En unas de las tardes que pasamos de charla con Lola, nos contó que un día, en diciembre de 1958, un náufrago llegó en plena noche a su casa pidiendo auxilio. Cuando oyeron los sonoros golpes en la puerta y los gritos de ayuda, lo primero en que pensaron en que se trataba de algún vecino en apuros. Pero ni el acento de los gritos que se oían era gallego, ni la voz conocida.
Cuando su padre abrió la puerta con precaución y la vara en la mano, al otro lado de la cancela se encontró con un hombre totalmente encharcado, asustado y agotado.
El hombre, de nombre Juan González, les contó que acababan de naufragar a la altura de las Islas Gaberias, y que tras llegar a nado hasta la costa junto con otro compañero, se habían separado para buscar ayuda siguiendo las luces que desde la playa se veían en tierra.
Navegaban a bordo del “Arcángel San Rafael”, un carquero en el que él era el fogonero de la sala de máquinas. El “Rafael”, como familiarmente lo llamaba la tripulación, era un barco de vapor con casco de hierro, de 53 metros de eslora, 7 de manga y 4 de calado. A pesar de que en el se navegaba muy bien, era un barco ya un tanto viejo. En el momento del naugrafio tenía 96 años de vida. Se había botado en el año 1862 en Inglaterra, en los astilleros Devenport de Plymouth. En el año 1943 había sido prácticamente reconstruido en Cádiz. Su primer nombre fue el de “Besós”, hasta que en el año 1905 fue comprado por una naviera bilbaina, que le puso de nombre “Lázaro”. Posteriormente, en el año 1911, lo adquirió la naviera sevillana Comercial Aspe, que lo bautizó con el nombre de “Arcángel San Rafael”.
Mientras el náufrago se explicaba, la madre de Lola le dió ropa seca de su marido, y entre el fuego de la lumbre, y un buen plato de caldo, el hombre entró rápidamente en calor.
Desde la casa de Lola se acercaron al Campo de Tiro, que se encontraba a escasos metros, para poner en conocimiento del oficial de guardia lo que había ocurrido. Este dió aviso por radio a la Comandancia de Marina en Ferrol, pero era de noche, llovía, y una espesa niebla no permitía ver más allá de unas cuantos metros, por lo que no tenía sentido salir a la búsqueda de nadie mientras no hubiese algo de luz.
De nuevo en casa de Lola, el náufrago les contó que habían zarpado desde el Puerto de Santa María hacía ya dos semanas. Tras llevar una carga de troncos de pino hasta Gijón, se dirigían a Ferrol para realizar unas reparaciones en el barco. Antes habían pasado por Ribadeo. Además de la madera de pino llevaban también 16 toneladas de vino, brandy, ginebra y ponche. Sin duda una buena mercancía, pensaron todos en casa de Lola, para sufrir un naufragio.
Llegando a Ferrol el mar empeoró bruscamente y se redujo mucho la visibilidad. Intentaron buscar protección navegando cerca de la costa. Debían de ser las dos de la madrugada cuando entre la niebla descubrieron que navegaban entre las Islas Gabeiras y la costa, frente a la playa de Lobadiz. A pesar del escaso calado del barco, un golpe de mar hizo que tocasen contra unas rocas del fondo, partiéndose el barco casi de inmediato en dos por la bodega.
Enseguida el capitán dió orden a toda la tripulación de que subiese a cubierta y se pusiese el chaleco salvavidas. En la máquina, en donde se encontraba Juan, y en un instante, la presión de la caldera subió hasta 140 libras de presión. La máquina estaba a punto de explotar. Antes de subir a cubierta, Juan pudo abrir las válvulas de presión y evitar la detonación.
Cuando llegó a cubierta, el barco se hundía sin que se hubiesen podido arriar los botes salvavidas, por lo que Juan, con su chaleco en la mano se tiró al mar. Ya flotando en el agua, vió a lo lejos a su compañero Álvarez, que llevaba también puesto el chaleco. No veían a nadie más, aunque en ocasiones, entre el ruido del mar, escuchaban las voces de sus compañeros pidiendo ayuda.
De milagro, consiguieron llegar a la playa de Lobadiz. De un tramo de costa acantilada de varios kilómetros, habían recalado en los únicos 100 metros de tierra accesibles.
Ya en tierra, decidieron separarse para buscar ayuda. Juan se dirigiría al Este, y Álvarez al Sur, en dirección hacia las luces que se veían en la playa. Fue así como llegó a casa de Lola.
Al amanecer del día siguiente, la noticia del naufragio era conocida en todo Doniños, y buena parte de los vecinos, con personal del Campo de Tiro y de las Baterías costeras de Prioriño y Lobadiz, se organizaron para buscar a los náufragos por tierra. Por mar el destructor José Luis Díaz y el R.A. 10 de la Armada, así como los vapores Agrelo y San Jorge, colaboraron en la búsqueda.
Cinco días después del naufragio dos cadáveres aparecieron en San Jorge y Covas.
Álvarez, tras caminar buena parte de la noche siguiendo la línea de costa y la luz del Faro de Cabo Prioriño, llegó hasta el pueblo del Pieiro, a más de 5 kilómetros del lugar del naufragio.
Historia basada en la narración contada por Lola y datos del naufragio extraídos del libro “Os naufraxios da Galicia Norte”, de Hixinio Puentes Novo.
Todas las fotografías tomadas en Doniños el pasado día 10 de octubre.
gracias por recordarme a mi suegro juan gonzalez barba gran hombre que sufrio este naufragio murio en septiembre de 2009 en sanlucar de barrameda el me conto todo sobre el naufragio y lo de casa de lola como le ayudaron y lo agradecido que siempre les a estado en su nombre gracias
ResponderEliminarMe alegro que el relato del naufragio haya llegado hasta vosotros y que os haya gustado. Conociendo la costa en la que ocurrió el naufragio fue increíble que sobrevivieran. Sin duda se trataba de gente con una gran determinación y valor. Sino no hubiese posible. Muchísimas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarJesús
Gracias jesus por mantener vivo el naufragio del arcangel san rafael y que no caiga en el olvido en nombre de mi ya difunto suegro juan gonzalez y toda su fAmilia desde cadiz estamos muy agradecidos a ti jesus por no dejar en el olvido ese naufragio
EliminarGracias jesus pr no dejar caer en el olvido ese naufragio la familia de juan gonzalez e estamos muy agradecidos. Desde cadiz muchas gracias. Raul
EliminarEs todo un honor haber contribuido a guardar la memoria de Juan y los demás náufragos del Arcángel San Rafael. Muchas gracias Raul.
EliminarMi padre era Manuel Cobo Gonzalez de Santander, el era el fogonero que deberia de haber estado en el SAN RAFAEL y que no zarpó en ese viaje por encontrase de baja. El destino le salvo.
ResponderEliminarLa verdad es que fue un verdadero milagro que hubiese supervivientes, ya que este tramo de costa es muy escarpado. No se si conoces el lugar, pero tuvieron mucha suerte en poder llegar a Lobadiz.
EliminarHola me llamo Juan Manuel Acuña, y me he interesado en esta historia, ya que mi familia me contaba que mi abuelo que en paz descanse, fue el capitán de este barco del arcángel San Rafael durante muchos años, por circunstancia de este último viaje,él decidió no salir con la tripulación y está carga en esa fecha por el peligro que acontecía, negando el navegar con esa carga sobre esa fecha,la empresa decidió contratar a otro comandante para iniciar el recorrido, enterando no más tarde de este lamentable ocurrido, mi abuelo nos contó que conocía esa zona y sabía de su peligro por eso no quiso poner en peligro ni a la tripulación ni a la mercancía, y al parecer se salió con la suya, sin otro particular un saludo a todos los que querían saber sobre esta historia
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