18.7.13

HISTORIAS. Fuerteventura (parte 5). La escasez convertida en virtud.


El desarrollo de los comunicaciones ha hecho que hoy en día sea relativamente sencillo y barato disponer de cualquier producto en cualquier lugar del mundo. Pero hace años, cuando ésto no era así, la única opción era la de emplear los recursos que uno tenía próximos para abastecerse de todo lo necesario para la vida. Esta necesidad de autosuficiencia se veía aún más acentuada en el caso de las islas.

Del mismo modo que aquí en Galicia hemos utilizado tradicionalmente la piedra y la madera para construir nuestras casas, en Fuerteventura las rocas volcánicas, la madera y la tierra fueron durante siglos prácticamente el único material disponible para construir casas, caminos y muros. Ello no impidió que en la Isla se desarrollase una arquitectura propia, creo que con claros elementos identificativos, y entre los que destacaría, sobre todo en las edificaciones más sencillas, el cómo la escasez, derivada en sencillez, se convirtió en virtud.

Entre las construcciones, las primeras que me llamaron la atención fueron los muros. Al igual que aquí, los muros se levantaron evidentemente para separar las distintas tierras y propiedades. Pero al contrario que en el minifundio gallego, en la Isla los muros se extienden formando líneas interminables (sinceramente creo que hay alguno que atraviesa toda la Isla). Líneas marcadas por el acabado en cal de sus cumbreras, el cual destaca sobre el negro de la roca. Viéndolos, la verdad es que siempre he pensado en el tremendo trabajo que debió suponer levantarlos: reunir las piedras, colocar unas sobre las otras, amasar el mortero de cal, ... .

En las viviendas, es fácil entender cómo la arquitectura local se adaptó a los materiales disponibles y la climatología: muros de roca volcánica, vigas, galerías y escaleras de madera, ventanas pequeñas con contras y patios interiores para refrigerar las estancias. Muchas de las viviendas más llamativas se encuentran incomprensiblemente desocupadas. En algunas de ellas casi nos pareció que sus dueños se hubiesen acabado de ir, aunque por su estado era fácil percibir que allí hacia muchos años que no vivía nadie. ¿Quién habría sido el último en visitarlas?










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