13.4.14

HISTORIAS. Victor Montenegro, Nacho Montenegro, Nicolás Pita y Ángeles Vega (parte 1).



Es imposible contar la historia de los hermanos Montenegro, Víctor y Nacho, sin contar la de Nicolás Pita y Ángeles Vega. Es por ello, y tras darle muchas vueltas, que he decidido reunir a los cuatro en esta entrevista. Y no sólo porque los cuatro hayan compartido muchas vivencias y posiblemente algunos de los mejores momentos de sus vidas, sino también porque la conjunción de sus personalidades diferentes, pero perfectamente complementarias, explican el cómo de los inicios del surf en el Sur de Galicia, y concretamente en la playa de Patos.

Pero si normalmente ya es complicado entrevistar a una persona a la que apenas conoces, y sobre la cuál casi no dispones de información antes de tu primer encuentro, hacerlo con cuatro a la vez lo hace todo aún más difícil. Sin embargo, y en este caso, la situación cambia cuando además de a ellos cuatro, reunes a otros cinco animosos hermanos, los Irisarri, grandes conocedores de la historia del surf, que hacen que la conversación se convierta en un verdadero torrente de historias, datos, anécdotas, discusiones, bromas y carcajadas, muy entretenido de escuchar, aunque también difícil de reproducir después en un papel. Y más cuando son muchos los acontecimientos y fechas que se discuten, lo que obliga a volver atrás durante la conversación en varias ocasiones, con objeto de que todos los puntos de la historia queden perfectamente ordenados y aclarados. La animosa conversación que se estableció durante los dos días que me reuní con ellos, me permitió, más que con otros entrevistados, el poder acercarme en pocas horas, y de un modo muy próximo, a las personas que protagonizaron estas historias. Definirlos en pocas palabras resulta de todos modos complicado. En medio de la conversación, y referido en términos surfísticos, Balbi Irisarri destacaba de Víctor su constancia permanente, de Nacho su habilidad sobre la tabla y de Nicolás su estilo, a lo que yo añadiría después de lo escuchado y de haberlos conocido un poco, la voluntad, el idealismo y la ilusión de Víctor, la practicidad y el análisis objetivo de Nacho, el inquietud y la efusividad de Nicolás, y la perseverancia y el gusto por el detalle de Ángeles. Todo ello les llevó a crear casi un mundo propio en el que muchas de las cosas giraban entorno al surf, mundo que sale a relucir durante la conversación en varias ocasiones a través de sus experiencias y los comentarios de sus amigos:

Ángeles.- Entre nosotros nos llamábamos los “Neiros”, que era en realidad una abreviatura a “Surfineiros”. Como yo era la única chica era la “neira”, y ellos eran neiro Nicolás, neiro Víctor y neiro Nacho.

Nicolás.- He de reconocer que éramos un poco bohemios para el estandar normal de la época. Nos encantaba la naturaleza, los caballos, y todo lo que tuviese que ver con el mar, en donde el surf ocupaba un lugar muy importante.

Pero si sus historias ya son de por sí solas interesantes, creo que esta entrevista tiene especial valor porque difunde un capítulo de la historia del surf en Galicia no tan conocido y al que no se le ha dado tanta relevancia. Mientras que en La Coruña se formaba un núcleo de surfistas que con los años fue creciendo en número, y por tanto en repercusión y reconocimiento, el núcleo que se creó en Patos quedó reducido durante años al pequeño círculo primigenio que formaban los cuatro, hasta que a mediados de la década de los setenta se produce la llegada de los hermanos Irisarri. Ese aislamiento, ha llevado a que, y a pesar de la relevancia de hechos como el de posiblemente haber sido los primeros surfistas gallegos, su historia no haya sido suficientemente reconocida.


Nicolás.- Existen versiones muy distintas sobre los orígenes del surf aquí en Vigo, por lo que es muy importante que la historia quede recogida. Recuerdo por ejemplo una vez en el que navegando en un catamarán, cogimos muy malas condiciones de mar, con olas en altamar de 5 metros. En una de las olas que cogimos, el catamarán se giró a la derecha, y recuerdo que una de las personas con las que iba le exclamé: ”¡¡parece que vamos surfeando en una ola!!”. Ante mi exclamación esa persona me contestó y me dijo: “¡¡Coño!!, ¿y qué sabes tú de surf?”. Le conté que lo había comenzado a practicar hacía unos años, y que había sido uno de los primeros en la playa de Patos, tras lo que me preguntó “¡Ah!, entonces, ¿te enseñaron los Irisarri?”.


He intentado ser lo más fiel posible a las expresiones de cada uno de los entrevistados, y aunque evidentemente resulta imposible reflejar el intenso debate en el que se desarrollaron las más de 7 horas de charla, el resultado es éste. Con vosotros los primeros “surfineiros” de la playa de Patos.

Víctor.- La primera vez que vimos una tabla de surf, y por tanto el momento en el que se puede decir que nos entró ese gusanillo, por llamarlo de alguna manera, fue con una de las películas de super 8 que alquilaba nuestro padre en la Agrupación Fotográfica de Vigo. A finales de los años cincuenta, me imagino que al igual que en otras ciudades de España, se abrió en Vigo el primer fotoclub, en donde se podían alquilar películas y documentales que veíamos en casa con un proyector. Normalmente la selección de mi padre estaba compuesta por cinco títulos, de los cuales cuatro eran fijos: una película de dibujos animados, una de vaqueros, un documental y una de color. Entre los documentales, había películas de casi todos los países, y entre ellas una con imágenes de Hawaii. Como no podía ser de otra manera, tratándose de una película sobre Hawaii, en medio del filme salían unas escenas de surf, grabadas en la playa de Waikiki, con aquellos tablones primitivos de la época del Duque. El ver a aquellas personas deslizándose ligeramente sobre las olas fue lo hizo que me picase el gusanillo del surf. Estamos hablando de finales de los años 50, o tal vez principios de los 60. Sin embargo tras aquella película, la cosa quedó olvidada por un tiempo, hasta que un día, aquí en Patos, que era la playa a la que veníamos la familia, y precisamente en la zona del pico, me encontré con un oleaje impresionante. Había unas olas que yo les calculo de una altura de dos metros para arriba. Entonces el gusanillo continuó. Recuerdo que pensé: “entonces, esto se puede hacer también aquí en Patos”. Aquella visión me llevó a plantearme el siguiente paso: ¿y por qué no hacemos nosotros una tabla? Pensé, la podríamos probar aquí en Patos y ver que pasa. A mí me había entusiasmado ver aquel deporte en aquella película. No me digas por qué. Y ver aquellas olas, aquel día, era la confirmación que necesitaba para saber que el surf se podía también hacer aquí.

Nacho.- Seguramente nos llegaron también otras influencias, aunque no las recordamos de un modo tan consciente como aquella película. También en los sesenta se publicaron muchos de los discos de los Beach Boys, en varias de cuyas portadas aparecían imágenes de surfistas o de tablas de surf. Y todo ello en una época en la que no sé por qué, existía un especial interés por Hawaii, su cultura, su estética, …

Es también en esta época cuando la gente comienza a acercarse a las playas. Nuestra preferida era Patos. ¿Por qué? La elección de Patos era bien sencilla. De todas las playas de los alrededores de Vigo era la más próxima a la ciudad que mantenía a finales de los sesenta un aspecto más natural. De modo que a aquella playa íbamos los que preferíamos una playa más salvaje y natural, frente a otras más cercanas o con mejores accesos. También era una de las más abiertas, y tal vez por ello no había casi bañistas. Es decir, nos juntábamos allí los que apreciábamos lo natural y lo salvaje. Era también una playa con un ambiente muy hippy, y que era muy frecuentada por extranjeros, sobre todo alemanes, que pasaban temporadas en el camping que existía entonces.


Víctor.- Unos cuantos años después de haber visto la película, y haber experimentado aquel día de temporal en Patos, también aquí, vi al fondo la figura de una persona, un “humaniode” como le llamé entonces, cogiendo una ola sobre una tabla de surf. No pude identificar de quién se trataba, aunque posiblemente se tratase de algún extranjero de los que estaban acampados en el camping, un surfista, posiblemente australiano, de viaje por el sur de Europa en busca de olas, y que tras cruzar la costa cantábrica, se había detenido en Patos antes de dirigirse rumbo a Portugal.

Pero aquella visión me verificó que efectivamente aquí se podía hacer surf. Aunque no pude hablar con aquella persona, este encuentro visual supuso el impulso definitivo para que nos decidiésemos a intentar construir nuestras primeras tablas con la idea firme de hacer surf.

Hablé con un amigo que era portugués, y que trabajaba el foam en una empresa que se dedicaba a fabricar aislamientos para congeladores y otras aplicaciones. Hicimos una tabla de foam, sin nada de resina ni fibra, ya que pensamos que con la espuma sería suficiente. La tabla resultó ser una verdadera chapuza, muy rudimentaria, sin quilla ni nada. Para mejorar el acabado pensamos en darle algo de color, ya que toda blanca no se separaba mucho de un vulgar recubrimiento de una máquina de helados como los que hacía mi amigo. Pero cuando lo pintamos, la pintura reaccionó con la espuma, y el acabado ya fue nefasto. Tras aquel primero intento hubo una segunda prueba.

Nacho.- La idea de fabricar esa primera tabla seguramente surgiese de Nicolás, ya que siempre ha sido muy inventor. Muchas veces su reacción, cuando ha visto algo que no había manera de conseguir aquí, ha sido: ¡¡eso lo puedo fabricar yo!!. Y posiblemente eso fue lo que pasó con la tabla y lo que pasó más tarde con el skate.

En la segunda prueba, en realidad construimos dos tablas. Una muy grande y otra como de un metro veinte de longitud pero de un grosor considerable. De hecho parecía casi un submarino. El espesor era de unos 25 centímetros, de nuevo totalmente de foam, aunque ya bastante denso. Pero aquello fue también un fracaso absoluto. Cuando la fuimos a probar, y en la primera ola, Víctor ya dejó la rodilla clavada en el poliespán. Desgraciadamente, aquella tabla la acabamos perdiendo en el mar.

Víctor.- Los acabados eran muy malos. Todo el proceso lo hacíamos nosotros, ayudados sólo por las pequeñas nociones que nos había dado mi amigo: el corte del foam, el lijado, …, y como no teníamos ni idea, el resultado final era un absoluto desastre.


Sin embargo aquellos intentos fallidos nos hicieron ver que la construcción por nuestra cuenta no iba a ser la solución para resolver el problema de no tener acceso a una tabla. Fue entonces, ese mismo verano, cuando llegó a nuestra manos una revista de surf, posiblemente francesa. En ella había un anuncio en blanco y negro en la que se hablaba de la Barland, una fábrica de tablas de surf que se encontraba en Bayona. Así que sin pensárnoslo dos veces, cargamos el coche de conservas y nos fuimos rumbo a Francia a por un artefacto de los de verdad. Llegar al país galo fue toda una proeza. En aquel primer viaje fuimos Ángeles, Nicolás y yo. El viaje lo hicimos en mi 600. Ahora lo pienso y había que tener vocación para emprender aquel viaje. Tardamos dos días en llegar.

Todos estos acontecimientos, es decir, la visión del “humanoide”, los intentos de fabricación de las primeras tablas, el descubrimiento de la revista de surf, y el viaje a Francia, se produjeron en muy pocos meses, concretamente durante el verano de 1969. Tras aquello creo que los cuatro éramos conscientes que ya no había vuelta atrás posible.

Ángeles.- La tabla finalmente no se compró en el taller de Barland, sino en la tienda de Jo Moraiz en Biarritz.

Víctor.- No lo recuerdo bien, aunque sí que sé que estuvimos tanto en la fábrica de Bayona como en la tienda. Como no teníamos ni idea del asunto, de todas las tablas que vimos nos compramos aquella que nos pareció más bonita. Equivocadamente pensamos que una tabla pequeña sería más fácil de manejar y por tanto más sencilla para aprender, así que compramos casi la más pequeña que había en la tienda, y claro, cuando la estrenamos en Patos, no había quien se pusiera de pie, lo que supuso una desmolarización total. La tabla mediría aproximadamente 1,78 metros, era un poco más alta que nosotros. Además de la tabla compramos también una baca para poder traer la tabla de vuelta a Vigo. No me acuerdo del precio de la tabla, aunque sí de que supuso un desembolso importante, lo que sería el equivalente a un sueldo mensual de hoy. La tabla la guardamos en el hotel todas las noches, pero no la llegamos a probar en aguas francesas.

Lo que no recuerdo es como supimos de la necesidad de emplear parafina, aunque nosotros empleábamos cera de vela y tacos de parafina que comprábamos en una droguería que había en la Alameda de Bouzas. Sin embargo el tener aquella primera tabla, no nos facilitó muchas las cosas. De hecho los inicios fueron muy desmolarizantes.

Nacho.- A pesar de ello no nos rendimos, y eso que en alguna ocasión cundió el desánimo. Imagínate, haber viajado hasta Francia, y aunque no fuimos conscientes de ello hasta años más tarde, haber traído una tabla que no era la adecuada para aprender. Tardamos casi un año en ser capaces de ponernos de pie y disfrutar realmente del surf. Por cierto, y llegados a este punto, habrá que decir, que yo fui el primero el ponerme de pie en la tabla. ¡¡¡Je, je, je!!!


Nicolás.- Con la de Víctor, como única tabla para los cuatro, pasamos casi dos años, turnándonosla para usarla, hasta que en 1972 Ángeles me regaló mi primera tabla. Era de color rojo y amarillo, y de hecho le pusimos de nombre “la rojita”. No me preguntes si la tabla era buena, pues entonces no tenía criterio para poder evaluarla. Yo sólo sé que cogía olas con ella, a pesar de que era muy estrecha y tenía muy poco rocker.

Ángeles.- El proceso de compra de esta tabla fue muy curioso. Por aquel entonces yo trabajaba de secretaria en un despacho de abogados. Había días en los que la actividad era muy poca, así que un día cogí una guía de teléfonos, y me puse a buscar tiendas de deportes por toda la costa cantábrica en busca de alguna en la que vendiesen tablas de surf. Sabía que en Galicia no había ninguna, así que mi recorrido comenzó en Asturias. En aquellos años las guías eran de toda España, y no estaban como hoy organizadas por provincias, así que el trabajo fue minucioso. Sin embargo, y gracias a que no había tantos teléfonos como hoy, la búsqueda no resultó inabarcable. La tienda más cercana a Vigo en la que localicé una tabla fue en “Deportes As” de Gijón. Bueno en realidad más que una, tenían dos tablas a la venta. Aún guardamos la factura y la carta de confirmación de que había una tabla que nos podían vender. El dueño de la tienda, ante mi interés, se ofreció a llevarme las tablas hasta la playa de Espasante, a donde iba a ir a pescar.

Nicolás.- Un día, recuerdo que era primavera, Ángeles me dijo que teníamos que ir a un sitio que se llamaba Espasante, en la costa de Lugo, ya que había quedado allí con unas personas. El motivo del viaje era que me tenía una sorpresa preparada. ¡¡Válgame Dios!!, pensé yo. ¿Dónde está eso?. Recuerdo que aún no estábamos casados, porque le pedimos permiso a su padre. En total fueron seis horas de viaje desde Vigo. Cuando llegamos y nos encontramos con los señores, y vi la tabla, …, bueno aquello fue la pera. Cuando tenía la tabla en mis manos he de reconocer que me emocioné. Me quedé alucinado. ¡Qué tabla!. Recuerdo que leí “Roger Foam from California”, por lo que pensé que esa sería la marca de la tabla. A pesar de que no había olas, y de que estaba lloviendo, la tenía que probar allí mismo, así que cuando la tabla ya era nuestra me fui directo al agua en bañador, aunque sólo fuese para remar con ella en las aguas tranquilas del puerto de Espasante. Cuando me senté sobre ella en el agua, no veía tabla por ningún lado. Tenía tan poco volumen que estaba totalmente hundida. Al salir, cuando Ángeles me preguntó qué tal, le dije, “¡¡Bárbara, bárbara!!”, aunque en realidad salí decepcionado y pensaba, “me pongo encima y la tabla se hunde”. ¡No veía la punta ni la cola!. No flotaba porque era muy delgada. Esto hizo que la tabla tuviese un segundo nombre, además de cómo “la rojita”, la apodamos también como “el submarino”.

Ángeles.- La tabla costo ocho mil trescientas pesetas, mi sueldo mensual.


Nicolás.- Durante todos aquellos años surfeamos los cuatro prácticamente en solitario, ya que salvo Nacho, Víctor, Ángeles y yo, los demás que lo probaron lo dejaron enseguida, sin continuidad alguna. El salto cuantitativo se produjo en 1975 con la aparición de los Irisarri.

Pero antes de los Irisarri, hubo un hecho que cambio nuestra evolución y nuestra perspectiva como surfistas. Este hecho fue la llegada de un grupo de tres australianos a Patos. La llegada de los “Australian people”, como los llamábamos, fue para nosotros un verdadero antes y un después.

(Continuará ...).

8 comentarios:

  1. Que tal Jesus!
    Ante todo mi agradecimiento hacia Angeles, Nicolas, Victor y Nacho por haber compartido esas imagenes, vivencias y maravillosos recuerdos contigo, y como no darte las gracias a ti tambien por esta labor que llevas a cabo, he leido con muchisima atención e interes el texto y no sabes como se agradece.
    Un saludo para tod@s!

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  2. Simplemente ENHORABUENA Jesús -una vez más- por un relato magníficamente construido, y una labor de investigación y registro histórico que aúna rigor y amenidad a la vez, algo ciertamente difícil de encontrar ... Recordando el ambiente y el "ruído" de las reuniones origen de este relato, es impresionante ver tu capacidad de entresacar la historia de forma coherente, con más o menos leyenda de los relatores, que en nada disminuye la calidad y calidez del relato. Magnífico, sin más adjetivos.

    Si quiero hacerte notar un detalle menor: una de las fotos no es del grupo de los primigenios (los 4 magníficos "neiros"). La foto nº 4 en realidad es una foto mía, posiblemente del año 76 o 77. En todo caso viene a cuento porque la tabla en la que "intento" surfear es la mencionada "Rojita" de Nicolás, que ya entonces nos había vendido (o encasquetado, no sé , ...jeje), Era realmente una tabla de muy poquito volumen por su mínimo grosor, pero lo peor era que no tenía rocker alguno, lo que hacía los takeoff casi imposibles.Naturalmente singlefin, claro. Sale en otra entrada de tu blog (http://desdelacroa.blogspot.com.es/2014/01/historias-las-tablas-de-patos.html), en la que se aprecia su "planitud".

    Espero que a los primigenios, con esta pertinente aclaración, no les moleste la inclusión de esa foto mía en esta entrada sobre su historia. Y nuevamente, mis más cordiales felicitaciones para ti por tu desinteresada -y trabajosa- labor.

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    1. Muchas gracias Alberto. Ya he corregido el tema de la foto, así ellos tienen todo el protagonismo de la historia. A ver si termino pronto con la segunda parte. Un abrazo, y muchas gracias por seguir el blog!!!

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  3. Hola de nuevo Jesus!
    Como queria recomendar esta estupenda entrada he utilizado la imagen de la cabezera de tu blog, espero que no te importe...jeje
    Saludos!

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    1. Hola Fran,

      Ya sabes que tienes a tu disposición todo el material del blog. Sé que harás un muy buen uso de él. Un saludo.

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    2. Si lo prefieres, utiliza alguna de las antiguas, tal vez quede mejor.

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  4. Impresionante trabajo. Muy pero que muy interesante y ameno. Mis felicitaciones desde el Pais .

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  5. Releyendo el reportaje de las entrevistas y viendo el vídeo, seguro que Juan Chedas y el resto de la "Golden Wave" se ratificarán en el merecido homenaje que les hicimos a los 4 el pasado septiembre, como pioneros en Galicia sur y -tal vez- en Galicia entera... o al menos co-pioneros! Y, desde luego, en chicas es evidente que Angeles lo es.
    Buen trabajo, Jesús!
    Un abrazo a todos,
    Vicente Irisarri

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