Uno de los objetos que siempre intento llevar conmigo es una cámara de fotos. El que me acompañe hace que se despierte en mí la curiosidad por el detalle de las cosas, y la búsqueda de lo inesperado en lo cotidiano. Y esa motivación me ha permitido verle la parte interesante a muchas situaciones que en un principio me parecían anodinas. A veces no ocurre nada, pero simplemente el hecho de que exista la posibilidad, hace que el momento más aburrido sea interesante.
Evidentemente eso rara vez me pasa en el agua, pero aún así siempre eché de menos tener una cámara con la que meterme al agua y fotografiar muchas de las cosas que allí ocurren. Me he lamentado un montón de veces no tenerla para poder inmortalizar momentos, que aunque te queden en la mente, siempre es mejor tenerlos también en papel.
Y así es que desde hace un año, aunque de modo interrumpido, tengo una pequeña cámara acuática, con la que, los días que está fácil, me gusta ir al agua. Y digo interrumpido porque ya voy por la tercera. Afortunadamente hasta ahora siempre me ha cubierto su reposición la garantía. ¿Pero cuántas veces más lo hará? Ayer me di el segundo baño con la nueva, y ya le entra agua. Intentaré ser más cuidadoso todavía, y no hacerle maldades como en alguno de los videos.
Qué bien explicado el por qué querer llevar siempre la cámara de fotos. Lo comparto plenamente.
ResponderEliminar:)
No sé por qué pero mi último video te va a gustar. Por cierto, veo que manejas la pluma con la mismo pulso que la cámara. Sigue escribiendo así. Un saludo crack
ResponderEliminarMuchas gracias Kako. Me pongo ahora mismo con él y te cuento.
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