Esperaba tan poco de aquel día, que ni tan siquiera había llevado la tabla a la playa. Pero tan pronto como bajó un poco la marea, las primeras olas empezaron a romper. Sólo fuimos tres en el agua: Pablo, Jon y yo, y aunque las olas eran regulares, precisamente por inesperadas, nos parecieron mejores.
Las buenas de verdad vendrían al día siguiente.
Las buenas de verdad vendrían al día siguiente.
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