Si aún no has leído la parte 1, se recomienda pulsar AQUÍ.
¿Qué tablas recuerdas de
aquellos años?
K: Además de la Yachtland, la llamábamos así por la
tienda en la que la habíamos comprado, las primeras tablas que hubo por aquí fueron las
Rufo’s Surfboards. Casi todos teníamos una: Carlos Bremón, Chiri Couto, Nano
Couto, que por cierto aún conserva la suya, mi hermano Fernando, los de Coruña,
... . Eran tablas grandes, todas de más de dos metros, y bastante gruesas.
F: Después de la Rufo´s, en el año 1983 compré una
Nat Young a unos australianos que aparecieron por Doniños. Para nosotros era una tabla muy extraña con unas
formas que nunca antes habíamos visto. Parecía un prototipo. Medía 1,82 metros,
frente a los 2,10 de las Rufo’s. Tenía una quilla central muy grande y dos
laterales pequeñas, con un rocker muy pronunciado y una proa muy gruesa, pero
la verdad es que iba muy bien. Aún conservamos la quilla central de la tabla
que rompí un día surfeando en Campelo en la roca del medio. La estuve
utilizando después durante años sin la quilla central, y la verdad es que iba
casi mejor. La quilla central era tan grande que no había quien la moviese.
Desgraciadamente, y no sé muy bien ni por qué ni a quién, la vendí en el año
1987.
K: Cuando Fer se hizo con la Nat Young yo heredé la
Rufo’s, que se convertía así en mi primera tabla. La Rufo´s fue además la
primera tabla en la que me puse de pié. Se la vendimos a un chaval que estaba
haciendo la mili en las baterías de Santa Comba. Era andaluz, y recuerdo que
nos dijo que se iba a hacer con ella una tabla de windsurf insertándole un
cajetín. Se la vendimos por lo mismo que le había costado a Fernando: 15.000
pesetas.
F: Después de la Nat Young tuvimos también una Simon Anderson, otra shapeada por Bruce Smith que se la cambié a Douglas por unas gafas graduadas, una Mark Richards o una McCoin.
F: Después de la Nat Young tuvimos también una Simon Anderson, otra shapeada por Bruce Smith que se la cambié a Douglas por unas gafas graduadas, una Mark Richards o una McCoin.
K: En nuestros primeros viajes al País Vasco
comenzamos a traer las primeras tablas hechas allí. Recuerdo las Bong, que
comprábamos en la tienda de Craig Sage en Mundaka, o las Génesis. Mi primera
tabla nueva fue una Wong que me compré en el año 1985. Medía 1,90 metros y me
valió 36.000 pesetas. También recuerdo que en otro viaje comprábamos una de las
primeras Wat Say que se hicieron. Era el año 1987. Si te das cuenta en aquella
época medíamos aún las tablas en metros.
¿Y el resto del material?
K: Al igual que pasaba con las tablas, lo difícil
era conseguir cualquier tipo de material, que además para la época era muy
caro. Fíjate por ejemplo en las tablas. Los precios que pagábamos hace 25 años
no son muy diferentes a los que se pueden pagar ahora.
K: Al principio no teníamos trajes. La gran mayoría
de la gente tenía trajes de buceo. En ese primer invierno nosotros nos pelamos
de frío. Recuerdo que un día pensamos que si los trajes de esquí nos protegían
del frío en la nieve, a lo mejor también valían para el surf. Nos metimos con
ellos en el agua y acabaron empapados y nosotros igualmente muertos de frío.
K: Mi primer traje de surf fue un Aleeda que le
compramos a Juan Chedas. Fue un regalo de mi hermano Fernando. Recuerdo también
que Nano y Fernando pidieron una vez a Alemania unos trajes Body Globe que
habían visto en una revista de windsurf. Carlos Bremón tenía un traje O’Neill
azul, para nosotros “el traje” en letras mayúsculas.
K: En cuanto a la parafina, nosotros ya cogimos la
época de la “Sex Wax”, aunque también escaseaba, ya que el único modo de
hacerse con ella era en los viajes que hacíamos a Asturias. La comprábamos en
la tienda Tablas de Gijón. Aún así recuerdo que como base utilizábamos cera de
vela que Fernando compraba en la funeraria Laloporto y que derretíamos antes de
llenar la tabla de puntos de cera. Sobre esta base extendíamos la parafina.
K: Los mejores inventos eran los Pipeline. Eran muy
buenos pero también muy caros. Cuando se nos rompían los volvíamos a pegar en
la cocina de gas de casa. La verdad es que por donde los pegábamos no volvían a
romper, por lo que era fácil ver inventos con tres o más uniones. Recuerdo
también los anteriores a los de goma, que eran de cuerda, y que se embutían en
tubo de plástico para proteger las tablas y nuestros tobillos y piernas.
¿Cómo era tu relación con los demás, siendo tú el
más pequeño y habiendo una cierta diferencia de edad?
K: Yo empecé a los 14 años. Mi hermano Fernando
tenía 20, y Nano o Jorge Antón, que me eran los más cercanos a mí en edad, 18
años. Había por tanto un importante salto generacional, y yo lo notaba. Andaba
todo el día pegado a ellos, acompañándolos a todas partes, y me sentía como el
chaval, el adolescente, que hace cosas de mayores. Recuerdo que mi hermano
Fernando me decía “¿Pero es qué no tienes amigos?. Todo el día pegado a
nosotros”. Pero yo estaba encantado yendo con ellos.
K: Ya en la playa, como yo no tenía tabla propia
hasta que heredé la Rufo´s de Fernando, tenía que esperar en el coche a que
alguno saliese para poderme meter yo. Por eso mis baños solían ser cortos y
cuando las olas eran peores. La verdad es que tardé en ponerme de pié por
primera vez, me imagino que por el poco tiempo que podía estar en el agua
comparado con ellos, y porque yo, con 14 años, no tenía su forma física. Me
costaba un montón llegar a la rompiente. Además no tenía a nadie de mi edad
como referencia con el que poder picarme. Aún así lo pasé fenomenal.
K: Fernando cogió el surf con una fiebre increíble
y enseguida alcanzó un buen nivel. La verdad es que surfeaba, y surfea, con
mucho estilo. Su fiebre era tal que no había día que no fuese a la playa.
Estaba continuamente pensando en las olas. Mi padre la verdad es que se alegró
de que le diese tan fuerte, porque en aquellos años Fernando andaba a vueltas
con probar el ala delta, y a mi padre no le gustaba nada. En verano nos
pasábamos todo el día en la playa y en invierno, como ellos ya trabajaban,
íbamos a surfear al mediodía. Yo iba por aquel entonces al instituto y era muy
frecuente que llegase tarde a las clases de la tarde, o que literalmente me
perdiese la primera o las dos primeras horas los días en que había buenas olas. Cuando llegaba al
instituto ya sin luz, con el pelo mojado y muerto de frío, mis compañeros de
clase alucinaban. Me preguntaban, “¿pero de dónde vienes?”. Cuando les decía
que de hacer surf no entendían nada, o eso me parecía a mí.
¿A quién recuerdas de esos años?
F: Pues a parte de los ya citados, guardo un gran
recuerdo de Paul “el inglés”. También estaba siempre con nosotros David Lama.
Era un tío genial además de muy divertido. Aunque nunca llegó a alcanzar un
nivel mínimo en el surf, era de los que más disfrutaba tanto en el agua como
fuera. Recuerdo verlo mirándonos surfear durante horas. Lo vivía de verdad.
K: Guardo también un gran recuerdo de Homero,
Borlas y Borja, me imagino porque coincidió su estancia aquí con la mejor época
de olas que recuerdo. Vinieron en el verano del 85, en concreto en el mes de
Julio. Durante tres semanas Campelo estuvo rompiendo perfecto. Borlas y Borja
surfeaban increíblemente bien, eran muy buenos. Estuvieron las tres semanas
acampados delante de la Sra. Hermita, sin moverse de allí, por las excelentes olas que había.
En su última semana aquí estuvo también Diego Gastéiz. Lo pasamos con
ellos fenomenal.
K: Antes que ellos en el 82, el primer vasco que
estuvo por aquí haciendo surf, y que yo recuerde, fue Carlos “El Chapu”, de Sopelana,
que había venido a hacer la mili y se había traído una tabla. El apodo de “El
Chapu” le venía porque era un manitas de la mecánica. Años después supe
también que estuvo por aquí en el 83 Enrique Artero, aunque no coincidimos con
él en la playa. La verdad es que no sé si haría surf durante su estancia en
Ferrol.
F: En ese mismo año vino por aquí por primera vez
Douglas, con el que entablamos una gran amistad que mantuvimos durante y años y
que reforzábamos con viajes recíprocos.
K: La verdad es que con cualquiera que viniese
entablábamos en seguida relación, y con muchos se ha mantenido la amistad con
los años. Me imagino que era la mezcla primero de sorpresa y admiración, por
nuestra part,e de que gente de fuera, incluso de tan lejos, viniese aquí a surfear;
y segundo también la sorpresa y gratitud de los que venían por encontrarnos a
nosotros.
K: De aquí recuerdo también a Nano y Alberto Paz,
que venían con Juan Chedas desde Santiago. Y como no a mis hermanos Gonza,
Diego y a sus amigos: Kiko, Miguel “El estirao”, Perico, ... .
¿Y de los viajes?
K: De aquellos años guardo grandes recuerdos de los
viajes que hacíamos a Portugal, Asturias y al País Vasco. Cada viaje era una
verdadera aventura. La verdad es que solo salir de Galicia ya era una aventura, tal y como
estaban las carreteras en aquellos años. Fui por primera vez a Mundaka en el
año 87, con Fernando y Chiri. Ellos ya habían ido antes en otras ocasiones con
David Lama y Alberto Antón. Coincidió nuestro viaje allí con un campeonato
local en el que hubo unas olas increíbles. En esos días vi un surf que no había
visto en mi vida, con olas de 3 a 4 metros y unos tubos increíbles que me
impresionaron. La final la ganó Jupa Soler. Aún conservo el póster del campeonato.
Nos quedamos a dormir en casa de Carmiña “la gallega”.
F: Yo recuerdo nuestro viaje fallido a Portugal.
Aprovechando un fin de semana decidimos ir a coger olas a Peniche, Chiri, Nano,
Keko y yo. Salimos el viernes de Ferrol y paramos a cenar y salir en Santiago,
por lo que llegamos a la frontera de Tuy a las cinco de la mañana. En el
control fronterizo la Guardia Civil nos pidió los carnéts, y de repente el
oficial de guardia nos dice: “Fernando José no puede pasar”. Yo que era quien
iba al volante le dije: “Mire, debe haber un error porque aquí nadie se llama
Fernando José”. El Guardia Civil se mosqueó mogollón ya que creía que le
estábamos vacilando. Tras discutir un rato descubrimos que Fernando José era
Nano, y que además tenía el carnét de identidad caducado desde hacia 3
meses. Como no éramos capaces de convencerle de que nos dejase pasar la
frontera, le dije al guardia que quería ver a su superior. Siempre me arrepentiré. Nos
dirigió a la cantina y allí estaba el sargento con otros dos oficiales
borrachos. En cuanto nos vio nos empezó a gritar y nos acabaron echando a
empujones de la cantina. Nano nos decía que lo dejásemos allí o en Vigo, que él
ya se las arreglaría para volver a Ferrol. Pero no podíamos dejarle allí, así
que decidimos cambiar de destino. ¡Nos vamos a Foz!. El viaje fue terrible. Cruzamos Pontevedra, Orense y Lugo. En Orense nos perdimos en una carretera sin
salida en medio de un monte. Finalmente llegamos a Foz tras siete horas de
viaje. La verdad es que teníamos una pasión y unas ganas de surfear inmensas, y
un carnét caducado no nos iba a fastidiar el fin de semana.
K: Solíamos ir bastante también a Asturias, primero
por las olas, y segundo porque allí era donde nos hacíamos con material, ya que
aquí en Galicia no había tiendas. Íbamos a aprovisionarnos a Gijón a la tienda
Tablas, la tienda que más cerca nos quedaba de casa: nada más y nada menos que
a 8 horas en coche.
F: Volviendo de Asturias, de un campeonato que hubo
en Tapia, paramos a surfear en Espasante. Había un maretón terrible y estaba
lloviendo. Estábamos en pleno mes de febrero. Cuando empezamos a cambiarnos, y
a pesar del día, empezó a congregarse a nuestro alrededor un buen número de
gente para ver que era lo que íbamos a hacer. Nunca habían visto hacer surf.
Antes de meternos al agua un señor del lugar se dirigió a mí y me dijo: “¡Qué
rapaces!, ¿ides a facer deporte? Ben os pagarán por este traballo, senón non
iríais ó agua”. No entendían que nos metiésemos en el agua porque nos gustase,
para pasarlo bien. Creían que lo hacíamos por obligación con ese mar y ese
frío.
Empezasteis a surfear en Doniños, que era además el
lugar al que más frecuentemente solíais ir. Hoy Doniños sigue siendo vuestra
playa, pero ¿a qué otros lugares solíais ir a surfear?
K: Como bien dices, sobre todo al principio,
siempre estábamos en Doniños, o íbamos a La Fragata y Esmelle, que conocíamos
de antes de hacer surf. En el 82 empezamos a ser conscientes de la influencia
del viento en el romper de las olas, por lo que empezamos a movernos a otros
sitios, en busca de mejores condiciones. Mi hermano Fernando tenía carnét de
conducir y un Renault 5 con el que íbamos a coger olas. Es por ello que a
partir del 82 empezamos a conocer otras playas. Villarube lo conocimos en el
82, me imagino que a través de Carlos Bremón. San Jorge también en ese año.
Campelo en el verano del 83, al igual que Pantín. La verdad es que tardamos en
surfear en Pantín. Cuando íbamos a Villarube, y pasábamos por Pantín, siempre
comentábamos que según Carlos Bremón allí abajo había una playa, que según
decían era nudista, y en la que rompían buenas olas. Siempre la veíamos
inmensa, ya que sólo íbamos a Villarube cuando el mar estaba grande y no nos
podíamos meter en San Jorge. Mi primer baño en Pantín me lo di con la Nat Young
de mi hermano el día en el que mis padres cumplían el 30 aniversario de su
boda.
K: Aquellas primeras excursiones / exploraciones
eran muy divertidas y están llenas de anécdotas. Recuerdo un día en que la
Yachtland nos voló de las bacas del R5 cuando se le soltó un pulpo. La tabla
pasó rozando al coche que venía tras nosotros. La tabla era tan dura que no le
pasó nada.
K: Cuando de camino de una playa a otra a veces nos encontrábamos con otros
que también iban a surfear, siempre nos parábamos a hablar, aunque no los conociésemos, para saber de dónde venían, o a dónde iban, cómo estaba el mar. No había
móviles como ahora. Muchas veces tras encontrarnos, el que ya se volvía para
casa se daba la vuelta para poderse dar, acompañado, el baño que no había querido
darse solo.
F: De un lugar del que guardo muy gratos recuerdos
es de San Jorge. La verdad es que hoy pienso en lo atrevidos que éramos en
meternos allí con las olas que había, el nivel que teníamos y las tablas en las que surfeábamos. No teníamos ni idea y entrábamos directos al fondo, a coger las olas más
grandes. Un día Chiri y yo nos metimos solos. Habíamos ido con su novia a la
playa, y él, claro, la quería impresionar. Además ella le dijo: “Qué bien, así
por fin os veo surfear”. Ya en el canal, y al ver entrar las series, nos dimos
cuenta que estaba aún más grande de lo que pensábamos. Pero aún así nos fuimos
al fondo. Había que causar buena impresión a la chica. Pero al llegar al pico
había una corriente muy fuerte que nos sacaba primero mar adentro, hacia la
Herbosa, y después nos metía hacia el medio de la playa, en donde rompían olas
más grandes todavía. Tras estar un rato remando, Chiri decide salir por las
rocas. A pesar de que le dije que estaba loco, y que era muy peligroso, no me
hizo caso, y de repente le vi desaparecer tras una roca. Yo seguí un rato
remando en la corriente, hasta que siguiendo sus pasos decidí salir también por
las rocas. Cuando ya me estaba acercando a tierra, entró de repente una serie
que, sin romper, me elevó cuatro metros y me dejó al lado de una roca a la que me
agarré con todas mis fuerzas, mientras que la tabla colgaba del pie por el
invento. La siguiente ola de la serie si que rompió, y me arrastró acantilado
arriba. No sé ni cómo conseguí salir, pero cuando llegué a la cima del
acantilado, sangraba por las manos y los piés, estaba lleno de magulladuras y
tenía la tabla hecha polvo. Ya a salvo me acordé de mi primo. Miré a mi
alrededor y no lo veía por ninguna parte. Desesperado le empecé a llamar, a la
vez que corría entre los pinos hacia el lugar en donde habíamos apartado el
coche. Angustiado, cuando llegué al coche me encontré a Chiri con su novia. Casi lo mato cuando me dice “¡Joder tío!, mira que has
tardado. Llevamos un buen rato aquí esperándote a que salieses del agua”.
K: De San Jorge tengo yo también buenas anécdotas.
Un día tras un gran revolcón, y después de salir casi sin aire, con los ojos
aún medio nublados, vi que venía otra gran inmensa masa de agua a por mí.
Muerto de pánico, abrí más los ojos para adivinar lo que se me venía encima. En
ese momento descubrí que la gran masa blanca que veía era la montaña de Mougá, y
que la ola anterior me había dejado mirando hacia la orilla. Otra vez, pasé un
gran apuro cuando me quedé enganchado por el invento en la boya que hay en el
canal de entrada. La fuerte corriente me mantenía sumergido sin poder coger
aire, hasta que conseguí soltarme de la tabla.
K: Y guardo también otra buena anécdota de Ponzos,
aunque ésta ya es posterior. Un día de mar decidimos entrar por las rocas, saltando
desde el acantilado para ahorrarnos la remontada. Entre serie y serie había el
tiempo suficiente para recorrer los 15 metros que separaban el acantilado del
mar. Pero yo me despisté, y cuando vino la siguiente serie, me di cuenta que
estaba en el punto de no retorno entre el mar y las rocas. Eché a correr
acantilado arriba hasta que vi un pequeño parapeto en el que me encogí para
protegerme de la ola. Sin embargo, cuando la ola rompió, me lanzó acantilado
arriba golpeándome contra las rocas, yo por un lado y la tabla por otro. Nadie
vio lo que me pasó. Pasada la ola subí como pude y me encontré con Leo Lujilde
en el aparcamiento que sorprendido miraba mi tabla rota y me traje hecho
trizas, lleno de cortes, después de estar rodando por las rocas. Parecía que
había sido atacado por varios centollos gigantes.
1.-El primero por la izquierda Keko. El primero por la derecha, aguantando el equilibrio, Fernando.
2.-Keko
3.-Fernando en Esmelle
4.-Primer viaje al Pais Vasco: de izquierda a derecha David Lama, Fernando, Alberto Antón y Chiri Couto.
5.-Fernando en Doniños
6.-Ponzos: de izquierda a derecha Chiri Couto, Keko, Carlos Bremón y Nano Couto.
¡Que bueno! Me he pasado un buen rato leyendo la entrevista. La anecdota de los trajes de esqui no tiene precio...jeje A medida que iba leyendo intentaba imaginar como seria aquello. Lo de los encuentros con los que venian de la playa y pararse a preguntar...genial! Lo dicho Jesus, enhorabuena por el trabajo, un saludo!
ResponderEliminarAunque ya he escuchado la mayoria de relatos en boca de los protagonistas,uno no siente mas que envidia de las olas que se pillaban solos,yo soy de la siguiente generacion ,empece en el 89,y el trato que tuvieron hacia mi fue increible me enseñaron todo lo que se
ResponderEliminarPues sí que es casualidad.....o no tanta, después de todo, al principio la única manera de conseguir tablas para algunos era comprar a los que ya tenían y se deshacían de ellas, pero ahí está mi segunda tabla, en la última foto. La Roger Cooper de Carlos, que me vendió junto con un traje y me duró dos semanas -estaba partida por la mitad y arreglada- Eso sí, me devolvió el dinero! ;-) El traje estaba tan hecho polvo, que me lo ponía del revés. Y hasta era más bonito, con los colorines....
ResponderEliminarLa verdad es que fue un placer escucharles, sobre todo por lo bien, y la gracia, con la que me contaron éstas y otras historias que ya han ido saliendo en el blog y que por tanto no incluí en la entrevista. Un saludo,
ResponderEliminarSi es que no hay nadie como Keko para contar batallitas!
ResponderEliminarmuy bonita. hace reflexionar de todas las comodidades de ahora...¡que grandes tiempos tuvieron que ser!
ResponderEliminar