17.1.13

HISTORIAS. La máquina de escribir.








Conservamos en casa una Olivetti Studio 46.

Acostumbrado a teclear en un ordenador, y a ver aparecer el texto en la pantalla, observar el modo en como una máquina de escribir marca las letras sobre el papel resulta apasionante.

Todo en ella tiene una función y ha sido colocado en un lugar determinado con un objetivo preciso. El fijador de papel. La cinta con la tinta. El tabulador. La palanca. La fijadora de mayúsculas. Y en especial las teclas. Sobre ellas existen diferentes teorías que explican su disposición, que a primera vista nos puede parecer caprichosa y sin sentido. Estas teorías van desde las conspirativas a las más prácticas. La que a mí más me convence es aquella que afirma que se trata de la disposición que mejor evita los atascos, en el avance preciso y rápido que exige la escritura.

Porque trabajar, escribir con una máquina de escribir, si algo requiere es precisión y agilidad. No hay vuelta atrás sin borrón- Los fallos quedan marcados en el papel de forma permanente. En cierto modo es como tocar el piano ante una audiencia atenta y entendida. No cabe lugar al error y la coordinación y el ritmo han de ser perfectos. Y después está su sonido. De entre todos los emitidos por una máquina creada por el hombre, tal vez sea el más orgánico y agradable de escuchar. Su tecleo. El avance del carro. El timbre que nos anuncia la proximidad del final de línea, y cuando ya no queda espacio, la palanca que, con precisión, hace avanzar una línea el texto y arrastra el rodillo hasta la posición de inicio, en un gesto que incita al escritor a continuar con su tarea en cada salto.

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