7.7.17

HISTORIAS. ¿Ya está aquí?



Hace dos semanas, mientras disfrutábamos de una divertida orillera en Doniños, el comentario general en el pico era lo buena que estaba el agua, con unas temperaturas excepcionales para la época del año en la que nos encontrábamos, principios del verano. Hubo alguno que me preguntó por ello, y sin tener la información que ofrecen los datos estadísticos, mi opinión fue que en Doniños, y entendía que también en el resto del noroeste de la península, la temperatura del agua era más elevada de lo habitual por la escasez de vientos del nordeste, los más frecuentes en esta época del año, que suelen venir acompañados de afloramientos de agua y la correspondiente bajada de temperaturas en el mar. Lo habitual durante esos días fue que no soplase viento, y de hacerlo, lo hizo con una dirección diferente al nordeste.

En la conversación comenté lo publicado en el blog hace poco más de 2 meses, cuando hablamos  sobre las conclusiones del "V Informe de Evaluación" del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). En dicho informe se identifica a las zonas costeras como uno de los territorios más vulnerables al cambio climático, y se analiza la previsible evolución, a lo largo del siglo XXI, de algunas de las variables consideradas como fundamentales en este cambio.

Entre las variables analizadas se encuentra la variación de la temperatura del agua, de la que se concluía que los estudios realizados preveían un considerable incremento a lo largo del siglo XXI. Para el año 2050 se calcularon incrementos de hasta un 1 ºC en el valor medio de la temperatura superficial del agua en las Islas Canarias. En el Cantábrico el aumento llegará hasta los 0,9 ºC. Mientras, en la costa atlántica, el incremento será menor, de 0,5 ºC en el valor medio, con tendencias negativas durante los meses de verano y otoño, debido fundamentalmente a una intensificación de los afloramientos de agua. 

Aunque un incremento de 0,5 ºC o 1 ºC nos pueda parecer poco, y nos pueda parecer inapreciable, es importante tener en cuenta que dicho incremento se produce en un gran volumen, por lo que la incidencia del cambio es abismal.

Pero estas previsiones parecieron quedarse cortas hace una semana ante una nota prensa publicada por Puertos del Estado, en el que se daban a conocer las temperaturas récord medidas durante el mes de junio de este año por su red de boyas. La comparación de los valores medios medidos entre los años 2007 y 2017 confirmaba varios récords históricos de temperatura en las aguas del Cantábrico y del Mediterráneo. En todas las boyas que forman la red las subidas de temperatura se situaron entre  0,5 y 2,5 ºC, lo que me demostraba que no se trataba de una situación que se hubiese dado solo en el noroeste peninsular.

El mayor aumento de la temperatura del agua se registró en las boyas del Mediterráneo, y entre éstas el más elevado fue el de la boya de Tarragona, con un incremento de 2,53 ºC con respecto al valor de 2007, alcanzando en 2017 su récord histórico al superar los 27 ºC. Pero se han dado máximos también en la boya de Cabo Silleiro con 19,9 ºC y una subida de hasta 1,25º C desde 2007; en la de Bilbao-Vizcaya, con 23,5 ºC, el incremento ha sido de 1,21 ºC; en la boya de Cabo de Gata se igualó el récord anterior medido en junio de 2004 con 24,3 ºC y una subida de la temperatura de 2,48 ºC.

Un artículo recientemente publicado por el periódico The Guardian remarcaba la importancia de la variación de la temperatura del agua en la evaluación del calentamiento global, reflexionando sobre el valor de la información que los datos de las temperaturas de los océanos nos puede aportar sobre este proceso.

En varias ocasiones hemos hablado en el blog de la importancia de las redes de medidas, aunque normalmente refiriéndonos a la altura y el periodo del oleaje. Estas boyas, y otros aparatos como los denominados perfiladores, son capaces de medir, entre otras variables, la temperatura del agua a diferentes profundidades, disponiéndose ya de resultados desde hace algunas años que permiten seguir y estudiar la evolución real que se está dando desde la visión que ofrece la perspectiva del tiempo.

Al igual que para la altura de ola, el modo de medir la temperatura del agua del mar ha evolucionado. Si hace décadas la medición de la altura de ola era visual, y la del periodo cronometrada, la de la temperatura del agua se hacia recogiendo agua con la ayuda de un cubo. Durante la Segunda Guerra Mundial la marina americana comenzó a medir la temperatura del agua mediante sensores ubicados en los cascos de los buques. Con el tiempo los sensores se volvieron más precisos y específicos. En el año 2001 se desplegó la red ARGO, que cuenta en la actualidad con cerca de 4.000 dispositivos tomando mediciones en todo el mundo. 

Los sensores actuales permiten medir esta variable a diferentes profundidades y bajo una misma referencia, ofreciendo datos no sólo continuos, sino también muy fiables. La principal limitación que presenta la información que nos ofrecen es la "juventud" de los datos, ya que las mediciones más antiguas tienen poco más de 15 años. A pesar de ello, lo que nos transmiten es que los océanos se están calentando, cada vez más rápido, y que si la temperatura en la atmósfera no ha aumentado aún más, es precisamente por la función "amortiguadora" que las aguas del océano están teniendo en este proceso.

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