A veces, en días de temporal como el de hoy, abrigado en casa y mirando el mar por la ventana mientras fuera el viento sopla con fuerza, pienso en cómo sería la vida de la gente que vivía en faros como el de las Islas Sisargas.
Hoy hay tan poca visibilidad que no se ve más allá de Cabo Prioriño. Evidentemente la costa de Carballo y las Sisargas ni se adivinan. El horizonte no existe por los millones de partículas de agua que hacen que la superficie del mar se vaya difuminando hasta confundirse con las nubes del cielo, formado un todo continuo de agua. Pero de todos modos, y aunque no las vea, sé que las Sisargas están allí.
Sobre ellas, en la Sisarga Grande, se encuentra el faro. El actual fue construido entre 1912 y 1915, gracias al empeño y el esfuerzo de los propios vecinos, al lado de los restos del primer faro construido en 1853. Los sillares y mampuestos, que dan forma a sus muros y la torre, fueron llevados desde tierra a la Isla en las embarcaciones de los pescadores, quienes también se ocuparon de su construcción, conscientes de la importancia de tener esa referencia luminosa y acústica para volver a puerto en medio de la noche o de un temporal.
Hoy hay tan poca visibilidad que no se ve más allá de Cabo Prioriño. Evidentemente la costa de Carballo y las Sisargas ni se adivinan. El horizonte no existe por los millones de partículas de agua que hacen que la superficie del mar se vaya difuminando hasta confundirse con las nubes del cielo, formado un todo continuo de agua. Pero de todos modos, y aunque no las vea, sé que las Sisargas están allí.
Sobre ellas, en la Sisarga Grande, se encuentra el faro. El actual fue construido entre 1912 y 1915, gracias al empeño y el esfuerzo de los propios vecinos, al lado de los restos del primer faro construido en 1853. Los sillares y mampuestos, que dan forma a sus muros y la torre, fueron llevados desde tierra a la Isla en las embarcaciones de los pescadores, quienes también se ocuparon de su construcción, conscientes de la importancia de tener esa referencia luminosa y acústica para volver a puerto en medio de la noche o de un temporal.
Durante años la Isla estuvo habitada por varias familias, que eran las encargadas de que el faro cumpliese su función de señal marítima. Para días de poca visibilidad como el de hoy, disponían de un cañón para sustituir la señal luminosa por una acústica. Más tarde se construiría el edificio de la sirena. Con los años, la Isla pasó a estar únicamente habitada por el farero, que en guardias de varios días, cuidaba que la luz funcionase, solo, refugiado en las labores de mantenimiento y en la lectura. En ocasiones, y aunque su periodo de guardia hubiese concluido, debía permanecer en su puesto por culpa de los temporales, que impedían que sus compañeros viniesen a sustituirle.
Hoy la tecnología permite situar la posición del faro aunque no se vea. Ya nadie habita el faro. Pero me imagino que en medio de la borrasca, y aunque el ordenador te dé su referencia, no hay nada como ver su luz blanca, con sus tres destellos cada quince segundos, indicándote su posición en tierra firme. Un punto fijo que sirve de guía mientras todo a tú alrededor no para de moverse.
Precioso, Jesús, la vida en los faros de estas costas era algo que dejaría en ridículo las de los ermitaños en sus cuevas. Imagínate, por ejemplo, el invierno pasado con olas de 15 metros rompiendo a tus pies, totalmente aislado del mundo, tal como si fueras un navegante solitario. Mencionas la lectura, y ciertamente, qué gran valor le daríamos bajo esas circunstancias. Enhorabuena por darle un enorme valor añadido a los paisajes que se ven desde tu casa, que podemos ver todos los días, pero que también nos pueden inspirar tanta belleza como se desprende de tu entrada del blog.
ResponderEliminarLos padres de un buen amigo, pasaron su luna de miel en As Sisargas, eran amigos del farero!!!
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