10.5.12

HISTORIAS. Fernando y Keko (parte 2)



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¿Qué tablas recuerdas de aquellos años?

K: Además de la Yachtland, la llamábamos así por la tienda en la que la habíamos comprado, las primeras tablas que hubo por aquí fueron las Rufo’s Surfboards. Casi todos teníamos una: Carlos Bremón, Chiri Couto, Nano Couto, que por cierto aún conserva la suya, mi hermano Fernando, los de Coruña, ... . Eran tablas grandes, todas de más de dos metros, y bastante gruesas.

F: Después de la Rufo´s, en el año 1983 compré una Nat Young a unos australianos que aparecieron por Doniños. Para nosotros era una tabla muy extraña con unas formas que nunca antes habíamos visto. Parecía un prototipo. Medía 1,82 metros, frente a los 2,10 de las Rufo’s. Tenía una quilla central muy grande y dos laterales pequeñas, con un rocker muy pronunciado y una proa muy gruesa, pero la verdad es que iba muy bien. Aún conservamos la quilla central de la tabla que rompí un día surfeando en Campelo en la roca del medio. La estuve utilizando después durante años sin la quilla central, y la verdad es que iba casi mejor. La quilla central era tan grande que no había quien la moviese. Desgraciadamente, y no sé muy bien ni por qué ni a quién, la vendí en el año 1987.

K: Cuando Fer se hizo con la Nat Young yo heredé la Rufo’s, que se convertía así en mi primera tabla. La Rufo´s fue además la primera tabla en la que me puse de pié. Se la vendimos a un chaval que estaba haciendo la mili en las baterías de Santa Comba. Era andaluz, y recuerdo que nos dijo que se iba a hacer con ella una tabla de windsurf insertándole un cajetín. Se la vendimos por lo mismo que le había costado a Fernando: 15.000 pesetas.

F: Después de la Nat Young tuvimos también una Simon Anderson, otra shapeada por Bruce Smith que se la cambié a Douglas por unas gafas graduadas, una Mark Richards o una McCoin.

K: En nuestros primeros viajes al País Vasco comenzamos a traer las primeras tablas hechas allí. Recuerdo las Bong, que comprábamos en la tienda de Craig Sage en Mundaka, o las Génesis. Mi primera tabla nueva fue una Wong que me compré en el año 1985. Medía 1,90 metros y me valió 36.000 pesetas. También recuerdo que en otro viaje comprábamos una de las primeras Wat Say que se hicieron. Era el año 1987. Si te das cuenta en aquella época medíamos aún las tablas en metros.


¿Y el resto del material?

K: Al igual que pasaba con las tablas, lo difícil era conseguir cualquier tipo de material, que además para la época era muy caro. Fíjate por ejemplo en las tablas. Los precios que pagábamos hace 25 años no son muy diferentes a los que se pueden pagar ahora.

K: Al principio no teníamos trajes. La gran mayoría de la gente tenía trajes de buceo. En ese primer invierno nosotros nos pelamos de frío. Recuerdo que un día pensamos que si los trajes de esquí nos protegían del frío en la nieve, a lo mejor también valían para el surf. Nos metimos con ellos en el agua y acabaron empapados y nosotros igualmente muertos de frío.

K: Mi primer traje de surf fue un Aleeda que le compramos a Juan Chedas. Fue un regalo de mi hermano Fernando. Recuerdo también que Nano y Fernando pidieron una vez a Alemania unos trajes Body Globe que habían visto en una revista de windsurf. Carlos Bremón tenía un traje O’Neill azul, para nosotros “el traje” en letras mayúsculas.

K: En cuanto a la parafina, nosotros ya cogimos la época de la “Sex Wax”, aunque también escaseaba, ya que el único modo de hacerse con ella era en los viajes que hacíamos a Asturias. La comprábamos en la tienda Tablas de Gijón. Aún así recuerdo que como base utilizábamos cera de vela que Fernando compraba en la funeraria Laloporto y que derretíamos antes de llenar la tabla de puntos de cera. Sobre esta base extendíamos la parafina.

K: Los mejores inventos eran los Pipeline. Eran muy buenos pero también muy caros. Cuando se nos rompían los volvíamos a pegar en la cocina de gas de casa. La verdad es que por donde los pegábamos no volvían a romper, por lo que era fácil ver inventos con tres o más uniones. Recuerdo también los anteriores a los de goma, que eran de cuerda, y que se embutían en tubo de plástico para proteger las tablas y nuestros tobillos y piernas.


¿Cómo era tu relación con los demás, siendo tú el más pequeño y habiendo una cierta diferencia de edad?

K: Yo empecé a los 14 años. Mi hermano Fernando tenía 20, y Nano o Jorge Antón, que me eran los más cercanos a mí en edad, 18 años. Había por tanto un importante salto generacional, y yo lo notaba. Andaba todo el día pegado a ellos, acompañándolos a todas partes, y me sentía como el chaval, el adolescente, que hace cosas de mayores. Recuerdo que mi hermano Fernando me decía “¿Pero es qué no tienes amigos?. Todo el día pegado a nosotros”. Pero yo estaba encantado yendo con ellos.

K: Ya en la playa, como yo no tenía tabla propia hasta que heredé la Rufo´s de Fernando, tenía que esperar en el coche a que alguno saliese para poderme meter yo. Por eso mis baños solían ser cortos y cuando las olas eran peores. La verdad es que tardé en ponerme de pié por primera vez, me imagino que por el poco tiempo que podía estar en el agua comparado con ellos, y porque yo, con 14 años, no tenía su forma física. Me costaba un montón llegar a la rompiente. Además no tenía a nadie de mi edad como referencia con el que poder picarme. Aún así lo pasé fenomenal.

K: Fernando cogió el surf con una fiebre increíble y enseguida alcanzó un buen nivel. La verdad es que surfeaba, y surfea, con mucho estilo. Su fiebre era tal que no había día que no fuese a la playa. Estaba continuamente pensando en las olas. Mi padre la verdad es que se alegró de que le diese tan fuerte, porque en aquellos años Fernando andaba a vueltas con probar el ala delta, y a mi padre no le gustaba nada. En verano nos pasábamos todo el día en la playa y en invierno, como ellos ya trabajaban, íbamos a surfear al mediodía. Yo iba por aquel entonces al instituto y era muy frecuente que llegase tarde a las clases de la tarde, o que literalmente me perdiese la primera o las dos primeras horas los días en que había buenas olas. Cuando llegaba al instituto ya sin luz, con el pelo mojado y muerto de frío, mis compañeros de clase alucinaban. Me preguntaban, “¿pero de dónde vienes?”. Cuando les decía que de hacer surf no entendían nada, o eso me parecía a mí. 

¿A quién recuerdas de esos años?

F: Pues a parte de los ya citados, guardo un gran recuerdo de Paul “el inglés”. También estaba siempre con nosotros David Lama. Era un tío genial además de muy divertido. Aunque nunca llegó a alcanzar un nivel mínimo en el surf, era de los que más disfrutaba tanto en el agua como fuera. Recuerdo verlo mirándonos surfear durante horas. Lo vivía de verdad. 


K: Guardo también un gran recuerdo de Homero, Borlas y Borja, me imagino porque coincidió su estancia aquí con la mejor época de olas que recuerdo. Vinieron en el verano del 85, en concreto en el mes de Julio. Durante tres semanas Campelo estuvo rompiendo perfecto. Borlas y Borja surfeaban increíblemente bien, eran muy buenos. Estuvieron las tres semanas acampados delante de la Sra. Hermita, sin moverse de allí, por las excelentes olas que había. En su última semana aquí estuvo también Diego Gastéiz. Lo pasamos con ellos fenomenal.

K: Antes que ellos en el 82, el primer vasco que estuvo por aquí haciendo surf, y que yo recuerde, fue Carlos “El Chapu”, de Sopelana, que había venido a hacer la mili y se había traído una tabla. El apodo de “El Chapu” le venía porque era un manitas de la mecánica. Años después supe también que estuvo por aquí en el 83 Enrique Artero, aunque no coincidimos con él en la playa. La verdad es que no sé si haría surf durante su estancia en Ferrol.

F: En ese mismo año vino por aquí por primera vez Douglas, con el que entablamos una gran amistad que mantuvimos durante y años y que reforzábamos con viajes recíprocos.

K: La verdad es que con cualquiera que viniese entablábamos en seguida relación, y con muchos se ha mantenido la amistad con los años. Me imagino que era la mezcla primero de sorpresa y admiración, por nuestra part,e de que gente de fuera, incluso de tan lejos, viniese aquí a surfear; y segundo también la sorpresa y gratitud de los que venían por encontrarnos a nosotros.

K: De aquí recuerdo también a Nano y Alberto Paz, que venían con Juan Chedas desde Santiago. Y como no a mis hermanos Gonza, Diego y a sus amigos: Kiko, Miguel “El estirao”, Perico, ... .

¿Y de los viajes?

K: De aquellos años guardo grandes recuerdos de los viajes que hacíamos a Portugal, Asturias y al País Vasco. Cada viaje era una verdadera aventura. La verdad es que solo salir de Galicia ya era una aventura, tal y como estaban las carreteras en aquellos años. Fui por primera vez a Mundaka en el año 87, con Fernando y Chiri. Ellos ya habían ido antes en otras ocasiones con David Lama y Alberto Antón. Coincidió nuestro viaje allí con un campeonato local en el que hubo unas olas increíbles. En esos días vi un surf que no había visto en mi vida, con olas de 3 a 4 metros y unos tubos increíbles que me impresionaron. La final la ganó Jupa Soler. Aún conservo el póster del campeonato. Nos quedamos a dormir en casa de Carmiña “la gallega”.


F: Yo recuerdo nuestro viaje fallido a Portugal. Aprovechando un fin de semana decidimos ir a coger olas a Peniche, Chiri, Nano, Keko y yo. Salimos el viernes de Ferrol y paramos a cenar y salir en Santiago, por lo que llegamos a la frontera de Tuy a las cinco de la mañana. En el control fronterizo la Guardia Civil nos pidió los carnéts, y de repente el oficial de guardia nos dice: “Fernando José no puede pasar”. Yo que era quien iba al volante le dije: “Mire, debe haber un error porque aquí nadie se llama Fernando José”. El Guardia Civil se mosqueó mogollón ya que creía que le estábamos vacilando. Tras discutir un rato descubrimos que Fernando José era Nano, y que además tenía el carnét de identidad caducado desde hacia 3 meses. Como no éramos capaces de convencerle de que nos dejase pasar la frontera, le dije al guardia que quería ver a su superior. Siempre me arrepentiré. Nos dirigió a la cantina y allí estaba el sargento con otros dos oficiales borrachos. En cuanto nos vio nos empezó a gritar y nos acabaron echando a empujones de la cantina. Nano nos decía que lo dejásemos allí o en Vigo, que él ya se las arreglaría para volver a Ferrol. Pero no podíamos dejarle allí, así que decidimos cambiar de destino. ¡Nos vamos a Foz!. El viaje fue terrible. Cruzamos Pontevedra, Orense y Lugo. En Orense nos perdimos en una carretera sin salida en medio de un monte. Finalmente llegamos a Foz tras siete horas de viaje. La verdad es que teníamos una pasión y unas ganas de surfear inmensas, y un carnét caducado no nos iba a fastidiar el fin de semana.

K: Solíamos ir bastante también a Asturias, primero por las olas, y segundo porque allí era donde nos hacíamos con material, ya que aquí en Galicia no había tiendas. Íbamos a aprovisionarnos a Gijón a la tienda Tablas, la tienda que más cerca nos quedaba de casa: nada más y nada menos que a 8 horas en coche.

F: Volviendo de Asturias, de un campeonato que hubo en Tapia, paramos a surfear en Espasante. Había un maretón terrible y estaba lloviendo. Estábamos en pleno mes de febrero. Cuando empezamos a cambiarnos, y a pesar del día, empezó a congregarse a nuestro alrededor un buen número de gente para ver que era lo que íbamos a hacer. Nunca habían visto hacer surf. Antes de meternos al agua un señor del lugar se dirigió a mí y me dijo: “¡Qué rapaces!, ¿ides a facer deporte? Ben os pagarán por este traballo, senón non iríais ó agua”. No entendían que nos metiésemos en el agua porque nos gustase, para pasarlo bien. Creían que lo hacíamos por obligación con ese mar y ese frío.

Empezasteis a surfear en Doniños, que era además el lugar al que más frecuentemente solíais ir. Hoy Doniños sigue siendo vuestra playa, pero ¿a qué otros lugares solíais ir a surfear?

K: Como bien dices, sobre todo al principio, siempre estábamos en Doniños, o íbamos a La Fragata y Esmelle, que conocíamos de antes de hacer surf. En el 82 empezamos a ser conscientes de la influencia del viento en el romper de las olas, por lo que empezamos a movernos a otros sitios, en busca de mejores condiciones. Mi hermano Fernando tenía carnét de conducir y un Renault 5 con el que íbamos a coger olas. Es por ello que a partir del 82 empezamos a conocer otras playas. Villarube lo conocimos en el 82, me imagino que a través de Carlos Bremón. San Jorge también en ese año. Campelo en el verano del 83, al igual que Pantín. La verdad es que tardamos en surfear en Pantín. Cuando íbamos a Villarube, y pasábamos por Pantín, siempre comentábamos que según Carlos Bremón allí abajo había una playa, que según decían era nudista, y en la que rompían buenas olas. Siempre la veíamos inmensa, ya que sólo íbamos a Villarube cuando el mar estaba grande y no nos podíamos meter en San Jorge. Mi primer baño en Pantín me lo di con la Nat Young de mi hermano el día en el que mis padres cumplían el 30 aniversario de su boda.


K: Aquellas primeras excursiones / exploraciones eran muy divertidas y están llenas de anécdotas. Recuerdo un día en que la Yachtland nos voló de las bacas del R5 cuando se le soltó un pulpo. La tabla pasó rozando al coche que venía tras nosotros. La tabla era tan dura que no le pasó nada. 

K: Cuando de camino de una playa a otra a veces nos encontrábamos con otros que también iban a surfear, siempre nos parábamos a hablar, aunque no los conociésemos, para saber de dónde venían, o a dónde iban, cómo estaba el mar. No había móviles como ahora. Muchas veces tras encontrarnos, el que ya se volvía para casa se daba la vuelta para poderse dar, acompañado, el baño que no había querido darse solo.

F: De un lugar del que guardo muy gratos recuerdos es de San Jorge. La verdad es que hoy pienso en lo atrevidos que éramos en meternos allí con las olas que había, el nivel que teníamos y las tablas en las que surfeábamos. No teníamos ni idea y entrábamos directos al fondo, a coger las olas más grandes. Un día Chiri y yo nos metimos solos. Habíamos ido con su novia a la playa, y él, claro, la quería impresionar. Además ella le dijo: “Qué bien, así por fin os veo surfear”. Ya en el canal, y al ver entrar las series, nos dimos cuenta que estaba aún más grande de lo que pensábamos. Pero aún así nos fuimos al fondo. Había que causar buena impresión a la chica. Pero al llegar al pico había una corriente muy fuerte que nos sacaba primero mar adentro, hacia la Herbosa, y después nos metía hacia el medio de la playa, en donde rompían olas más grandes todavía. Tras estar un rato remando, Chiri decide salir por las rocas. A pesar de que le dije que estaba loco, y que era muy peligroso, no me hizo caso, y de repente le vi desaparecer tras una roca. Yo seguí un rato remando en la corriente, hasta que siguiendo sus pasos decidí salir también por las rocas. Cuando ya me estaba acercando a tierra, entró de repente una serie que, sin romper, me elevó cuatro metros y me dejó al lado de una roca a la que me agarré con todas mis fuerzas, mientras que la tabla colgaba del pie por el invento. La siguiente ola de la serie si que rompió, y me arrastró acantilado arriba. No sé ni cómo conseguí salir, pero cuando llegué a la cima del acantilado, sangraba por las manos y los piés, estaba lleno de magulladuras y tenía la tabla hecha polvo. Ya a salvo me acordé de mi primo. Miré a mi alrededor y no lo veía por ninguna parte. Desesperado le empecé a llamar, a la vez que corría entre los pinos hacia el lugar en donde habíamos apartado el coche. Angustiado, cuando llegué al coche me encontré a Chiri con su novia. Casi lo mato cuando me dice “¡Joder tío!, mira que has tardado. Llevamos un buen rato aquí esperándote a que salieses del agua”.

K: De San Jorge tengo yo también buenas anécdotas. Un día tras un gran revolcón, y después de salir casi sin aire, con los ojos aún medio nublados, vi que venía otra gran inmensa masa de agua a por mí. Muerto de pánico, abrí más los ojos para adivinar lo que se me venía encima. En ese momento descubrí que la gran masa blanca que veía era la montaña de Mougá, y que la ola anterior me había dejado mirando hacia la orilla. Otra vez, pasé un gran apuro cuando me quedé enganchado por el invento en la boya que hay en el canal de entrada. La fuerte corriente me mantenía sumergido sin poder coger aire, hasta que conseguí soltarme de la tabla.


K: Y guardo también otra buena anécdota de Ponzos, aunque ésta ya es posterior. Un día de mar decidimos entrar por las rocas, saltando desde el acantilado para ahorrarnos la remontada. Entre serie y serie había el tiempo suficiente para recorrer los 15 metros que separaban el acantilado del mar. Pero yo me despisté, y cuando vino la siguiente serie, me di cuenta que estaba en el punto de no retorno entre el mar y las rocas. Eché a correr acantilado arriba hasta que vi un pequeño parapeto en el que me encogí para protegerme de la ola. Sin embargo, cuando la ola rompió, me lanzó acantilado arriba golpeándome contra las rocas, yo por un lado y la tabla por otro. Nadie vio lo que me pasó. Pasada la ola subí como pude y me encontré con Leo Lujilde en el aparcamiento que sorprendido miraba mi tabla rota y me traje hecho trizas, lleno de cortes, después de estar rodando por las rocas. Parecía que había sido atacado por varios centollos gigantes.


1.-El primero por la izquierda Keko. El primero por la derecha, aguantando el equilibrio, Fernando.
2.-Keko
3.-Fernando en Esmelle
4.-Primer viaje al Pais Vasco: de izquierda a derecha David Lama, Fernando, Alberto Antón y Chiri Couto.
5.-Fernando en Doniños
6.-Ponzos: de izquierda a derecha Chiri Couto, Keko, Carlos Bremón y Nano Couto.

6 comentarios:

  1. ¡Que bueno! Me he pasado un buen rato leyendo la entrevista. La anecdota de los trajes de esqui no tiene precio...jeje A medida que iba leyendo intentaba imaginar como seria aquello. Lo de los encuentros con los que venian de la playa y pararse a preguntar...genial! Lo dicho Jesus, enhorabuena por el trabajo, un saludo!

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  2. Aunque ya he escuchado la mayoria de relatos en boca de los protagonistas,uno no siente mas que envidia de las olas que se pillaban solos,yo soy de la siguiente generacion ,empece en el 89,y el trato que tuvieron hacia mi fue increible me enseñaron todo lo que se

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  3. Pues sí que es casualidad.....o no tanta, después de todo, al principio la única manera de conseguir tablas para algunos era comprar a los que ya tenían y se deshacían de ellas, pero ahí está mi segunda tabla, en la última foto. La Roger Cooper de Carlos, que me vendió junto con un traje y me duró dos semanas -estaba partida por la mitad y arreglada- Eso sí, me devolvió el dinero! ;-) El traje estaba tan hecho polvo, que me lo ponía del revés. Y hasta era más bonito, con los colorines....

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  4. La verdad es que fue un placer escucharles, sobre todo por lo bien, y la gracia, con la que me contaron éstas y otras historias que ya han ido saliendo en el blog y que por tanto no incluí en la entrevista. Un saludo,

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  5. Si es que no hay nadie como Keko para contar batallitas!

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  6. muy bonita. hace reflexionar de todas las comodidades de ahora...¡que grandes tiempos tuvieron que ser!

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