5.9.12

HISTORIAS. Los elegidos (parte 3).



17.-Mark Occhilupo

Texto por Carlos Bremón.


He de reconocer que me acuerdo un tanto vagamente de la multitud de figuras del surf que han pasado por el Pantín Classic. Tengo, sin embargo, recuerdos muy cercanos de ciertos personajes que me impactaron, seguramente porque contrastaban tremendamente con el resto.

Un encuentro tremendo, impactante, fue el de Mark Occhilupo. Aunque apareció descalzo, con ropa raída y aspecto descuidado, se trataba de una de las figuras míticas del surf mundial. Mark era el hombre que lo había prometido todo en cuanto a resultados en el Campeonato del Mundo. Pero de pronto fue apagándose, no sin dejar detrás de sí una estela de fracasos, borracheras, drogadicción, …, lo que se puede resumir en un esplendoroso ejemplo de fracaso ganado a pulso.

Pero el caso es que allí estaba, en Pantín, Mark Occhilupo.

Una mañana a eso de las ocho, madrugador, llegué a la caseta el primero de toda la organización. Llovía, hacía frío, las olas estaban revueltas, rectifico, muy revueltas, casi asquerosas, de un metro. La marea estaba baja. La serie llegaba al pico de fuera, junto al acantilado, y caía sobre un escueto banco de arena con una irregular pared. Intento explicar que NADIE se habría metido a “disfrutar” de aquellas olas. Pero allí estaba Mark, “Occy”, haciendo diabluras. Cogía la ola en aquella pared imposible, sin inmutarse, a pesar de que  la cresta se le revolvía, como asombrada por aquel insolente que pretendía surfearla. Más rápido aún que nuestra vista, Occy se marcaba un “Tres 60” y bajaba la ola en un “floater”, flexionando a tope sus poderosísimas piernas.

Confieso que sentí la admiración que debe sentir cualquier mortal cuando presencia las evoluciones de un Dios. Mi entusiasmo me hizo gritar a los pocos compañeros que con aire de somnolencia llegaban en aquel momento: “¡¡Mirad, mirad, es Él!!”. Horas después caía eliminado por surfistas que incluso deberían haber renunciado a entrar al agua en su manga, sólo por temor a cometer tal irreverencia.

Un mal golpe en un pie contra una piedra, por ir continuamente descalzo, añadió más patetismo a aquella imagen de dios abatido con pies de barro. Una sucia venda mal colocada cubrió su herida el resto de las jornadas, acentuando un aspecto que Mark no se esforzaba, más bien todo lo contrario, en ocultar. Algo quizás de masoquismo o, visto bajo otra óptica, de propia mortificación.

Borracheras, peleas con miembros de la organización, …, parecía que aquella mala imagen iba a constituir el epílogo de su paso por el Pantín Classic. Pero el lunes, tras el Campeonato, cuando nos dedicábamos a limpiar la playa de la basura dejada por el público, Occy apareció por allí con su desaliño habitual y, al vernos, corrió a compartir con nosotros aquella tarea.

Mi pobre concepto sobre Mark, formado en las jornadas anteriores, sufrió entonces un temblor telúrico. Allí estaba aquel ser contradictorio haciendo gala de una humanidad y de una humildad sin precedentes. ¿Quién era yo para juzgar tan duramente a aquel hombre?.

Me dolía, en lo más íntimo, que un superdotado pudiera desaprovechar el caudal de riqueza con el que lo había provisto la Naturaleza. Me molestaban sus locuras, su lento pero firme caminar hacia la autodegradación. Pero, en el fondo, ¿yo qué sabía?. 

Después de su paso por Pantín, Occy volvió a Australia y conoció a su futura mujer, psicóloga de profesión, con la que estuvo tratando su problema personal. Pasado un tiempo volvió a surfear con más ganas y acierto que nunca, y pudo recuperar su vida. Poco a poco comenzó a escalar posiciones en el ranking y entró de nuevo en el top 44. Al cabo de varios años de paciente y vigorosa entrega al entrenamiento, en 1997 conseguía dar la sorpresa, colocándose 2º detrás de Slater. En 1998, fue 6º, pero en 1999 alcanzó lo que nadie, excepto quizás él mismo, creyó que podía lograr, ser campeón del mundo, tras arrollar en las pruebas hawaianas.

Fotografía Fernando Muñoz/Surfer Rule

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