Hacía días que sus vecinos no la veían, y a pesar de que la relación era prácticamente nula, comenzó a surgir en la aldea una mezcla entre preocupación y curiosidad por saber si había pasado algo.
-“Madre, vou ir a ver se O Demo está ben”. Interrumpió Lola la conversación que estaba teniendo con su madre. “Xa van días dende que non a vemos e tal vez lle pasara algo”.
-“Lola non vaias. Xa a coñeces. O mesmo entras, te ve, e faite algo”.
A pesar del temor de su madre Lola se calzó sus zuecos y salió con paso decidido hacia la casa de O Demo. Abrió la cancela de entrada, y entró. Pasó bajo el horreo y el corral de las gallinas. La puerta de la casa estaba entre abierta, y Lola pudo ver la fouciña colgada en la pared. Al menos “su arma” no estaba con ella. Fuera estaban también sus zapatos. Empujo la puerta y le llamó, primero en tono normal, y al no tener respuesta, cada vez más alto. Pasó al lado de las cuadras y se asomó a la cocina. La lareira estaba apagada y tras la mesa allí estaba ella, tumbada en el suelo. Inmóvil. O Demo descansaba para siempre.
O Demo está en tóda-las partes.
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