17.-Mark Occhilupo
Texto por Carlos Bremón.
He de reconocer que me acuerdo un tanto vagamente de
la multitud de figuras del surf que han pasado por el Pantín Classic. Tengo,
sin embargo, recuerdos muy cercanos de ciertos personajes que me impactaron,
seguramente porque contrastaban tremendamente con el resto.
Un encuentro tremendo, impactante, fue el de Mark
Occhilupo. Aunque apareció descalzo, con ropa raída y aspecto descuidado, se
trataba de una de las figuras míticas del surf mundial. Mark era el hombre que
lo había prometido todo en cuanto a resultados en el Campeonato del Mundo. Pero
de pronto fue apagándose, no sin dejar detrás de sí una estela de fracasos,
borracheras, drogadicción, …, lo que se puede resumir en un esplendoroso
ejemplo de fracaso ganado a pulso.
Pero el caso es que allí estaba, en Pantín, Mark
Occhilupo.
Una mañana a eso de las ocho, madrugador, llegué a la
caseta el primero de toda la organización. Llovía, hacía frío, las olas estaban
revueltas, rectifico, muy revueltas, casi asquerosas, de un metro. La marea
estaba baja. La serie llegaba al pico de fuera, junto al acantilado, y caía
sobre un escueto banco de arena con una irregular pared. Intento explicar que
NADIE se habría metido a “disfrutar” de aquellas olas. Pero allí estaba Mark,
“Occy”, haciendo diabluras. Cogía la ola en aquella pared imposible, sin
inmutarse, a pesar de que la cresta se le revolvía, como asombrada por aquel insolente
que pretendía surfearla. Más rápido aún que nuestra vista, Occy se marcaba un
“Tres 60” y bajaba la ola en un “floater”, flexionando a tope sus poderosísimas
piernas.
Confieso que sentí la admiración que debe sentir
cualquier mortal cuando presencia las evoluciones de un Dios. Mi entusiasmo me
hizo gritar a los pocos compañeros que con aire de somnolencia llegaban en
aquel momento: “¡¡Mirad, mirad, es Él!!”. Horas después caía eliminado por
surfistas que incluso deberían haber renunciado a entrar al agua en su manga,
sólo por temor a cometer tal irreverencia.
Un mal golpe en un pie contra una piedra, por ir continuamente
descalzo, añadió más patetismo a aquella imagen de dios abatido con pies de
barro. Una sucia venda mal colocada cubrió su herida el resto de las jornadas,
acentuando un aspecto que Mark no se esforzaba, más bien todo lo contrario, en
ocultar. Algo quizás de masoquismo o, visto bajo otra óptica, de propia
mortificación.
Borracheras, peleas con miembros de la organización,
…, parecía que aquella mala imagen iba a constituir el epílogo de su paso por el Pantín Classic.
Pero el lunes, tras el Campeonato, cuando nos dedicábamos a limpiar la playa de
la basura dejada por el público, Occy apareció por allí con su desaliño
habitual y, al vernos, corrió a compartir con nosotros aquella tarea.
Mi pobre concepto sobre Mark, formado en las jornadas
anteriores, sufrió entonces un temblor telúrico. Allí estaba aquel ser contradictorio
haciendo gala de una humanidad y de una humildad sin precedentes. ¿Quién era yo
para juzgar tan duramente a aquel hombre?.
Me dolía, en lo más íntimo, que un superdotado
pudiera desaprovechar el caudal de riqueza con el que lo había provisto la
Naturaleza. Me molestaban sus locuras, su lento pero firme caminar hacia la
autodegradación. Pero, en el fondo, ¿yo qué sabía?.
Después de su paso por Pantín, Occy volvió a
Australia y conoció a su futura mujer, psicóloga de profesión, con la que
estuvo tratando su problema personal. Pasado un tiempo volvió a surfear
con más ganas y acierto que nunca, y pudo recuperar su vida. Poco a poco comenzó a escalar posiciones en el ranking y entró de nuevo en el top 44. Al cabo de
varios años de paciente y vigorosa entrega al entrenamiento, en 1997 conseguía
dar la sorpresa, colocándose 2º detrás de Slater. En 1998, fue 6º, pero en 1999
alcanzó lo que nadie, excepto quizás él mismo, creyó que podía lograr, ser
campeón del mundo, tras arrollar en las pruebas hawaianas.
Fotografía Fernando Muñoz/Surfer Rule
!Que buena lectura!
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