Rufino con unos de sus diseños frente a su taller en Mar de Afora.
La visión de una tabla, y de
alguien deslizándose con ella sobre el mar, constituyen la fuente e inspiración
a través de la cual el surf se ha extendido como cultura y deporte por todo el
mundo.
Pero si bien hoy
resulta sencillo hacerse con una tabla que se ajuste a nuestras necesidades,
hace 45 años las cosas eran bien distintas. La España de mediados y finales de
los sesenta no era la España de hoy. En aquellos años nuestra sociedad
presentaba con respecto a la de otros países europeos un gran retraso después
de 30 años de dictadura y aislamiento internacional. Y si España estaba en la
periferia de Europa y el desarrollo, Galicia se encontraba a su vez en la
periferia de la periferia. Al Oeste del Oeste.
Esta situación, que se plasmaba de modo dramático
en las vidas de los muchos gallegos que se vieron obligados a emigrar, tenía
también su expresión en lo difícil que era conseguir una tabla de surf. Más que
difícil se puede decir que era imposible.
Para resolver este problema existían sólo dos
alternativas: viajar y desplazarse a Cantabria, el País Vasco o Francia en
busca de uno de esos preciados artilugios; o cuando los recursos económicos no
permitían viajar, echarle mano al ingenio y la imaginación y optar por la
fabricación propia. Fue así fundamentalmente cómo las primeras tablas de surf
empezaron a surcar las aguas de Galicia.
En la fabricación de aquellas primeras tablas
jugaron un importante papel las fotografías que esporádicamente aparecían en
alguna publicación, y en particular los artículos publicados en la versión en
castellano de la revista americana Mecánica Popular, que sirvieron a Félix Cueto para fabricar la primera tabla que se vio en Galicia, y para que Rufino y Tito se guiasen en la producción de las primeras Rufo´s Surfboards en su
taller de San Roque de Afuera.
Con los años surgió otra importante fuente de
suministro: los “guiris”. A finales de los setenta y principios de los ochenta
comenzaron a aparecer los primeros extranjeros que de forma más o menos usual
venían a surfear a Galicia, trayendo consigo sus tablas, y muchas veces también
los últimos adelantos en diseños y formas. Era por ello que, cuando la
comunidad de surfistas detectaba la llegada de un grupo de extranjeros a
nuestras playas, lo primero que se hacía era entablar contacto con ellos para
ver qué tablas traían y si alguna estaba a la venta. Lo mismo pasaba con
trajes, inventos o parafina.
Otros como los hermanos Irisarri y Nicolás Pita,
gracias a sus trabajos en Pescanova, lograban que barcos que iban a faenar a
Sudáfrica volviesen a Galicia, además de con su cargamento de pescado
congelado, con las primeras Ben Aipa, Simon Anderson, Lightning Bolt o Mark
Richards que se vieron en Galicia, de las cuales Rufino y Tito se dedicaban a
sacar copias casi exactas.
A mediados de los sesenta, y con una década de
retraso, llegó también a Galicia la revolución de las tablas cortas. Las
primeras tablas cortas llegaron a Vigo desde Sudáfrica, y al principio no
tuvieron muy buena aceptación, sobre todo entre la gente de A Coruña, que se burlaba de los vigueses al verlos con esas tablas tan cortas. Sin embargo con el
tiempo demostraron ser tablas más rápidas y manejables, por lo que enseguida
comenzó también la transición entre la comunidad de surfistas del Norte.
Algunos, ante la dificultad de hacerse con una tabla pequeña, decidían adaptar
la suya a las nuevas formas y volúmenes, tal y como recuerda Carlos Bremón: “Miguel Camarero oyó hablar un día de que las tablas
se habían vuelto más cortas. Miró para la Bilbo que había comprado a Félix
Cueto, y que medía aproximadamente unos 2,40 metros, y decidió que la podía
reciclar y convertir en una tabla más moderna. Cogió una sierra y … . Recuerdo
nuestra cara de desolación cuando vimos el resultado. Simplemente había
serrado la punta acortándola en medio metro aproximadamente. Sin embargo, y a
pesar de la amputación, me acuerdo haber cogido buenas olas con aquéllo que
tenía una proa que parecía más bien la de un portaaviones, completamente recta.
Aún así, ¡cómo giraba aquella tabla! Sólo había que tener la precaución de no
meter la proa en el agua”.
Muy interesante.
ResponderEliminarSiempre me he preguntado que cuantas de esas tablas, que son historia del surf en España, estarán olvidadas en los trateros. Una pena, verdad?
Un saludo.
Jorge.
Pues es cierto, seguro que JG tiene razon, alguna habra cogiendo polvo a saber donde. Desde luego que esto poco tiene que ver con aquello, me refiero a todo el asunto de obtener información y demas, ahora con internet ni te cuento...
ResponderEliminarSaludos!
Tienes toda la razón Fran. Algunas estarán como dice JG cogiendo polvo en desvanes y garajes, y otras a saber a donde han ido a parar. De hecho yo ando a la búsqueda de algunas de esas tablas. No para comprarlas, pero si para fotografiarlas y recuperar su historia (las que la tengan). De hecho alguna de ellas ya he ido rescatando en el blog, y tengo a otras localizadas a espera de hablar con sus dueños. Así que si te enteras de alguna ya me contarás. Un saludo y gracias por pasar.
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