11.11.18

Tom Tremewan y las tapas de ataúdes.

Llevo varias semanas trabajando en la próxima edición de El Domingo. Tratará sobre los orígenes del surf en Europa, mucho años antes de que Peter Viertel cogiese sus primeras olas en Biarritz en 1956.

De entre todas las historias que he encontrado, ha habido una que me ha parecido especialmente interesante, y aunque formará parte de El Domingo, he decidido publicarla por separado.


El servicio militar obligatorio se implantó en Reino Unido en 1916, año y medio después del inicio de la I Guerra Mundial (1914-1918). Su tramitación vino acompañada por un intenso debate sobre el derecho a la objeción de conciencia, que la Ley acabó señalando como la única vía para obtener la exención. Para ello, "los hombres habrían de objetar concienzudamente al servicio de combatientes" frente a un tribunal militar que evaluaría cada caso.

Entre las pocas personas que se acogieron a esa vía estaban Tom y John Tremewan, dos hermanos que vivían en el pueblo costero de Perranporth, en el condado de Cornualles, Inglaterra. Los Tremewan era una familia metodista. Tom y su padre William Henry Tremewan eran predicadores. Su madre, Martha Jane, era pacifista y seguía las creencias de los cuáqueros. Por así decirlo, sus principios morales se ajustaban a los que debería poseer un candidato legítimo a objetor.

Su caso fue analizado por el Tribunal de Truro. En la audiencia de John, el tribunal determinó que era acto para el servicio militar. John no apeló la decisión, pero no se presentó a la citación para unirse al ejército, por lo que fue arrestado y llevado a la cárcel de Bodmin. Después de negarse a participar en un desfile militar, a vestirse de uniforme, o a participar en cualquier actividad que estuviese relacionada con la guerra, fue juzgado por un tribunal militar y condenado a dos años de prisión. A la salida del tribunal, y tras conocer la sentencia, las palabras de John fueron: "Ningún tribunal podrá cambiar mis principios". Su hermano Tom corrió la misma suerte. El Presidente del Tribunal, en un último intento por doblegar su voluntad, le dijo: "Si usted estuviese siendo juzgado en Alemania, ¡¡sería fusilado!!". A lo que Tom contestó: "¿Y usted que haría señor? ¿Luchar por el Kaiser?"


Después de la guerra, ambos hermanos regresaron a Perranporth. Tom se dedicó a la construcción y abrió una tienda-taller. Escribió varios libros durante su vida. Uno de ellos, "The Builder's Life in Perranporth", narra sus años como constructor en el periodo entre la I y II Guerra Mundial. En un capítulo del libro, titulado "Mike Saunders y las tablas de surf", recuerda un encargo que recibió un día:

“Uno de los habitantes más interesantes de Perranporth durante el periodo entre guerras era el Sr. Willie Thomas, Era un hombre muy agradable, y las conversaciones con él siempre eran interesantes. Tenía varias hijas, una de las cuales estaba casada con el señor Mike Saunders, que había estado en Sudáfrica, en donde el surfing era muy popular. Una mañana de principios de verano llegó a nuestro taller y dijo que quería que le hiciésemos una tabla de surf. Esa era la primera vez que escuchamos hablar del surfing, y la verdad es que al principio no tuvimos especial interés. Tras contarnos su experiencia,  procedimos a hacer una tabla de acuerdo con sus instrucciones. La primera tabla, de 6 pies de largo, 13 pulgadas de ancho y 5/8 pulgadas de grosor, no salió bien: demasiado grande y demasiado pesada".

El Sr. Saunders acudió a Tom Tremewan porque en su taller, situado en el número 8 de Pimn's Road Street, y entre otros oficios, se hacían trabajos de carpintería. Una de sus especialidades era la fabricación de ataúdes de madera. Para abaratar costes en la fabricación de las tablas, utilizó los sobrantes de madera de los ataúdes que fabricaba. También clavos, en lugar de tornillos, para unir las distintas piezas que conformaban una tabla: dos largueros unidos por tres piezas transversales de madera. Pronto las tablas fueron conocidas popularmente como "tapas de ataúdes" (coffin lid).  


"El comercio de tablas de surf aumentó enormemente. Los bañistas disfrutaban de este nuevo tipo de baño, que consiste en correr a través de las olas lo más lejos posible para coger una gran ola, que ya esté rompiendo, y cabalgar en la tabla hasta la orilla".

Pronto el surf (exactamente el bellysurf) se hizo muy popular en Perranporth, y a Mike Saunders, y a otros pioneros como George Tamlyn, se unieron un nutrido grupo de surfistas, muchos llegados desde el interior a la costa gracias a la nueva red ferroviaria y a la popularización de los "baños de surf", que se convirtieron en la década de 1920 en un pasatiempo muy popular en las vacaciones de los británicos.

Muchas tablas salieron desde Perranporth hacia otras playas de Cornualles. Con el tiempo, las tablas pasaron a tener los cantos curvos, lo que supuso un incremento de su precio. Siguiendo los pasos de Tom Tremewan, otros talleres comenzaron a fabricar sus bellyboards en madera, antes de que la madera contrachapada empezase a estar disponible en la década de 1930. Después llegarían las primeras tablas que permitirían a los británicos coger olas erguidos. Pero esa ya es otra historia, que contaremos en el próximo El Domingo.


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