Nota: El presente texto publicado inicialmente el 18/02/10, se ha corregido el 24/02/10, en base a los comentarios aportados.
Ocurrió hace 25 años.
Hay situaciones en la vida difíciles de entender, y hoy se ha producido una de ellas.
Hemos subido hasta la Croa para ver si desde allí observamos algo, pero también para irnos de la playa, ya que allí la verdad es que no pintábamos nada. Creo que nunca antes había tenido esta sensación, pero por explicarlo de algún modo, hoy me apetece darle la espalda al mar, a las olas, a mi playa, porque lo ocurrido nunca debería haber pasado en un lugar que significa tanto para nosotros.
En el aire, dos helicópteros no paran de sobrevolar la playa intentando ver algo entre las espesas manchas de espuma y las olas. Están ahí, deberían esta ahí. Insisten pasando una y otra vez.
A pesar de que estamos en verano, las olas en la playa son inmensas, propias del típico día que nos anuncia la llegada del otoño, salvo que hoy aún es 18 de agosto. Además las lagarteiras, con sus potentes mareas, han incluso aumentado su fuerza. De pronto seis chavales, de entre 11 y 14 años, se vieron arrastrados por la corriente y llevados más allá de la rompiente. Había muy poca gente en la playa. Las nubes habían ahuyentado a los bañistas del arenal. Entre los pocos que allí estaban, se encontraba Adolfo Ros Rodal, excelente nadador, que no dudó en meterse en el agua a por ellos. Había nadado en otras situaciones con la playa en estas condiciones y no se lo pensó dos veces. Otros le siguieron. Consiguieron sacar a tres, y Adolfo volvió a por los tres restantes. Logró llegar hasta uno de ellos, y tras 30 minutos de lucha contra el mar, consiguió subir al niño a la cesta del helicóptero de rescate. Cuando llegó su turno, exhausto por el esfuerzo, y cuando el helicóptero ya lo estaba elevando, cayó al mar, desapareciendo entre las olas.
Las historias protagonizadas por héroes nunca deberían de terminar mal, nunca deberían de terminar así. 25 años después, un monumento y un parque lo recuerdan en la Croa.
Qué injusta es la vida a veces. Honesto tributo tus palabras, primo. Un abrazo,
ResponderEliminarJJ
MUY BONITAS TUS PALABRAS, PERO DEBERÍAS DE INFORMARTE MEJOR. MI PADRE ESTUVO MÁS DE 30MIN EN EL AGUA CON EL TERCER CHAVAL, ESPERANDO AL HELICÓPTERO DE RESCATE Y CONSIGUIÓ SUBIRLO A LA CESTA,MI PADRE CAYÓ Y DESAPARECIÓ. ASÍ QUE ENTÉRATE BIEN DE LA HISTORIA
ResponderEliminarDisculpa molestia, soy de ferrol de toda la vida y es que me pone los pelos de punta cada vez que pienso en ella. Tengo que darte la enhorabuena. Seguramente él cayó porque quiso asegurarlo antes. Que Dios lo tenga con los más grandes. Enhorabuena de nuevo
EliminarPerdona por si te he molestado por mi imprecisión. Corregiré el texto, de modo que se ajuste a la realidad. Mis recuerdos de lo ocurrido son muy escasos, era muy pequeño, y la información que he encontrado, y en la que me he basado para la redacción, era también contradictoria. Mi deseo era recordar el gran acto de tu padre.
ResponderEliminarHola, espero que nos os importe pero hemos "robado"esta entrada para añadirla en el grupo de facebook "Nacidos en Ferrol", como homenaje a Adolfo Ros. Gracias
ResponderEliminarYo no estaba en Doniños. Pasaba muchos días de verano allí, pero ese día no estaba. Llevaba días sin querer entrar en el mar porque, según recuerda mi madre, "me arrastraba" el mar. Así que decidimos cambiar de playa ese verano.
ResponderEliminarY allí perdí a mi MAESTRO. Doniños no volvió nunca a ser la misma, por lo menos para mí.
Buenas tardes. Yo estaba allí en las rocas cogiendo mejillones ese día. Yo tenía por aquel entonces 17 años. Estaba la marea baja y no estaba nublado cuando sucedió todo. No había mucha gente en la playa. Yo con mi padre conseguimos sacar del agua a un hombre algo mayor que se tiró al agua para intentar recatar a algún niño. Al poco rato no podía más y lo sacamos del aguna. Aún recuerdo como si fuera ayer muchos gritos de la gente. Fue terrible. Escribiendo esto aún me llena la emoción y me dan escalofrios. Luego al comenzar la tarde fue cuando ya se empezó a nublar y a poner el día realmente oscuro. Triste día que guardo en mi memoria. Adolfo fue un héroe. Lo es y lo seguirá siendo. Forma parte desde entonces de la historia de este bonito pero peligroso arenal llamado Doniños. FAF.
ResponderEliminarHola FAF. Yo era muy pequeño cuando sucedió, y tampoco estaba allí. Lo escrito es en base a lo que me contaron. A pesar de mi edad entonces, sí guardo recuerdos de cuando pasó, ya que fue un acontecimiento que sacudió a la ciudad. Como bien dices Adolfo fue un héroe, y siempre seguirá siéndolo. De hecho es lo que busca este texto, que su ejemplo no se olvide con el tiempo, y que personas como él, dignas de recordar, estén siempre presentes como referente moral.
EliminarUn saludo,
Yo estuve rastreando a Ros justamente en el helicoptero que pones en la foto. Vino a buscarnos a la caseta de valdoviño a los buceadores de la CRM. Viejos y tristes recuerdos. Saludos javier d.
ResponderEliminarHe estado en Doniños unas cuantas veces y no conocía esta historia. Realmente emociona los huevos que Adolfo Ros demostró. Creo que todos los galaicos tenemos que conservar la memoria de este auténtico héroe
ResponderEliminarSe me llenan los ojos de lágrimas al recordar esta historia. Yo era una niña y jugaba en la orilla cuando pasó este trágico suceso. Mis padres querían irse de allí y yo les pedí que se quedaran en el barcito que había al lado de la caseta de socorro. Me pasé horas viendo al helicóptero y lo seguí oyendo desde la finca. Era el santo de mi madre y las flores que tenía para ella las tiré al mar pidiendo que volviesen. No volví a la playa ese verano.
ResponderEliminarGracias por la generosidad y valentía de Adolfo y por no permitir que los héroes desaparezcan de nuestra memoria...
La historia es increíble, sencillamente brutal. Necesitamos más héroes anónimos en el mundo y en todas las vidas humanas. Dios lo tenga en la gloria eterna, donde se merece estar, con los más grandes
ResponderEliminarQuiero agradecer al autor de este homenaje a Adolfo Ros por sus palabras. Yo estaba allí, en el agua, como socorrista,como otras cuatro personas. Sacamos a más personas de las que se cuentan. Incluso tuve que ayudar a uno de mis compañeros que se lo llevaba el mar. Fue un infortunio grandísimo y una fatalidad. Perdí a mi profesor de karate y a un amigo. Unos de los días como socorrista más tristes que puedo recordar
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