Con la parte número 9 concluimos la serie dedicada a Carlos Bremón, sin duda uno de los personajes más influyentes en la historia del surf en Galicia, tanto pasada como actual. Esta última parte recoge los años transcurridos desde principios de los ochenta hasta la actualidad, y se basa en buena medida en la entrevista que Gonzalo Cueto le realizó hace ahora 18 años, y que se publicó en la revista Surfari. A pesar del tiempo que ha pasado, creo que las palabras de Carlos continúan estando totalmente vigentes. De hecho estoy seguro de que si se las realizase hoy, su respuesta sería muy parecida.
Tal vez estos años los he recogido con menos detalle que los anteriores, y no porque hayan sido menos relevantes. Pero cuando me marqué qué calendario cubrir para contar los orígenes del surf en Galicia, ese llegaba hasta 1988, por lo que muchos de los acontecimientos en los que Carlos tuvo un papel vital tras esa fecha, creo que no están reflejados como se merecen. Tal vez esa época habrá que cubrirla en un próximo proyecto.
"Es curioso, pero no recuerdo que tabla usé a continuación de la que le compré a Darryl, aunque creo que entre aquella tabla y la siguiente estuvo la etapa en la que casi dejé el surf, cosa que duró dos ó tres años. Tal vez algo más. Fueron los años en los que, y tras haber trabajado entre 1972 y 1978 en el Club Náutico de Coruña, decidí dedicarme profesionalmente, y de forma completa, al mundo de la natación como entrenador. Dejé el Club Náutico de Coruña y fui contratado por el Club Poliesportiu de Puigcerdá, en Gerona, y al año siguiente por el CD Tenerife, en donde permanecí dos años, hasta que retorné a Galicia en 1980, para trabajar en el Club Marina de Ferrol, y posteriormente, a partir de 1986, para la Armada, organizando la enseñanza de la natación a los reclutas que llegaban al Cuartel de Instrucción para hacer la mili.
Aquella decisión de centrarme en la natación, aunque me alejó temporalmente del surf, me ha proporcionado muchas satisfacciones, tanto personales como profesionales, y ha sido fundamental en mi vida. Entre las profesionales se encuentra la de haber formado parte del equipo técnico de la selección nacional en diversas ocasiones: en 1976 en Montceau les Mines, en 1980 en Florencia, en 1982 en Luxemburgo, en 1997 en Israel, … . O en esta última etapa, en la que, y desde octubre de 2013, soy Presidente de la Federación Gallega de Natación. En ese año se me concedió la medalla de oro de la Real Federación Española de Natación por mi carrera profesional.
Con mi llegada a Ferrol en 1980 retomé el surf de nuevo. Para entonces todos nos habíamos olvidado de los longboards, que en aquel momento eran ya, simplemente, prehistoria del surf. Al poco de llegar me instalé en una casa en el pueblo de Valón, por lo que tenía Doniños y las demás playas, relativamente cerca.
Mi llegada a Ferrol coincidió en el tiempo con la de Vicente Irisarri, iniciándose una profunda amistad. Aquel supuso el comienzo de una nueva etapa llena de proyectos que poco a poco se fueron materializando: la primera tienda de surf, el primer club de surf, y la organización del primer campeonato internacional de surf en Galicia.
La tienda fue lo primero que se hizo realidad. En 1986, con Laly, mi mujer, abríamos Aquasurf, la primera surfshop gallega. La tienda se abrió en la Calle María de Ferrol, en el barrio de la Magdalena, en un pequeño bajo. Durante los dos primeros años de Aquasurf, y como especializarse únicamente en el surf nos parecía una verdadera locura, la tienda abrió también como kiosco y tienda de regalos, de modo que, y además de la prensa del día, podías comprar tus golosinas preferidas, y hacer fotocopias, entre inventos, tablas y trajes de surf.
Entrar de primeros en el mercado de un deporte que parecía encontrarse en plena expansión, nos pareció una excelente oportunidad. Sabíamos además que la apertura de la tienda, tal y como después pudimos comprobar, supondría que más y más gente se animase a probarlo. Cada año era mayor el número de practicantes, por lo que comenzó a dejar de ser extraño, sobre todo en los meses de verano, llegar a Doniños y encontrarse en el agua con 20 o 30 personas. De hecho en Coruña, donde estaba uno de los principales gérmenes del surf en Galicia, el número de practicantes se quedó un poco estancado durante los 80, y no resurgió hasta que Okena abrió en el año 1991.
Mientras fuimos la única tienda, venía gente de toda Galicia a comprar. El aumento de clientes supuso que la tienda se fuese centrando cada vez más en el surf, hasta que finalmente se convirtió en nuestra única actividad. Las tiendas, no solo la nuestra, cumplían en aquellos años una función que casi podía calificarse como “social”, evidentemente en lo que respecta al surf. Eran la puerta de entrada a su práctica para muchos niños y jóvenes. Cuando cruzaban nuestra humilde puerta, yo me fijaba en sus caras y parecía que entraban en un mundo mágico, maravilloso, que les llenaba de entusiasmo. El surf tenía mucho de mito entonces.
Traer material a la tienda en aquellos años era complicado. La mayor parte de los mayoristas estaban en el País Vasco, Francia o Inglaterra, y no tenían comerciales por aquí. Importábamos también algo de material directamente desde Estados Unidos, donde había una oferta mucho mayor. A la dificultad de comprar material, se unía la poca seriedad de los proveedores, tal vez porque en su mayoría eran aún gente muy joven, sin experiencia. Era muy frecuente hacer un pedido y recibir una mercancía totalmente distinta de la solicitada. Además las condiciones de venta tampoco eran muy buenas. Algunas marcas te exigían exclusividad en la venta de sus productos. Otras el pago al contado antes de recibir la mercancía. Los márgenes en las tablas eran bajísimos, hasta el punto de que la tienda sobrevivía fundamentalmente de la venta de ropa. La aventura de la tienda, tras diversos avatares, entre ellos un incendio, un desalojo por riesgo de derrumbe, y un traslado, duró hasta 1993.
Antes de abrir la tienda, tenía claro que una de las actividades asociadas a ella debía ser la de la organización de competiciones de surf que diesen a conocer el deporte. Es así como en 1987, al poco de abrir la tienda, organizamos en el mes de septiembre un campeonato en Valdoviño, en aquellos años la playa de Ferrolterra con mayor número de bañistas. Durante el campeonato, una de las personas que se acercó enseguida a ayudar y colaborar fue Vicente, quien también tenía en mente la necesidad de organizar una prueba deportiva seria que pusiese a Galicia en el mapa del mundo del surf. De esa idea compartida, y ante la necesidad de que existiese una entidad desde donde se gestionasen las ayudas y subvenciones necesarias para la organización del campeonato, surgió la necesidad de crear el club. De ahí nació el Océano Surf Club. Y a los pocos meses la organización del primer Pantín Classic, que el Club dirigió durante sus 20 primeras ediciones.
El desarrollo del evento, su estilo propio, y el prestigio que pronto adquirió, tienen en Vicente su principal responsable, de modo que sin él, el Océano Surf Club, ni el Pantín Classic, serían lo que han llegado a ser hoy. Él tiene vocación política en el más puro sentido, es decir, servidor público de la comunidad a la que pertenece. No es raro, entonces, que una persona como Vicente haya conseguido lo que ha conseguido, a pesar que cuando iniciamos aquella aventura nunca nos imaginamos que el campeonato fuese a cumplir casi treinta ediciones y lograse el nivel que tiene hoy. Porque por supuesto que teníamos la ilusión de lograr un campeonato profesional como los que se celebraban en Francia a finales de los ochenta. Que vinieran a nuestras olas surfistas de talla mundial de los de entonces, como Tom Curren o Mark Occhilupo. Pero no nos imaginábamos que se fuese a lograr en relativamente tan poco tiempo. ¿Te imaginas nuestra satisfacción de ver cumplido ese sueño?
Siempre he pensado que, a pesar de su antigüedad, el surf pertenece al siglo XXI. Que se practique en plena naturaleza concuerda perfectamente con la corriente predominante entre nuestra juventud actual: ecología, aventura, espacios naturales. Viajar, otra de las características propias del surf, es el modo en cómo los humanos nos conocemos los unos a los otros, y ello ayuda a evitar los ancestrales conflictos bélicos; y ser viajero es una de las actividades en auge en el nuevo milenio. Personalmente considero que no he viajado mucho, menos de los que debería. No conozco demasiados spots. En nuestro país conozco algunos sitios en Canarias, en especial en Tenerife, donde suelo pasar muchos veranos. He surfeado en muchos lugares de Portugal, en el norte de España, por donde realicé mi primer viaje en 1971 hasta Tapia; en Francia, en las Landas; y las Islas Británicas, aunque pude sólo pude meterme en un par de sitios, por falta de olas. En Escocia, en una playa del Mar del Norte cerca de un sitio maravilloso que se llama Squirza, encontramos una izquierda buenísima; en Cornualles, en Port Chapel, una orillera potente. En aquel viaje recorrimos cerca de cien spots, pero no valió la pena entrar más que en un par. Vi la famosa rompiente de Thursto en el norte de Escocia, pero con un desagradable viento noroeste que la hacía impracticable. Por esas costas hay buenas olas, pero hay que echarle mucha moral. En verano las condiciones son como las de aquí en invierno. ¡Imagínate cuáles son las de invierno!. De otros sitios me impresionó mucho coger olas en Mundaka; cuando crece por encima de los dos metros es algo sobrecogedor. Es, indudablemente, una de las mejores izquierdas del mundo".
¿Quieres añadir algo más?
"Espero que me perdonen todos aquellos a los que no me haya acordado de mencionar. Guardo recuerdos inmensamente gratos de mucha gente, pero, o me he olvidado, o son tantos que no podría mencionarlos. También me gustaría aprovechar para dar las gracias a todos aquellos surfistas a los que en alguna ocasión les salté alguna ola y no me dijeron nada. Les agradezco esa ya rara amabilidad. Y pedir a todos los surfistas, en especial a lo que cogen muchas olas en cada baño/año, que se acuerden de los demás que están en el agua, que también querrían coger algunas. Los campeonatos son el momento apropiado para tratar de coger todas las olas posibles, aunque sea en detrimento de los demás. Pero en surf libre es otra cosa, no es competición, es camaradería. Mucha gente no sabe diferenciar una cosa de la otra. El ambiente de los campeonatos les ha enseñado ese comportamiento y desconocen cómo era el “free surf” antes de que apareciesen las reglas. No todo se reduce a saltar o ser saltado, a tener la preferencia. ¿Sabes cuantas veces tuve yo que frenar y perder una magnífica ola porque un aprendiz se me ponía torpemente delante de mi tabla?. Y tampoco sentí la necesidad de decirle nada. Volvía y cogía otra.
Creo que el surf ha perdido una gran virtud –bajo mi punto de vista, por supuesto- y es la gran aventura que era hace 40 años. Surgió en cada uno de nosotros como una curiosidad; luego se transformó en un descubrimiento continuo, y por último, que no menos importante, en una visión de la propia existencia. Lo podría resumir en lo que sentí desde el primer día: volar sobre el agua, atravesar el mar con una tabla a mis pies, impulsado por un milagro de la naturaleza, aprovechando solamente la fuerza, oculta en las ondas, que has descubierto.
Cada playa que descubrimos fue una pequeña parte de aquella apasionante aventura. Doniños la vi, a muchas millas de distancia, como una invitadora mancha de blanca arena en el horizonte; Nemiña, con mi gran amigo Luis Otero padre, la descubrimos con un mapa en la mano; Pantín la vi romper gigante pero maravillosa en una ocasión, y tardé en volver un año, un maravilloso mediodía de verano en el que, en plena soledad, disfruté de aquellos tubitos que se forman en la orilla en marea alta. En Villarube, la primera playa de Ferrolterra en la que hice surf, entré una tempestuosa tarde de primeros de mayo con un longboard y me deleité corriendo aquellas ondas tan largas que entran, hasta que la oscuridad de la noche no me dejó seguir. Cuando empecé a surfear en Campelo, en un mes de junio de 1982, siguiendo la pista que Rufino me había dado sobre ella como posible playa surfeable, fui una semana seguida, tanto que mis amigos de Doniños estaban intrigados al no verme aparecer en tantos días. San Jorge la descubrimos rompiendo casi mar adentro, muy lejos de la orilla, y aunque imponía respeto, era toda una tentación ver caer aquella izquierda. A Ponzos nos llevó Rufino, un gran descubridor de playas, ya que era pescador y exploraba al mismo tiempo que pescaba, y me pareció, aquella primera vez, una playa remota y alejada de la civilización.
Me parece que el espíritu de aventura, uno de los grandes ingredientes del surf, ya no es tan fácil de disfrutar. Ya no queda mucho que descubrir, y es difícil llegar a una playa con buenas olas sin que haya nadie en el agua. Eso, para mí, es lo que inevitablemente se ha perdido, al menos para los que tenemos espíritu de exploradores. Antes encontrarte en tu playa con un surfista foráneo era motivo de alegría; conocer a alguien diferente con el que intercambiar experiencias. Ahora suele ser motivo de desconfianza. Cuando estás solo en el agua echas de menos a un amigo, pero cuando estás en el pico un domingo por la mañana, soleado, con buenas olas, con una multitud, recuerdas con nostalgia las soledades".
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