22.1.15

SUCEDIO EN A CROA. 1901.


Hace casi dos años, como parte de la serie "Sucedió en A Croa", y emocionados por el descubrimiento de unos planos del Castillo de Doniños del año 1797, publicamos el texto escrito por José Montero y Arostegui en 1874 sobre el lago de Doniños, en el que se incluía una descripción del castillo de Doniños siete décadas después del desembarco de los ingleses. Buscando en la hemeroteca de la Real Academia Galega, de donde salió aquel texto, hemos encontrado otro de 1901 escrito por Valentina Lago-Valladares, y de título "El lago de Doniños", que no solo describe el lago, sino también cómo eran el valle, la playa y la Batería hace más de 100 años. Podéis leer el texto íntegro pulsando AQUÍ.

"Al amanecer de una hermosa mañana de Agosto, dejamos las dulzuras del sueño y el regalado lecho para emprender la deseada excursión al poético Lago.

El valle permanecía aún en oscuridad confusa y misteriosa, alumbrado sólo por la claridad dudosa del alba. Yo no he visto nada más hermoso que un amanecer en estas campiñas de nuestra querida Galicia, donde la naturaleza nos presenta primores y bellezas difíciles de describir.

(...)

Preparada la cesta con la merienda, y dispuestos los expedicionarios para caminar, revolvimos hacer más pintoresca la jornada, por las floridas veredas de Villadóniga. (...) La mañana estaba deliciosa. Los primeros rayos de sol separaban los girones de niebla que aún flotaban en los altos montes; (...) y por todas partes respirábamos esa variedad infinita de aromas y flores, desayuno universal con el que nos convida la pródiga naturaleza. 

(...)

Nuestro deseo por llegar pronto nos hacía caminar con ánimo. Las primeras casas de la aldea de Doniños nos llenaron de alegría. Atravesamos (...) el espeso pinar y la grande robleda, y de repente, sin apenas darnos cuenta, nos encontramos en la llanura. Tendimos la vista a lo lejos, y de nuestros labios salió una entusiasta admiración, ¡el lago! ... Descendimos gozosos y alborazados por un camino estrecho que dejó de ser de mullida hierba: pisábamos un terreno arenoso y de playa. Habíamos llegado. Extiéndese el lago, al pié del alto monte, y sepáralo del mar, un ancho arenal que como pedazo de blanca sábana, se extiende de uno y otro lado. La vegetación que lo rodea es magnífica: las tierras trabajadas tocan las orillas bravías de la playa; el trigo y el maíz, los frutales y la hortaliza, crecen y se sazonan al rumor de aquellas embravecidas olas. Una fresquísima alfombra de prados rodea sus márgenes. Infinidad de juncos y espaldañas adornan sus orillas; y los arbustos y las flores silvestres, se inclinan mimosas, besando las transparentes aguas.

Tiene el lago pequeñas ensenadas donde descansan algunos botes pequeños que sirven para pasar por el lago, y admirar muy de cerca la hermosa campiña que sube por el monte hacia el faro.

El lago callado, poético y misterioso con su silencio, parecía contarnos (...) la misteriosa leyenda que guarda en el fondo de sus aguas. Nos dice la tradición y la historia popular, que la ciudad que duerme bajo aquella masa líquida, se llamó "valverde" o "valle verde", y sugestionados por la religiosa creencia, nos parecía ver, allá en el fondo, los tejadillos de las casas, y las puntiagudas torres de sus iglesias.

Nos separamos de las bellezas del lago y nos dirigimos a la playa (...). Las olas imponentes; y el ruido del mar aterrador.

(...)

Fue necesario almorzar, porque las necesidades del estómago eran muchas. Buscamos sitio a la sombra del arruinado fuerte, y en verde y limpio campo tendióse el mantel. La meriende tenía sus perfiles de banquete: dos empanadas, carne en fiambre, pollos asados, postres de queso y frutas, y un vino riquísimo de las bodegas de Grandal. Los expedicionarios éramos doce. (...) Después de comer, antojósenos visitar la batería. Cruzamos la ancha puerta que todavía está regularmente conservada y recorrimos con curiosidad aquellas ya desmoronadas dependencias, donde resonaron a un tiempo los gritos de la victoria (...). Cada piedra que el tiempo y los recios vendabales habían arrojado al suelo, nos parecía una página gloriosa de aquella heroica defensa de 1800. En una de las desmoronadas murallas nos sentamos a contemplar desde las alturas la inmensidad del mar. ¡Qué grandioso contraste! A la izquierda, toda la hermosura de la campiña (...). A la derecha, (...) las playas solitarias, el mar furioso y las olas empujándose las unas a las otras, hasta lamer con rabia, las altas peñas del arenal. Y entre estos dos paisajes de tan rara belleza, el (...) lago tendido en la llanura, (...). silencioso, como embobado con la campiña que le mira, y el mar que le adormece.

Caía la tarde, y era necesario pensar en regresar al valle.

(...)"

1 comentario:

  1. Que tal Jesus!
    Supongo que conocer la historia del lugar hace que lo ames mas, encima si es tan bonita como esta.
    Saludos!

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