A través de la cámara ocurrió todo muy rápido. Iba siguiendo a un corchero que volaba sobre una ola a por uno de los mejores y más serios tubos de la tarde. La imagen que tuve de la ola antes reducir mi campo de visión al del visor de la cámara, me había hecho prever que aquella podía ser una de las olas del baño: una izquierda que entraba doblaba y que montaba a su vez sobre otra ola que parecía que iba a darle aún más fuerza y un tubo más hueco.
Pero de pronto, el bodyboarder, en lugar de seguir por la pared, se lanzó a por el labio, no sé si con la intención de salirse de la ola, o queriendo hacer una maniobra aérea. Pero en su vuelo, en lugar de con un labio, se encontró con dos, lo que creo que modificó su trayectoria, dando lugar a una de las caídas más espectaculares, sino la más, de aquel día.
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