Creo que en La2 aún emiten todavía un programa que se titula “Paraisos Cercanos”. En este programa, y a través de una serie de reportajes por cierto bastante aburridos, nos muestran distintas ciudades y pueblos de España. La verdad es que nunca he visto un programa entero, pero lo de “Paraisos cercanos” lo suelo utilizar mentalmente cuando pienso en muchos de los increibles sitios que nos rodean aquí en Ferrol, y que en ocasiones, o son desconocidos para muchos, entre los que me incluyo, o apenas los visitamos con la frecuencia que se debería.
Uno de esos “Paraisos cercanos” es sin duda San Felipe, y sobre todo el castillo y la playa que se encuentra a sus pies. Una playa de arena casi blanca, de aguas tranquilas y limpias, rodeada de vegetación y protegida por un castillo que parece surgir de las rocas que cierran la playa.
Estamos en octubre, y el agua está realmente buena. Hoy al parecer empieza un pequeño verano en pleno otoño. Al menos 10 días de sol y viento nordeste que recibimos “como agua de mayo”, ya que nos harán este otoño-invierno más llevadero.
Hoy he llegado a la playa del Castillo un tanto de rebote. Tenía pensado haber venido un día por la mañana bien temprano, equipado con el traje de baño y la cámara acuática. Darme un baño y sumergirme al menos hasta los ocho metros. Subir por las rocas a pie del castillo y hacer algunas fotos. Pero los días iban pasando, las vacaciones consumiéndose, y esta etapa del viaje sin realizar. Así que hoy cuando volvía de Ferrol me desvié por Brión y me planté en la playa, sin cámara acuática, sin bañador y sin ganas de bucear. Además sé que no tengo pulmón como para bajar hasta 8 metros de profundidad.
En lugar de eso me recorrí la playa, salté por las rocas, busqué cangrejos y recorrí los muros del castillo. Durante mi “excursión” coincidí con la entrada de un gasero, además de otros barcos pesqueros que regresaban de su jornada de pesca. Es increible comprobar como la cimentación de los muros del castillo se incrustan en la roca, formando ya un todo uno como si el castillo naciese de la propia roca.
Tras un rato en la playa, comenzó a salir el sol. Era el momento de volver a Doniños a continuar disfrutando de las olas y el día.
“Por las mañanas nos gustaba ir a nadar junto al Castillo de San Felipe, en la entrada de la Ría de Ferrol.
Era agosto, pero el agua estaba fría en este tramo de la ría. Aún así logré bajar unos 8 metros (…).
Salí del agua trepando por unas rocas desde las que el castillo se veía como una boca cerrada y vieja que ya no tiene nada que decir (…).”
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