La noche anterior había retado a Iago Formosel a ver quién de los dos era el primero en entrar al agua el sábado, y evidentemente Iago me ganó. Cuando a las ocho menos diez yo me asomaba por la playa, Iago y César ya salían del agua. Sus palabras al verme fueron: "¡¡está horrible!!, nos vamos a desayunar". Pero después de mi madrugón, y con el traje puesto, ni se me pasó por la cabeza volverme atrás. A medida que entraba por la corriente, y mientras remaba, con la mente iba dándoles la razón: estaba horrible. La confirmación definitivas vino con la primera ola: bajada casi en el aire y la ola cerrando totalmente. La segunda fue parecida, incluso bajando más al límite. Tras coger la tercera me convencí que sería mejor dejar el baño para más tarde.
A esa hora la tranquilidad reinaba en Malpica, así que tras desayunar algo, y aprovechando los primeros rayos de sol, me fui a dar una vuelta por el puerto. Ricardo y Xaco debieron pensar lo mismo, ya que me los encontré también de paseo en el morro del dique disfrutando de la mañana.
Y aunque a aquella hora no había apenas malpicanos en los muelles, la realidad, tal y como pude comprobar a medida que iban avanzando la mañana, es que buena parte de la vida en Malpica, al igual que en cualquier otro pueblo de la Costa da Morte, gira entorno a su puerto. Y lleva siendo así desde hace siglos. De hecho, en el siglo XVII, Malpica estaba considerado como el primer puerto ballenero de Galicia.
El comienzo de la construcción del puerto, tal y cómo lo conocemos hoy, se inició en 1868, aunque la actividad pesquera en Malpica es mucho anterior. Hasta entonces, los marineros habían de buscar refugio en la propia tierra, teniendo que varar sus embarcaciones tras cada una de sus jornadas de pesca, en una labor que requería de gran esfuerzo. Fue en 1929 cuando se inició la construcción del dique de abrigo, al que siguieron diferentes reformas y una última prolongación iniciada en 1983. La primera zona de acceso a embarcaciones se situó en el lado sur, en donde hoy se encuentra la Casa do Pescador y el mirador del Murallón. En 1945 se construye la rampa varadero y el acceso al muelle sur. En 1946 el edificio de la central eléctrica, y en 1948 la primera lonja (pinchando AQUÍ podéis ver un video con imágenes de Malpica del año 1947). Los muelles, junto con el predique sur, se comenzaron a levantar en 1952. En 1965 se construye la primera de las compuertas de la dársena, uno de los elementos más característicos del puerto, y con el que se evita la entrada a los muelles de la agitación que el dique no es capaz de contener, y que cierra la dársena interior los días de los temporales más extremos. En 1971 se construye el muelle norte adosado al dique, al que le seguirían el enlace entre los muelles norte y sur, en 1973, y la actual rampa de la dársena en 1974. Finalmente, y en los últimos 25 años se ha construido la lonja actual, en 1981, la prolongación del muelle sur en 1987, y la mejora de la defensa contra la difracción del oleaje en 1988. El que el dique del puerto de Malpica, con bloques de hormigón de 150 toneladas, haya sido hasta hace bien poco el dique de toda la costa Norte, atlántica y cantábrica, con los elementos de protección de mayor tamaño, nos da una idea de lo agitadas que son las aguas en su entrada. Las intervenciones en el puerto han concluido en los últimos años con la habilitación de la explanada para varada de barcos y la construcción del paseo marítimo, con el que se ha mejorado los accesos al puerto y la urbanización de éste, convirtiéndolo si cabe aún más en una extensión del pueblo.
Evidentemente en todo este tiempo la actividad en el puerto ha cambiado muchísimo, aunque algunas cosas siguen sucediendo igual que años atrás: aún se puede ver a las rederas arreglando aparejos, o las descargas de sardina y jurel de los barcos recién llegados de la última marea. La lonja y el marcado continúan siendo el centro de la actividad económica y social del pueblo, con sus espectaculares subastas del pescado. El bullicio de la lonja a veces parece continuar en las tabernas del puerto, en las que se puede disfrutar de una gran variedad de pescados y mariscos. Una frenética actividad que llamó la atención del pintor gallego Urbano Lugrís, y que ha quedado reflejada en una serie de pinturas que se pueden ver en la Casa do Pescador. Ese ambiente aún se puede disfrutar a día de hoy, saboreando por ejemplo las sardinas que tradicionalmente se asan en las puertas de cualquier bar, o incluso en las casas.
Otra de las cosas que llama la atención en el puerto es el contraste que existe entre la planicie del mar y los propios terrenos en los que éste se asienta, llanos y que parecen casi hundirse entre los acantilados, con los edificios que lo cierran, y que parecen trepar por las laderas. El conjunto, que parece caótico, conforma una estructura caracterizada por la peculiar configuración topográfica de una península escarpada que da abrigo al puerto, y en la que un crecimiento apenas planificado ha dado lugar a la existencia de edificios con más superficie de medianera que de fachada, con casas que se apilan unas sobre las otras, en una especie de amalgama de colores y formas irregulares. La forma del puerto en arco, y su contorno delimitado por espacios de gran pendiente, hace que los muros, las rampas y escaleras, y el cómo las calles desembocan en el puerto, tomen gran protagonismo en el paisaje.
Tras más de una hora dando vueltas por el muelle, era momento de acercarse de nuevo a la playa y comprobar si las condiciones habían mejorado para darse el segundo baño del día.
Precioso Malpica, y como en todos los sitios, aún más bonito al amanecer.
ResponderEliminarRicardo soy yo, y mi compi de paseo era Xacobe, Xaco para los amigos.
Buena aunque corta charla Jesús, tenemos que solucionarlo.
Un saludo de Toma Goma.
Desde luego que sí. Me tengo que pasar por vuestro taller ya!! Un saludo,
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