Durante buena parte del segundo de los baños del sábado parecía que en lugar de sobre mi tabla estaba a bordo del "Nuevo Nautilus", del "Eugenio Tercero", o de cualquiera de los barcos que tienen su base en Malpica. Flotando en alta mar, en medio de un mar encrespado y en plena campaña de pesca. La intensidad del viento había subido, y con él, la agitación en el agua, por lo que el movimiento de vaivén era en ocasiones considerable. Aún así, y a pesar de que las olas rompían realmente mal, estaba divertido. Cada ola era una caja de sorpresas en forma de baches, espumas que pasar y paredes con diferentes ángulos de inclinación.
Tras el baño, y antes de volver a la playa, entré en la Casa del Pescador a tomar algo caliente. En el local el ambiente era el propio de un día de fiesta. Varias partidas de cartas, con numerosos espectadores, se celebraban a la vez. Los más tranquilos disfrutaban de la mañana leyendo el periódico, mientras que el sol entraba por los amplios ventanales del local. La verdad es que se estaba a gusto allí. Tras terminar mi vaso de leche, le pregunté al camarero si podría subir a visitar los murales de Urbano Lugrís que están expuestos en el piso de arriba, a lo que me contestó que sí.
Lugrís, como otros muchos que han pasado por Malpica, quedó tan cautivado por el pueblo y por el ambiente de sus calles que, en los 4 meses que pasó en 1954 en Bergantiños, pintó las que tal vez sean sus obras más conocidas. Una serie de murales inspirados en el paisaje de la Costa da Morte y la fauna que en ella habita, en un homenaje a las generaciones de marineros de Malpica. Todos los murales guardan la misma composición, en la que se entremezcla la faceta poética del autor, y su estilo pictórico propio del surrealismo. El que más gusta es el de la ballena que recuerda el pasado como puerto ballenero de Malpica, y que en la entrada del puerto tiene también su representación en forma de escultura. También están las Sisargas, los acantilados, y una rosa de los vientos que cuelga en el bar al lado de un mapa de la Costa da Morte, pintado por el artista local Chunguito.
Tras entrar en calor, de allí salí en dirección al mercado. Nunca había estado, así que le pregunté a un vecino, que amablemente, y a un ritmo endiablado mientras iba saludando y bromeando con sus vecinos, me acompañó hasta las mismas puertas del mercado. Fuera había feria, con puestos de todo tipo, pero la verdad es que no presté demasiada atención.
Cuando llegué a la playa en las parrillas del festival la comida estaba ya casi preparada, así que buscamos un sitio en el que seguir disfrutando del sol antes de volver al agua.
Cuando llegué a la playa en las parrillas del festival la comida estaba ya casi preparada, así que buscamos un sitio en el que seguir disfrutando del sol antes de volver al agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario