El sol ya se ha puesto, y aunque no nos alumbra directamente, sabemos que nos queda al menos otra media hora con luz suficiente para seguir cogiendo olas. Es algo así como un tiempo extra que el día nos regala para seguir disfrutando de la playa.
Como otras veces estoy también con mi cámara, hasta que llega un momento en el que ya no tiene sentido seguir utilizándola: la luz es tan poca que la óptica ya no enfoca. Sólo queda coger olas.
Viene una serie, tal vez sea la última. Remas, y la ola, detrás de ti, te cubre como si fuese una sombra. Ya en la pared cuesta ver su forma. Distinguir las secciones. Así que simplemente queda dejarse llevar hasta que llegas a la orilla.
Miras atrás. Tus amigos siguen en el pico. ¿Me dará tiempo a coger otra más? "¡¡Seguro que sí!!, piensas, mientras remas con fuerza apurando los últimos minutos.
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