Este año, el revuelo levantado por la celebración de la 25 edición del Pantín Classic, creo que ha sumido en el olvido otra gran efeméride en la historia del surf en Galicia.
En este año 2012 se han cumplido 40 años desde la primera vez que la playa de Pantín fue surfeada. El protagonista de aquel baño solitario fue Carlos Bremón.
Lo que hace especial aquel descubrimiento, además de todo lo ocurrido después en esta playa, es que Carlos conserva las fotos de aquella primera vez, y también gracias a él, y como no podía ser de otra manera, una excelente crónica de cómo descubrió la playa y de aquel día.
Mayo de 1971.
He emprendido un surfari a
Tapia. Aprovecharé el puente del 1 de mayo para llegar hasta allá y contactar
con un grupo de surfistas que me han dicho que cogen olas en esa playa que no
conozco.
No hace ni un año todavía desde
que he empezado a hacer surf, pero este crudo invierno ha sido muy provechoso,
con muchas sesiones en Santa Cristina cuando entraba temporal, y cuando no, en
el Orzán o en Bastiagueiro. Ha habido días en los que al salir del agua, no
podía abrir el coche de lo ateridas que tenía las manos; pero han sido unos
meses mágicos, en los que el surf ha resultado ser una experiencia alucinante.
Como es lógico, voy a Tapia
siguiendo la carretera de la costa. Acabo de pasar por Valdoviño, la playa de
los ferrolanos que estudian en Náutica en Coruña, pero había mucho mar y he
seguido de largo.
Tras dar una pronunciada curva,
de pronto diviso una playa desconocida. Busco una bajada y llego a una pista
que muere sobre una duna, en la ladera de un pequeño outeiro que domina el
centro del arenal. La playa, de unos cuatrocientos metros de longitud, con
bastantes dunas y un carrizal inmenso detrás, está como encajonada entre dos
acantilados. Pero hay algo que enseguida me llama la atención. Es una cresta
gris, una ola que se mueve paralela al acantilado norte.
La playa está resguardada de
casi todos los vientos -excepto del Noroeste-, por las dos colinas que la
flanquean, tanto por el lado Norte como por el Sur. Sin embargo su orientación
es muy buena, totalmente noroeste, por lo que la principal dirección de mar le
da de lleno.
La cresta gris rompe en una
magnífica derecha. Y detrás viene otra, y otra. El cuerpo me lo pide, pero la
lógica se impone. Estoy solo, y esa ola tiene un buen tamaño. Mi metro de Santa
Cristina no es un buen entrenamiento para enfrentarse a esa derecha.
Sigo mi camino, pero esa ola
queda grabada en mi memoria.
Primeros de agosto de 1972.
Me voy unos días de camping a
Valdoviño con mi novia. Conmigo llevo mi tablón de 2,70 metros. Llego al
atardecer y tras montar la tienda voy a ver las olas. La carretera baja hasta
la misma arena. Veo un islote muy batido por las olas, pero el mar está algo
revuelto, parece que el viento de hoy no es muy bueno allí.
De pronto me viene a la cabeza
el recuerdo de la playa cercana a Valdoviño que, yendo hacia Cedeira, había
visto el año anterior. ¿Por qué no le hacemos una visita?
Accedemos a la playa por la
misma pista que un año antes. He visto carteles que indican “Playa de Pantín”.
Después de aparcar al final de la pista bajo a la arena. La playa está lisa, es
marea baja y el mar ha retrocedido mucho. Hay una ola rompiendo hacia el medio
de la playa que es una izquierda muy rápida, aunque pienso que con el tablón
quizás sea capaz de seguirla. Pero hoy ya es muy tarde, el sol marca ya largas
sombras, mañana por la mañana lo intentaré.
Son la una del mediodía. Nos
hemos levantado tarde y he vuelto a ver Valdoviño. Más o menos sigue igual que
ayer. No hay duda, ¡a Pantín!
Cuando llegamos la marea está
alta y rompe una preciosa ola frente al Outeiro que tendrá sobre algo más de
medio metro. La mañana es muy
soleada, la brisa es terral suave, todo invita a irse al agua. Cojo mi
tablón y me lanzo al agua. Está fría, pero al ver romper aquellas olas, pronto
me olvido. Por supuesto que estoy en bañador, el traje de goma es sólo para el
invierno.
Cojo izquierdas y derechas,
disfruto de las olas, de la soledad, no hay nadie en la playa, ni tomando el
sol tan siquiera. Aguanto más de una hora, hasta que me harto de coger olas y
salgo ebrio de espuma, de agua verde cristalina, de olas acariciadoras que me
han transportado al paraíso. Con los años, será una de esas sesiones que
consigues recordar sin esfuerzo, que la tienes viva en la mente, en la que aún
ves las crestas cerca de tu cara e incluso revives las sensaciones que has
experimentado: el sabor del mar, la luz brillando en la superficie del agua,
los revolcones en la orilla.
Al día siguiente la brisa ha
subido de intensidad, sopla un fuerte nordeste.
Vuelvo temprano a Pantín, quiero
intentar coger la ola de marea baja que vi la otra tarde. La ola es una
verdadera cremallera, pero demasiado rápida y el viento es muy fuerte y fresco.
Además ha subido de tamaño. Me lo pienso un rato pero desisto. La soledad, con
aquellas fuertes olas y viento, impone un poco. No sé si sería capaz de surfear
esa ola. De todas maneras le hago unas fotos porque nunca había visto romper
una ola así.
Después de comer aparece un
matrimonio con unos niños que aparcan junto a nosotros y bajan a jugar a la
arena. La tarde cae y volvemos al camping.
-Carlos Bremón
Que bueno!
ResponderEliminarNo debe de quedar muchas playas en el mundo que todavia no esten surfeadas...Ese relato es muy bueno!
Gracias por compartir, un saludo!
Precioso relato. Se me ha puesto la gallina de piel como diría Cruyff!
ResponderEliminarUn abrazo!
F
¡Que regalazo que nos has hecho hoy con esta historia! Magnifica.
ResponderEliminarMuchas gracias a los tres, aunque todo el mérito es de Carlos, que no sólo se metió en Pantín por primera vez, si no que además nos lo contó tan bien. Es una pena que estos "logros" no tengan un reconocimiento mayor.
EliminarUn gustazo el leerlo. Me ha encantado el relato, por momentos estaba soñando e intentando imaginarmelo pero no, ese momento es de Carlos, me quito el sombrero...
ResponderEliminarSaludos Jesus y enhorabuena por la labor.
Precioso relato...increible, me ha emocionado,ha sido como estar alli, viviendo ese momento de descubrir un lugar maravilloso como es la playa de Pantin. La manera de narrarlo... perfecta. Otra vez más, enhorabuena por el blog. Es un verdadero placer entrar en el.
ResponderEliminarEl mérito de la excelente narración es de Carlos, y a él le hemos de agradecer el compartir la experiencia con nosotros.
EliminarGracias por seguir el blog, y me alegro que te gusten nuestras historias.