Existen muchas maneras de viajar, y una de ellas es con la mente. Las guías y los libros de viajes son, sin salir de casa, el medio escrito más directo para tener un montón de información sobre un lugar sin haber estado en él. Pero si lo que realmente buscas es viajar con la imaginación, los mapas, y sobre todo los atlas, son el modo ideal de hacerlo.
En casa, y en una pared, aunque sin colgar, tenemos un mapamundi del año 1986, impreso en Alemania antes del desmembramiento de la Unión Soviética, de la guerra de Yugoslavia, y de la caída del muro de Berlín. Un mapa en el que se representa un mundo totalmente diferente al de hoy, por lo que el viaje con él ya no es sólo geográfico, sino que también temporal.
Ante la inmensidad del planeta, contenida en el interior del marco de un cuadro, uno pasa a ser consciente de las distancias entre los diferentes países. De las relaciones entre ellos. O de cómo la geografía ha podido condicionar su historia. Pero también de cómo, y con algo de perspectiva y pensamiento crítico, ese mapa se convierte de pronto en una metáfora de cómo mayoritariamente se nos ha contado la Historia: con Europa normalmente ocupando el lugar central del mundo; con Asia y América en los extremos, separados por lo que parece una inmensidad; y todo ello a través de una representación plana de los continentes, que en realidad no es nada fiel a sus verdaderas dimensiones.
Tenemos también un pequeño globo terráqueo, éste más moderno, del año 2.000, y de no más de 12 centímetros de diámetro. Tan pequeño que las fronteras resultan prácticamente invisibles. Si lo piensas, y no solo porque en el globo se logre representar de un modo más aproximado la verdadera dimensión de los continentes, el que casi no se pueda distinguir un país del otro, tiene mucho sentido. Las fronteras políticas, que no las geográficas, no dejan de ser en realidad más que una invención del hombre. Algo que la historia, y el mapamundi que descansa apoyado en el suelo de casa, demuestran como obsoleto en tal vez no muchos años.
Y todo esto lo cuento para hablar de un libro que encontré el otro día en una librería: el "Atlas de Islas Remotas". Con un título así no pude evitar ojearlo, y poco después hacerme con él. Lo que más me atrajo, además de su excelente edición, era la oportunidad que se ofrecía en su contraportada de viajar a lugares alejados no solo de tierra firme, sino también de los habituales libros de viajes. Lugares a los que posiblemente nunca desease ir por inhóspitos, estériles y extremos. Tan poco accesibles que algunos, como la isla de Pedro I en la Antártida, han sido visitados por el hombre en menos ocasiones que la Luna. Lugares que esconden además historias terribles que han marcado su devenir, hasta el punto de que alguno ha sido nombrado por los sentimientos que generaron en los que las descubrieron en medio de los océanos.
A cada isla se le dedica en el libro un relato, que se acompaña, como en los mejores atlas, con una detallada representación de su geografía. También detalles como su año de descubrimiento, extensión, número de habitantes, hecho históricos que la han marcado, y distancias con respecto a otros puntos geográficos más conocidos.
El que el libro esté organizado en breves relatos me permite lecturas casi puntuales. Ahora mismo, y mientras veo el Eddie Aikau, estoy viajando por algunas de las islas del Pacífico, que es el océano que tiene una representación más numerosa. De todas, la isla más cercana a Hawaii creo que es la de Howland, a 3.030 km de Oahu. Solo 1,84 kilómetros cuadrados de superficie. Totalmente deshabitada. El lugar al que debería de haber llegado Amelia Earhart en su intento de ser el primer aviador en dar la vuelta al mundo siguiendo la línea del ecuador. Allí le esperaba el guardacostas Itasca, con reservas de combustible para poder continuar con la aventura. Su último mensaje por la radio fue: "estamos llegando, pero no vemos nada. Nos queda poca gasolina". Tras dar su última posición, el siguiente mensaje fue el silencio.
Este libro lleva un año entre mis manos,es absolutamente recomendable,es casi más importante lo que no dice ,ya que te empuja a indagar y dejar volar la imaginación.Ese es su secreto,los datos básicos para que tu hagas el resto.
ResponderEliminarQué interesante, Jesús, gracias por esta nueva entrega. Seguramente figuren en el atlas las Islas Pitcairn, que contienen una historia interesantísima y oscura sobre cómo se mantienen las costumbres de la época de los primeros colonos.
ResponderEliminarUn saludo y buenas olas.
Pepe
Efectivamente esta en la lista Pepe, dejando aspectos de la historia abiertos para investigar. Te lo recomiendo.
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