EL DESCUBRIMIENTO DEL PICO DE PATOS (resumido) Y LOS INICIOS EN EL SURF VISTOS DESDE MADRID.
(Jose) Aunque
a muchos les pueda parecer increíble, no comenzamos a surfear en el Pico de
Patos. Aquello nos parecía una locura. Así que nuestros inicios en el surf
fueron en la playa de Prado.
Pero en octubre
de 1976 tuvo lugar un acontecimiento que de algún modo vino a cambiar
muchas de las ideas que teníamos sobre el mar y el surf. Había entrado una de esas
marejadas que presagian el inicio del otoño, de modo que había un
maretón considerable. De repente aparecieron en la playa unos extranjeros, que
resultaron ser neozelandeses, que de ruta hacia Portugal pasaron por Patos. Me
llamó especialmente la atención que uno de ellos cogía las olas en drop-knee,
como George Greenough, además de que se lanzaba a las olas más bestias. Pero lo realmente
increíble fue que no entraron a surfear en la playa, como hasta entonces lo habíamos
hecho nosotros, sino que se dirigieron directamente hacia la zona de rocas que
hay a la izquierda. Para mí aquello era alucinante, como si viera marcianos
entrando al agua. Me dejaron obnubilado. Tras el baño fui a hablar con ellos
para interesarme de dónde eran, y charlar un rato con surfistas de
verdad.
(Alberto) Nuestro estreno en el Pico no se produjo hasta el año siguiente, en el que un nuevo grupo de surfistas extranjeros, en este caso australianos, eligieron también el Pico para coger olas en lugar de la playa de Prado.
(Vicente) La llegada de aquellos australianos
supuso para nosotros la conquista definitiva del Pico. Recuerdo perfectamente
la llamada de Jose a Madrid, en septiembre, alborotado por su llegada “¿Cómo
que en Monteferro? ¡¡¡Sí está plagado de rocas!!!”.
(Suso) El Pico disparó nuestra evolución. Es una
ola en la que es muy fácil remontar. Se entra por un canal bien definido. Y
rompe siempre en el mismo sitio, lo que nos ayudó a asimilar con rapidez los
movimientos básicos del surf: bottom, reentry, cutback, ...
(V) El descubrimiento del Pico supuso un
cambio, una rotura de esquemas total. Desde aquel momento fuimos conscientes de
la diferencia entre surfear una ola de arena y un pico de roca. Así que
empezamos a ser asiduos a las bondades del Pico. La gente desde fuera, al igual
que nos pasó a nosotros con los neozelandeses, lo veían como una
temeridad. De hecho recuerdo perfectamente el comentario de la gente que
practicaba windsurf en Vigo, y que afirmaban
literalmente: “los Irisarri están absolutamente locos, ¡¡cogen olas sobre las
rocas de Monteferro!!”.
(S) Sin embargo, buena parte de nuestros primeros años
como surfistas coincidieron con nuestros estudios en Madrid, así que nos
teníamos que conformar con hacer surf en vacaciones y sobre todo en verano.
Jose, que estudiaba química en Santiago, y Balbi que aún no iba a la universidad, sí que se quedaban aquí, así que pudieron surfear más que nosotros
en aquellos años.
Salvo Balbi, todos empezamos a hacer surf con una
cierta edad. Yo, con 18 años. Balbi, que es el segundo más pequeño de los
hermanos, comenzó con 11, algo que hoy es totalmente natural. Sin embargo, en
aquellos años, que un niño pequeño se metiese en el mar a coger olas, se veía como una temeridad.
Pero el estar en Madrid tenía también su parte
positiva, ya que nos permitía estar en contacto directo con muchos de los
cambios y avances sociológicos que se estaban viviendo en aquellos años en
cuanto a cultura, moda, pensamiento, … . ¡además descubrimos el skate!. En los años 1975-76 se produce
el despegue del skate como deporte, y esta pequeña revolución nos coge en Madrid. La gran explosión se produjo
tras la apertura de la tienda Caribbean, cerca del Retiro, tienda que a día de hoy aún
sigue abierta. Alberto y yo solíamos ser unos de los habituales en Caribbean.
Todos los sábados y domingos nos concentrábamos cerca de 200 personas en Nuevos
Ministerios en torno al skate. Y desde Madrid trajimos el skate a Vigo. Construimos nuestra primera rampa en Patos en 1977, con la madera de los encofrados que habían sobrado de la construcción de la casa.
(Al) Lástima
que cuasi-abandonamos el skate cuándo comenzaron los parques y las pistas. Yo aún
recuerdo ir a clase con el skate, en el metro, a finales de los 70 y en los primeros
80. Pero la masificación de practicantes en Nuevos Ministerios, y en otros sitios, nos llevó a abandonar los círculos de gente que comenzaron a formarse entorno al skate. Creo que las actividades en dónde una parte importante del disfrute está en las sensaciones que uno siente, se convierten en menos agradables cuando hay una multitud de gente queriendo hacer y/o sentir lo
mismo que tú; y si puedes optar por mantener la
intimidad, la opción para mí es clara. El surf es un ejemplo muy claro de ello;
y el skate, al menos para nosotros, era algo muy parecido, aunque
ahora para los skaters sea una actividad mucho más social.
También tratamos de llevar a Madrid algo del surf. Recuerdo que en el metro a veces íbamos sin agarrarnos, imaginando ir surfeando sobre la tabla en las curvas … En Madrid coincidimos con otros surfistas como
nosotros, aunque éramos muy pocos. Por ejemplo en mi colegio mayor, en donde vivíamos unas
700 personas, hacíamos surf uno de Santander y yo. En la Escuela de Montes, que seríamos
unos 1.000, yo era el único que hacia surf. Éramos unos auténticos bichos
raros.
(V) En mi escuela estaba Vicente Iza, que hacia surf en
Mundaka. Y en el colegio mayor, nadie, todos jugaban al rugby.
Pero además de la oportunidad que supuso estar en Madrid, el hecho de ser muchos hermanos, hizo que el núcleo familiar
tuviese múltiples entradas de información, y que por tanto acumulásemos intereses muy
diversos. Estábamos estudiando fuera. Y vivimos una época de grandes cambios y de una fuerte apertura cultural. Era por tanto inevitable que recibiésemos la
influencia de muchas de las corrientes que se iban creando en esos años. El ser
tantos nos permitió además recopilar un montón de información, prácticamente en el
momento en el que estaba ocurriendo.
(Al) Un ejemplo de ello es el recuerdo que guardo, con
total claridad, de como con 10 años, los hermanos acampábamos en Monteferro
para escuchar la emisión pirata de radio Caroline, emisora inglesa que emitía
desde un barco música rock las 24 horas del día.
(J) O los discoforums que organizábamos en el colegio con
discos que en aquella época resultaban muy vanguardistas y políticamente
incorrectos: Frank Zappa, Pink Floyd, … Aún recordamos el impacto que supuso en
el colegio ver a Suso, en la actuación de fin de curso, tocando la guitarra de
espaldas al público como Eric Clapton.
(S) Y dentro de esa corriente de cambios entraba
naturalemente el surf, que por el imaginario y cultura que lo rodeaba, hacia
que superase en atractivo a cualquier otro deporte. No eran sólo las olas, era
todo lo que lo rodeaba lo que lo hacia más atractivo: su estética, la música, el
mito californiano, …
(V) El estar en Madrid, y por extraño que parezca, nos facilitó también el acceso al material. Cuando
localizábamos una tabla de surf todos los hermanos nos poníamos en
alerta. Recuerdo una vez en que Alberto me llamó para decirme que en un colegio mayor, no recuerdo ahora en cuál, había localizado a un chico de Florida que se
había traído una tabla. Atravesamos medio Madrid hasta localizarlo. Ya con la
tabla en nuestro poder, no la pudimos estrenar hasta que finalizó el curso y
volvimos a Vigo a pasar el verano. Y así fueron pasando por nosotros una Freedom, la Visuals, la Barland, y
la Bilbo, un 11 pies que nos parecía, en aquella época, la tabla ideal.
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