Después de mi nefasta actuación en el campeonato de Salinas, y tras reponer fuerzas al mediodía, nos acercamos hasta el Motorbeach. El año pasado habíamos estado un solo día, y nos habíamos quedado con ganas de más. No había habido olas, el tiempo había estado regular, pero el lugar es increíble: a pie de playa, pero a un paso de las montañas; con unos lugares increíbles por descubrir con tan solo caminar hasta la siguiente loma o bajar a la siguiente cala, y todo ello en un ambiente relajado con cosas muy curiosas de ver.
No soy especialmente aficionado ni a los coches ni a las motos. De todos modos la mezcla que se plantea de surf, motor y música tampoco me desagrada. Pero tal vez, precisamente por la coincidencia con el Festival de Salinas, el equilibrio que existía el año pasado entre motor y surf, este año no se producía, y aunque el surf estaba presente, las motos lo dominaban todo.
Mi sensación fue de que hubo más gente, de hecho a muchos de los amigos que andaban por allí no los llegamos a ver, y también de que deberíamos de haber ido con algo más de tiempo, para disfrutarlo con más calma, pero queríamos volver pronto a Salinas, para ver la final, que en un principio iba a ser a las nueve. Esperemos que el próximo año no vuelvan a coincidir las fechas.
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