. Así que sin prisa pusimos rumbo hacia Villarrube. Sabíamos que el pico estaba a tope de gente, pero como se acercaba la hora de comer, y la marea ya estaba subiendo, nos imaginamos que a medida que fuese pasando el tiempo habría cada vez menos gente en el agua. Y así fue. Cuando llegamos eran pocos los coches que quedaban en el aparcamiento y en el agua sólo había tres personas.
Desde la orilla, las olas parecían a la vista más que suficientes. Pero a medida que remábamos hacia ellas, comenzó a entrar primero una ligera brisa que pronto se convirtió en casi un vendaval. Así que si cuando no había viento la ola ya era rápida, con él en contra creando "borregos" en la pared, era casi imposible pasar una sección.
Pero a pesar del desastre en el agua, siempre vale la pena venir a Villarrube. También es cierto que yo vengo pocas veces, así que en cada visita, normalmente bastante distanciada en el tiempo, disfruto tanto del baño como del paisaje, como si cada visita fuese un descubrimiento.
Y es que este lugar es único. La playa es una lengua de arena, una península, delimitada por la desembocadura de dos ríos, el río de Loira y el de San Félix de Esteiro. A los lados, y llenos de eucaliptos que llegan hasta el mar, el Monte Burneira a la izquierda, donde se encuentra la "Vigía de Pantín", y el Monte do Coto d'a Croa a la derecha. Al fondo, la entrada a la ría de Cedeira, flanqueada por la Baliza de Piedras de Media Mar (la llaman así porque la luz se cimenta sobre unas rocas que asoman a media marea) y la Baliza de Robaleira. Tras la punta, el puerto y el pueblo de Cedeira.
A media que fue subiendo la marea, la derecha además de perder fuerza cerraba cada vez más, por lo que nos fuimos hacia la izquierda a coger alguna de las olas que rompían contra la desembocadura del río. Olas pequeñas, casi sin fuerza, pero perfectas para tablas con volumen como las nuestras.
El viento finalmente se calmó y hasta salió el sol. Era el momento de volver.
Preciosas las fotos.
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