La verdad es que estoy encantado de
haber descubierto el placer de correr. Una actividad, que en treinta minutos, me deja con la grata sensación de haber hecho ejercicio.
Ya había oído hablar de la pasión que para mucha gente se convierte el correr. Así que enterarme un poco de lo que iba, aproveché la
ocasión para leer dos libros sobre el tema: “De qué hablo cuando hablo de correr", del japonés Haruki Murakami, y “Nacidos para correr”, de Christopher MacDougall. Os recomiendo cualquiera de los dos.
En el libro de Christopher MacDougall he encontrado una historia que
realmente me ha llamado la atención, y que ahora os cuento. Sus protagonistas son Emil Zapotek y Ron Clarke, dos de los mejores fondistas de la historia del atletismo.
Emil Zapotek nació en la antigua
Checoslovaquia, un país sin tradición atlética. Se cuenta que durante su etapa en el ejercito, y tras las duras
jornadas de instrucción, Emil cogía una linterna y salía
a correr varios kilómetros por la noche, con sus botas militares como calzado. Si había demasiada
nieve, corría dentro de una tina llena de ropa sucia, haciendo
ejercicio a la vez que lavaba sus calzoncillos. Realmente amaba correr.
Su estilo sin embargo era malísimo. Los periodistas de la época lo llegaron a describir como "el más aterrador espectáculo de terror desde Frankenstein", o como "un hombre luchando con un pulpo sobre una cinta de transporte". Pero aquellos comentarios no tenían ningún efecto para él. Es más, él no se quedaba callado y les contestaba: "lo bueno de correr es que no es como el patinaje artístico: los puntos se ganan por velocidad, no por estilo".
Su estilo sin embargo era malísimo. Los periodistas de la época lo llegaron a describir como "el más aterrador espectáculo de terror desde Frankenstein", o como "un hombre luchando con un pulpo sobre una cinta de transporte". Pero aquellos comentarios no tenían ningún efecto para él. Es más, él no se quedaba callado y les contestaba: "lo bueno de correr es que no es como el patinaje artístico: los puntos se ganan por velocidad, no por estilo".
Le gustaba tanto correr que, en lugar de dosificarse, se inscribía en tantas carreras como era capaz de encontrar. Corrió a lo largo de tres años a un ritmo de 2 carreras por semana, y nunca perdió. En los Juegos Olímpicos de Londres de 1958 fue medalla de plata en los 5.000 metros, y de oro en los 10.000. Pero su gran éxito llegaría en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952. Zapotek se inscribió en todas las carreras de larga distancia que había en el calendario: se presentó a los 5.000 metros y ganó, fijando un nuevo record olímpico. Lo mismo, con record incluido, en los 10.000 metros. Y como eso parecía no ser bastante, se apuntó también a la maratón. Nunca antes había corrido una.
Aunque sus rivales intentaron aprovecharse de su inexperiencia, Zatopek venció estableciendo otro record. Cuando cruzó la línea de meta, y sus compañeros de equipo se acercaron para felicitarle, los velocistas jamaicanos ya lo llevaban en hombros por la pista. La gente realmente disfrutaba de sus victorias.
Aunque sus rivales intentaron aprovecharse de su inexperiencia, Zatopek venció estableciendo otro record. Cuando cruzó la línea de meta, y sus compañeros de equipo se acercaron para felicitarle, los velocistas jamaicanos ya lo llevaban en hombros por la pista. La gente realmente disfrutaba de sus victorias.
En 1968, cuando el Ejercito Rojo invadió Praga, las fuerzas soviéticas intentaron que Zatopek se sumase a su causa. Le dieron a elegir: podía unirse a los soviéticos y hacer las veces de embajador deportivo, o podía pasarse el resto de su vida limpiando retretes en una mina de uranio. Emil eligió los retretes, y de esta triste manera, uno de los atletas más queridos, y más grandes de la historia, desapareció.
A finales de los 60, el australiano Ron Clarke era el hombre a batir en las pruebas de larga distancia. Había batido 19 veces los records mundiales en todas las distancias desde la milla hasta los 10.000 metros, pero en su carrera deportiva había una gran sombra: en las grandes citas, siempre se venía abajo. Nunca logró ser campeón olímpico. Su mayor éxito fue una medalla de bronce en los 5.000 metros en los Juegos de 1964. En los de México de 1968 tuvo que abandonar enfermo por el mal de altura. En su país le llegaron a poner el sobrenombre del "tipo que se ahoga", por sus malos resultados en las grandes pruebas. Tras el fracaso de México toda la prensa se puso contra él.
Antes de volver a Australia desde Centroamérica, Ron se pasó por Praga para visitar a Zatopek. Tras su reunión, vio como Emil introducía algo a escondidas en su maleta. Entre asustado y sorprendido, Clarke pensó que tal vez se tratase de alguna carta o mensaje para alguien del exterior, por lo que no se atrevió a abrir el paquete hasta que el avión había despegado. Zatopek se había despido con un fuerte abrazo y una frase "porque te lo mereces", que Clarke recibió como un gesto de ánimo sincero ante la que se le avecinaba cuando llegase a Australia.
Cuando el avión ya había ganado altura, Clarke se atrevió a buscar en su maleta el paquete escondido. Al abrirlo, descubrió que la frase con la se habían despedido no se refería al abrazo que se habían dado. En su maleta, encontró la medalla de oro que Zatopek había ganado en los diez mil metros en las Olimpiadas de 1952. Darle la medalla al hombre que le había sucedido en el libro de los records era un gesto muy noble por parte de Zatopek; dársela en aquel momento, en el que el checosvolaco lo estaba perdiendo todo, demostraba una vez lo grande que era.
Me imagino que Clarke debía tener algo especial, ya que él, unos años antes, fue protagonista de otro gesto de extrema deportividad. En uno campeonato de Australia de atletismo, y creo que en la prueba de la milla, Clarke sufrió una caída en la última vuelta. John Landy, que era el hombre a batir en la época, al ver al joven Clarke caer, paró su carrera, se volvió atrás, y le ayudó a levantarse. Increíblemente, Landy se hizo con la victoria, en una gran remontada.
Muy buenoooooo
ResponderEliminarVeras que no lo dejas.Ahora prueba a correr con mucha gente, es muy motivador. Por ejemplo el circuito gallego de carreras populare de 10Km. este finde es son los 10K de Coruña.muy muy recomendable(salvo que cuadre un buen baño jejeje).Saludos
ResponderEliminarPues ya tengo ganas de ir a una carrera de esas. Aún no me había animado pues no me veía capaz de hacer 10 km. Creo que ahora sí que podría, aunque aún no he corrido una distancia tan larga. Pero este sábado tengo que ayudar a un amigo en un trabajo, así que ya habrá otra ocasión.
EliminarBUENAS JESÚS,
ResponderEliminarLA SEGUNDA HISTORIA NO LA CONOCÍA, PERO ME RECUERDA A LA "DEPORTIVIDAD" DE CONTADOR. SON OTROS TIEMPOS...
YA SABES, CUIDADO CON LOS QUE TE DICEN QUE VAYAS A LAS CARRERAS,.....¡ENGANCHAN!
SALUDOS
Muy buena la entrada
ResponderEliminarEmocionat. Fantàstica entrada. M'agrada veure el bons valors que també podem tenir els homes.
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