Una de las labores que me está requiriendo mayor
esfuerzo, de entre todas las destinadas a recopilar los orígenes del surf en
Galicia, es la de recuperar imágenes de calidad de aquellos años. Imágenes que ilustren los
relatos y testimonios que dan contenido a esta historia.
El primero de los problemas se refiere a la
cantidad. A finales de los sesenta y principios de los setenta pocos eran los
que disponían de cámaras fotográficas, y menos aún de máquinas con buenas
ópticas y objetivos con las que tomar fotos de surfistas de buena calidad. Además, los primeros
surfistas tampoco creían estar realizando algo excepcional que fuese digno de
inmortalizarse, de fotografiarse. Es por ello que son pocos los testimonios
gráficos que existen de aquella época. También muchas de estas fotografías, tal
vez por no considerarse tan relevantes en su día, se perdieron o se
destruyeron. Otras sufrieron accidentes caseros, lo que ha hecho que el archivo disponible tampoco sea demasiado extenso.
Una vez localizadas las fotografías existe un
último filtro a superar: no siempre es fácil que los protagonistas te confíen
estas imágenes durante algunas semanas, y lo entiendo, ya que hay que darse
cuenta que muchas de estas personas apenas me conocen. Algunos han vivido además experiencias negativas anteriores, con fotografías que se prestaron y nunca se
recuperaron. Hay que comprender que estas instantáneas, cuyos propietarios las
han conservado durante años, son parte fundamental de sus recuerdos, y que
tienen por tanto un gran valor. Por mi parte pueden estar
seguros que las fotos recibirán el cuidado que se merecen, y lo más importante,
que serán devueltas, a poder ser con una copia en digital de las mismas, para que los
propietarios las puedan conservar aún mejor.
Después toca escanearlas con calidad suficiente
para puedan ser después impresas en cualquier formato y tamaño, pero también
clasificarlas, datarlas y documentarlas. Un trabajo que, de no hacerse
metódicamente desde el principio, se puede convertir en insufrible cuando haya
que afrontarlo de golpe.
Por eso cuando me ceden temporalmente un archivo
fotográfico, me imagino que la sensación que siento es similar, evidentemente salvando las distancias, a la que
experimenta un arqueólogo ante un hallazgo. La última vez que he tenido esta
sensación fue hace un mes, cuando en mi último viaje a Vigo la familia
Irisarri, y después Ángeles Vega y Nicolás Pita, me pusieron a mí disposición
su archivo fotográfico de surf. Más de 200 fotografías con escenas, sobre todo de la playa de Prado y el pico de Patos, de finales de los setenta y década de los ochenta.
Ahora estoy inmerso en la tarea de escanear y
clasificar las fotos. Superada la emoción de la primera visual, este trabajo, que en
ocasiones resulta un poco repetitivo, le reporta a uno muchas agradables
sorpresas y descubrimientos. Una de ellas es un juego de negativos de una
sesión en el pico de Patos, posiblemente de finales del verano de 1977,
inmortalizada con una cámara Nemrod Siluro por José Irisarri. En papel se conservan cuatro fotografías de la serie: dos de Suso Irisarri bajando una derecha en el Pico, otra de Nicolás Pita, y una cuarta de Nicolás Pita y Balbi Irisarri en pleno Don Lurio.
El significado y valor de esta serie se encuentra en que, si ya es difícil tener fotos de estos años, que éstas estén tomadas con cámara
acuática resulta aún más destacable. La conjunción de dos de las aficiones deportivas de la familia Irisarri, el buceo y el surf, fue lo que lo hizo posible.
Porque la fotografía acuática precisa de un equipo
específico que si bien hoy resulta bastante accesible, en su día supuso todo un reto. Las primeras imágenes
subacuáticas se remontan a finales del siglo XIX de la mano del francés Louis
Boutan. Pero la popularización de este tipo de fotografía llegó gracias al
mítico explorador y divulgador Jacques-Yves Cousteau.
La Nemrod Siluro fue la respuesta española a
cámaras subacuáticas como la Calypso o las Nikonos. Fue fabricada por la
empresa catalana Metzler Nemrod, empresa especializada en la fabricación de
productos para la pesca submarina. Se caracterizaba por emplear una película
120 que permitía obtener 12 fotografías en formato 6x6 por carrete.
De la sesión se secaron 11 fotografías, y
estas son algunas de ellas.
La Nemrod Siluro, que iba equipada con un flash de tungsteno, no estaba evidentemente pensada para la fotografía de surf. Su focal fija enfocaba a una distancia de aproximadamente un metro, por lo que resultaba muy complicado, por no decir imposible, lograr una foto que fuese completamente nítida.
A la Siluro le siguieron una Minolta Wheatermatic y una Nikonos V de 35 mm, la cual ya estaba dotada de un enfoque manual que permitió a Jose sacar las primeras fotos acuáticas de calidad, entre las que se encuentran una sesión en la izquierda de Monteferro de 1988 que pronto dará lugar a una nueva entrada en el blog.
Que tal Jesus!
ResponderEliminarBuena y acertada la comparación con el arqueólogo. Muchas de esas fotos suelen descansar en albunes o en cajas, entiendo y comprendo la emoción de sostenerlas entre las manos -un placer que lo digital nunca proporcionara...- y ya ni te cuento si a medida que las vas viendo alguien a tu lado te cuenta la historia de esas instantaneas.
Le he dado un vistazo al link de la camara y es una maravilla. Anda que no tenias que ser cauto con los disparos, economizar al máximo.
Nuevamente te doy las gracias por la labor que llevas a cabo.
Un saludo y buen finde!
Muchas gracias Fran. Es fantástico contar con la amabilidad de todas las personas que me están ayudando. La verdad es que estoy disfrutando realmente con esta búsqueda. Un saludo,
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