Tal vez mis expectativas eran demasiado altas. El día anterior nos habíamos dado un buen baño en el medio de la playa, en donde el fondo parece estar bien colocado. Suele ser bastante común aquí que el banco de arena adopte esta disposición, con dos zonas de rotura: una más adentro, sobre la arena, en donde las olas rompen más frecuentemente aunque más tendidas, y otra, un poco más abierta, en donde si tienes paciencia para esperar a las series cruzadas que entran desde el Oeste, puedes coger buenas paredes que te permiten, además de una buena bajada, dos o tres recortes amplios llenos de velocidad y fuerza. Las mejores de aquel día habían sido además las de la serie, por lo que parecía que la pequeña subida de mar que se anunciaba no le iba a ir nada mal.
Cuando llegué a la playa Luis ya estaba en el agua. Había algo de viento, pero parecía que la ola salía en el mismo sitio, aunque no tan limpia. Pensé si entrar con la cámara o no. El que Luis esté en el agua suele ser siempre garantía de alguna buena foto. Además, y mientras me ponía el traje, entraron Occy y Rubén; sabía también que Ángel se estaba cambiando, por lo que ya estaba decidido.
Me pensé lo de la cámara porque, en los días que hay algo de mar, no siempre es cómodo estar con ella. No es sólo por la incomodidad que a veces supone llevarla contigo, sino también porque cuando viene la serie y tienes la oportunidad de hacer una foto, has de elegir entre sacarla y comerte posiblemente la ola que viene detrás, o descartar hacerla y remar para intentar librarte. Además, entre olas, salvo que estés en el canal, no tienes visión para saber que es lo que está ocurriendo detrás, por lo que tampoco dispones de mucho tiempo para sacar la cámara, enfocar y encuadrar. Si todo ello no fuese suficiente, la cámara que uso ahora tiene un gran defecto: en modo manual cambia muy fácilmente su configuración. A veces, y cuando sacó la cámara y hecho un vistazo rápido antes de hacer la foto, descubro que se ha activado el temporizador, o el flash, o ha cambiado el formato de la imagen, ... Ayer, y tan pronto como entré al agua, lo que se cambió fue la sensibilidad, configurándose la cámara en ISO 6400. Lo peor de todo es que no me di cuenta hasta casi el final. El resultado: la mayoría de las fotos salieron muy oscuras, y las que se pudieron salvar, poco nítidas y con mucho grano. Un desastre.
En cuanto a las olas, la cosa no fue mucho mejor. La mayoría de las series cruzadas rompían antes de llegar al banco de arena. Muchas de las que rompían en el interior lo hacían, bien por el viento, o tal vez por la corriente, con una ondulación lateral que dificultaba cogerlas. El único que pareció realmente disfrutar en aquellas condiciones fue Luis, que se hizo varios tubos muy buenos, aunque ninguno lo pude coger con la cámara.
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