Todos los veranos el mar se toma una calma de al menos una semana. En ocasiones ese descanso oceánico se prolongan hasta los quince días. A veces incluso más. La calma de este verano comenzó el pasado martes. Las pequeñas olas que aún pudimos coger hasta el jueves, desaparecieron completamente el viernes. Quien llegó para quedarse fue la niebla, que se convirtió en la protagonista inesperada del que en un principio parecía que iba a ser "el fin de semana del verano".
El sábado, durante uno de los breves claros que se abrieron, el manto de agua pulverizada que quedó en suspensión, difuminó la luz iluminando la escena casi a la perfección. El mar en calma, y quienes estaban en el agua, hicieron el resto.
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