27.6.11

VIDEO. Hay cosas que nunca cambian.



Pasa el tiempo, y con él, a medida que crecemos, las cosas van cambiando. Surgen otras prioridades, nuevas obligaciones, que ya no te permiten ir al agua en el momento en el que las condiciones están mejor. Hay que aprovechar el poco tiempo del que se dispone, muchas veces escasos minutos entre turno y turno de trabajo.

Y marcados por los horarios fueron como transcurrieron estos dos baños.  

Pero a pesar de los cambios, hay cosas que permanecen igual pese al transcurrir del tiempo, entre ellas la motivación de Luis en el agua cuando tiene una cámara de fotos o de video delante. Esta motivación y las palabras de su padre Lin mientras veíamos desde el Outeiro de Pantín la final del campeonato del pasado fin de semana, me trasladaron mentalmente a al menos 10 años atrás y a un texto que sobre ellos escribió Willy Uribe en su libro "Crónicas del salitre" y que os transcribo, en cursiva, a continuación. La verdad es que me alegro un montón de que haya cosas que nunca cambien:

Llegado el mediodía, los padres de Luis pensaron que lo mejor sería comer algo para reponer fuerzas en vistas del baño de la tarde. Me invitaron a ir con ellos y acepté encantado. Lo que pensaba que iba a ser una comida rápida, se transformó en un exquisito banquete en un restaurante de camareros con pajarita. Consomé, almejas en salsa, bacalao y postre, todo ello regado con un fino vino de Ribeiro y acompañado de las historias africanas del padre de Luis, marino mercante y recién llegado de su última marea. Tras hacer la digestión y sortear la modorra subsiguiente, buscamos alguna ola para seguir trabajando. El lugar elegido fue Penencia. La tarde continuaba ventosa y el mar había ganado fuerza. Luis marchó directo para el agua mientras el resto observábamos desde la orilla. El chaval, como los toreros de alternativa, quería agradar, y lo logró. Primero anduvo nervioso, buscando giros donde no eran posibles, pero después se centró y supo entender las olas tal y como venían. Entonces tuvimos delante a lo mejor de un buen surfero que desde esta apartada esquina gallega lucha un montón por mejorar su nivel. Aquí no es tan fácil progresar en el surf como en Zarautz, Sopelana, Somo o Gijón. Lo de esquina apartada no es retórica. Las obras que tienen lugar para extender la autovía del Cantábrico comienzan a hacerse interminables en Asturias y desaparecen en Galicia. Lo que la autovía proporciona, la rapidez de desplazamientos, contactos y variedad de surf posibles, es algo importante para cualquiera que quiera incrementar su nivel de surf. Pero Luis, Gony y otros surferos gallegos tendrán que esperar aún años para verla completada y deberán continuar entrenando con lo ya conocido, que tampoco es moco de pavo. 

Tras la última ola de Luis, completada con un floater limpio y radical y una mejor recepción de rodillas, ultimamos la tarde con un cafelito y una charla, y cada cual retomó su camino. El mío continuaba hacia Santiago. Llevaba la tripa llena, el alma cantábrica total y seis baberos de encaje para mi hija tejidos amablemente por Mari, la madre de Luis. Cuando llegué di una vuelta por las calles medievales, entré en algunas tabernas de viejo, me refresqué con el agua bendita de la Catedral en compañía de algunos peregrinos, y después me volví para casa dando gracias a quien fuera por hacer de mi vida una Trascantábrica continua.

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