10.9.13

NAUFRAGIOS. El Highland Warrior.


El otro día hablaba con Miguel sobre su afición al coleccionismo de postales antiguas, y de todo el proceso que se ha de seguir para completar una buena colección. Con la llegada de internet, a las tradicionales ferias a las que acuden otros coleccionistas y vendedores, se han sumado las páginas dedicadas a su venta, con lo que si bien se ha ampliado el abanico de posibilidades de incluir nuevas piezas, también se ha incrementado la competencia, al ser ahora las imágenes, incluso las más raras, accesibles a un mayor número de potenciales compradores. Una afición, en la que por lo que me contaba, resulta igual de apasionante todo el proceso de búsqueda, con sus indagaciones, éxitos y fracasos, que la incorporación de una nueva imagen a la colección.

Gracias a Miguel y a sus búsquedas, han llegado hasta mí fotos de Doniños, Ponzos o San Jorge de principios del siglo XX, o imágenes como la de aquella ola en Isla Pancha que publicamos en el blog hace meses, y en la que la izquierda ya rompía imponente hace 70 años, mucho antes de ser descubierta para el surf.

Ese día, mientras hablábamos de postales, dornas y conocidos comunes también aficionados al coleccionismo, me contaba una de sus últimas búsquedas, que por cierto había terminado en fracaso. Se trataba de una serie de imágenes, tomadas a principios del siglo XX, en la playa de Santa Comba, en las que se podían ver los trabajos para intentar liberar a un buque, el Highland Warrior, que había quedado encallado en los acantilados que cierran la playa. Las postales estaban a la venta, pero la puja se elevó más allá de sus posibilidades, por lo que a pesar de su interés, no pudo hacerse con ellas (por cierto, una de esas postales es portada en el libro "Historia da Costa Galega e os seus Naufraxios" de Fernando Patricio Cortizo). Durante su relato me contó un detalle que hizo aún más interesante para mí aquel naufragio: no sabe cómo, pero la campana de babor del buque, había terminado en la iglesia de Santiago en Pantín.

Para que no se me olvidase del nombre del barco, enseguida lo anoté en un papel, y al llegar a casa me puse a indigar sobre él, sobre todo para ver si averiguaba por qué, y cómo, la campana había llegado hasta Pantín. He de decir que mis búsquedas, al igual que el intento de compra de las postales por parte de Miguel, terminaron en fracaso.




A las pocas semanas, aprovechando que me iba a acercar hasta Pantín para ver el campeonato, y antes de bajar a la playa, paré en la iglesia y me fijé en su campanario. Allí había dos campanas, pero ninguna era la del Highland Warrior. No estaban las inscripciones que había visto en el blog "Pantín es distinto", y su tamaño era demasiado grande como para estar en la cubierta de un barco. Pensé en que tal vez la campana estuviese en otra iglesia, pero una vecina me confirmó que, salvo una pequeña ermita que está en el fondo del valle, aquella era la única iglesia de Pantín. Así que al día siguiente volví y por fin la encontré.


El Highland Warrior era un carguero a vapor, de 126 metros de eslora, construido en 1911 en los astilleros Russell & Company de Glasgow para la compañía Nelson Line. El Warrior, al igual que otros barcos de la empresa, se dedicaba al transporte de pasajeros y mercancías entre Europa y América del Sur, sobre todo Argentina, en donde los propietarios de la compañía tenían varias empresas dedicadas a la manufactura de productos alimenticios. El Highland Warrior disponía de camarotes para llevar 80 pasajeros de primera, 36 de segunda y 400 de tercera clase, además de cámaras frigoríficas para traer desde el Río de la Plata, con destino a las carnicerías británicas, 2.000 toneladas de carne.

En su último viaje, efectuado en 1915, el Highland Warrior había partido desde Londres rumbo a Brasil y Argentina. Además de su capitán, el buque tenía una tripulación formada por 50 hombres. Había partido de la capital británica con 29 pasajeros en sus camarotes. Pero antes de tomar rumbo hacia el nuevo continente, el buque había de hacer escala en A Coruña, en donde además de recoger más pasaje, tenía que dejar 200.000 libras esterlinas en monedas de oro que se depositarían en la caja fuerte del Banco Pastor.

El 3 de octubre, rodeado de una densa niebla, y cuando navegaba frente a las costas gallegas, el barco embarrancó en el bajo de Cercado de San Antón, frente a la playa de Santa Comba, muy cerca de su ermita. Se cree que navegaba muy próximo a la costa para intentar evitar el ataque de los submarinos alemanes que, como el UC-48, patrullaban en el Atlántico Norte con la misión de impedir el comercio de sus enemigos durante la Primera Guerra Mundial. Submarinos alemanes ya habían hundido otros buques de la compañía como el Highland Hope (I), el Highland Brae o el Highland Corrie, por lo que era normal el temor del capitán.

A las cinco de la madrugada, por radio, se recibió la señal de auxilio, a la que acudió el vapor hospital inglés Cacidola que recogió a los 29 pasajeros, mientras que la tripulación se quedó en el buque   intentando que no se estropease la caldera. Tras los pasajeros, se retiraron de la caja fuerte del barco las monedas de oro. 40 de los tripulantes fueron evacuados en el vapor Camelle, quedando a bordo el capitán, el oficial y varios marineros. Más tarde, con la idea de reflotarlo, se aligeró la carga, retirándose el resto de mercancías, formada en su mayoría por cajas con botellas de soda y ginebra, que se llevaron a Ferrol en donde se organizaron varias subastas para venderlas.

A pesar de los esfuerzos de los vapores Camelle, Finisterre, Antelo y José Higinio, y también del pesquero Wiking, fue imposible desencallar el buque.

Tras varios intentos de rescate fallidos, el buque quedó escorado a estribor con una gran abertura en su casco. Ocho días más tarde se presentó un gran vendaval que provocó el hundimiento de una de las gabarras que participaba en las labores de aligerar el buque. Otra de las gabarras perdió parte de su carga, y otras dos tuvieron que ser auxiliadas por el Camelle. El remolcador Walkyrien, que había zarpado desde Gibraltar, tuvo que retornar a su puerto base debido al mal estado de la mar.

Tras aquel temporal, tanto el buque como la parte de la carga que quedaba en las bodegas, se dieron por perdidas. El barco terminó de hundirse un año después, totalmente desecho por las olas. Al parecer, aún hoy, se pueden encontrar restos del buque a unos 10 metros de profundidad,

Y entre todas las cosas que se rescataron, una fue la campana de babor. ¿Cómo y por qué terminó en la Iglesia de Santiago en Pantín?. Seguro que dará para una futura historia.

3 comentarios:

  1. Muy interesante historia, con ese detalle curioso de la campana.

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  2. Otra historia curiosa sobre campanas de barcos: http://www.nevasport.com/phorum/read.php?77,2673474,2701198#msg-2701198 Se trata de la campana del Pernille Maersk que por capricho del destino ha acabado en la estación de esquí de Baqueira Beret.

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    1. Muchas gracias Juanjo por el enlace. Seguro que tras el traslado de esa campana a Baqueira hay alguna historia interesante. Preguntaré a ver si descubro algo. Seguro que este invierno preguntando en la estación alguien te podrá dar una pista.

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