Leyendo hoy el blog de El Niega, me ha venido a la mente una entrada publicada en el blog de Antón Bruquetas ya hace unos meses. En ella, y en un texto escrito por Carlos Bremón, se narra un mismo hecho ocurrido dos veces, un "déjà vu", vivido con una separación entre si de más de 30 años, en la playa del Orzán.
Parece mentira como aún hoy el surf continua siendo un deporte muy desconocido para buena parte de nuestra sociedad, y que ocurran hechos como lo pasado en Barcelona: multar a surfistas por practicar su deporte.
A continuación transcribimos el texto escrito por Carlos, y un video sobre lo ocurrido hace tan sólo dos años en el Orzán. Como podéis comprobar en todas partes cuecen habas. Por cierto, ni a Carlos, ni al desconocido surfista de hace dos años, los multaron, a pesar de toda la movilización que se generó. Algo es algo.
O cuando la historia se repite otra vez.
DÉJÀ VU EN EL ORZÁN.
”Todos hemos tenido alguna vez la sensación de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos!” (Charles Dickens). Texto por Carlos Bremón.
Curioso fenómeno el de los “déjà vu”. Uno ve una imagen que se supone inédita, o vive un acontecimiento por primera vez, y lo que deberías sentir como una novedad nunca experimentada, de pronto, ya en el mismo instante, te invade el convencimiento de que es algo ya visto, ya vivido, ya experimentado.
Por un lado estás seguro y la lógica te dice que aquello es una novedad para ti. Pero por otro, sientes la sensación de que es algo repetido, de que no es la primera vez que te sucede algo exactamente igual. Y lo más curioso es que se da en situaciones en las que se hace muy difícil la repetición, en las que ésta resulta increíble desde un punto de vista razonable.
Marzo de 2008. Hace poco más de un año, una noticia local de A Coruña merece los honores de la contraportada de La Voz de Galicia. “Despliegue en A Coruña para rescatar a un surfista que no necesitaba auxilio” reza el titular, ilustrado con dos fotos, una de ellas bastante espectacular, en la que se ve a un surfista corriendo una ola en medio de un mar embravecido.
La noticia contaba que Salvamento Marítimo movilizó una lancha de rescate y un helicóptero para socorrer a un joven que hacía surf en la bahía del Orzán, cuando una mujer, que caminaba por el paseo marítimo, creyó que el joven necesitaba ayuda y alertó a la Policía Local, y ésta a los medios de Salvamento.
Noviembre de 1975. Hace treinta y cuatro años una fría, lluviosa y desapacible tarde de noviembre surfeaba yo unas olitas en la playa del Orzán. ¿He dicho treinta y cuatro? Bueno, quizás sean treinta y cinco, o treinta y seis, no estoy seguro. Pero sí era noviembre y eran las cinco o las seis de la tarde.
Mientras yo intentaba coger alguna de las pequeñas olas que rompían, la vecina de uno de los pisos que dominan la playa se asomó y vio, con asombro, como un ser humano se debatía en medio de las olas, subiendo y bajando de algo así como una balsa. Y no se lo pensó dos veces, ¿a quién podía avisar? Cogió el teléfono y marcó el número de la Comandancia de Marina.
Marzo de 2008. “Tras sortear varios golpes de mar” -sigue contando la noticia de La Voz- “la lancha de Salvamento logró aproximarse al surfista, pero éste desestimó la ayuda y continuó a lo suyo” y al final, “tras otros 20 minutos de arriesgado surf el chico abandonó la playa y se marchó con su furgoneta”.
Noviembre de 1975. Recuerdo aquella tarde de treinta y cuatro años atrás como un claro ejemplo de pérdida de tiempo. Frío, olas malas, pero el surf es como es y algo pude coger para salir medianamente satisfecho del agua.
Cuando subo la escalera de la playa observo a dos marineros de uniforme y con ellos un suboficial vestido de paisano, que me espera pacientemente sentado en el borde del paseo, fumando. Los marineros, al verme con la tabla bajo el brazo, ponen cara de circunstancias, pero el suboficial la pone de impaciencia. “¿Estaba usted –me pregunta, protocolario- hace un rato en el agua con esa tabla?”. Ante mi respuesta afirmativa, simplemente se levanta y les dice a los marineros “Vámonos”; se meten en un Seat 600 y se pierden en el tráfico urbano. Yo me quedo todavía un rato viéndolos desaparecer, pensativo, sin creerme aún lo que acabo de oír. Pero al fin una gran sonrisa me cruza la cara y me voy a mi coche para vestirme, porque ya me está cogiendo el frío.
Al día siguiente de aquella tarde de hace ya demasiados años, cuando llego a trabajar le echo un vistazo al periódico. Un compañero me espeta: “¿Oye, no serías tú el surfista que ayer fueron a rescatar de la Comandancia de Marina?”. “Es que sale una noticia en el periódico, mira, mira”.
No recuerdo si le dije que sí, que era yo, u opté por disimular prudentemente. En aquellos años era fácil que, por una anécdota así, te tomaran por un desequilibrado mental.
Una última consideración. La mujer que dio el aviso hace un año, ¿sería la misma de hace treinta y cuatro, aquella desapacible tarde de noviembre? Si fue así, es indudable que después de avisar a la policía tuvo que haber pensado: “Es curioso, que déjà vu acabo de tener tan real...".
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