Regresaba de ver las olas de Kurt en Punta Lobadiz, cuando de camino a Doniños pasé por la pequeña cala que hay antes de que comience la playa. Al acercarme me llamó la atención como, cuando la racha de viento arreciaba, un manto de espuma ascendía desde la playa superando el acantilado y extendiéndose por la hierba. Cuando miré hacia el interior de la cala prácticamente su totalidad estaba cubierta de espuma.
Posiblemente por su orientación, la forma que toman las rocas que la rodean, y las corrientes que se forman pegadas a estas, en esta cala la espuma siempre queda atrapada los días de temporal. Pero no solo la espuma. Recuerdo que éste fue también el lugar en donde más fuel se acumuló cuando los vertidos del Prestige llegaron a Doniños. De aquí solemos también sacar bastantes residuos en las limpiezas que organizamos. Así que, salvando las distancias, esta cala debe ser el equivalente a un meandro en un río, pero en este caso en la costa.
Cada vez que entraba una ola, la cosa se podía interesante en la cala. El agua que llevaba, que parecía no serlo por su color blanco, se mezclaba con la espuma creando formas curiosas. En ocasiones parecía borbotear, como si hubiese entrado en ebullición. En otras, cuando adoptaba una densidad especialmente viscosa, se asemejaba a la masa que amasamos cuando hacemos pan. Cuando todo se quedaba en calma, aquello tomaba la forma de una cerveza inmensa cubierta de espuma. Allí estuve un rato haciendo fotos, cuasi hipnotizado por la espuma, hasta que me volví a casa.
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